El Oro que le faltaba a Legna
- Por Calixto González Betancourt
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Al comenzar este siglo, la estelar judoca holguinera Legna Verdecia Rodríguez, de los 52 kilogramos, no se había cansado de ganar medallas, la mayoría de oro, en cuanto evento internacional había combatido. En su trayectoria aparecían cuatro preseas en campeonatos mundiales, incluyendo un máximo título, coronas en copas del orbe, tres preseas áureas en Juegos Centroamericanos y del Caribe e igual cantidad en juegos panamericanos, entre muchas más.
Sin embargo, ya en la recta final de su caminar en el judo aún le faltaba el oro olímpico, aunque había estado en Barcelona-1992, donde perdió su primer combate al equivocar las acciones y recibir una amonestación, en tanto en Atlanta-1996 quedó en bronce.
Legna llegó a los Juegos Olímpicos de Sydney-2000 con el aval de ser la judoca cubana más ganadora de medallas de oro del cuatrienio (16 en 21 citas) en los torneos Clase A en Europa, en los que acumuló en ese periodo, junto a las 16 medallas de oro, dos plata y tres bronce, con 93 victorias y solo cinco derrotas.
Migdalia Rodríguez y Juan Francisco Verdecia esperaban con impaciencia la noche del domingo 17 de septiembre y la madrugada siguiente, pues en esa fecha, allá, en el otro lado del mundo, en Sydney, su hija Legna trataría de materializar un acariciado sueño: conquistar la gloria olímpica.
Esa noche, como en muchos lugares, habría vigilia en el hogar marcado con el número 220, en calle Mártires, Holguín. Otros parientes, vecinos y amigos llegaron para estar juntos a los padres y hermana (Leticia) de Legna y demás miembros del núcleo familiar, y seguir por televisión, combate a combate, la actuación de la estelar judoca.
Con el pleito inicial, la expectación comienza a subir de tono. ¡Ippón a la española Miren León!, quien fue su primera víctima. Francisco solo presencia ese combate. Tiene que viajar hacia Sagua de Tánamo, donde está su nieta Leonor cumpliendo con la Escuela al Campo. La batalla de Legna continúa en Sydney: victorias a cuenta de la argentina Carolina Mariani y la coreana Sun Hui Kye, oro en Atlanta y el Mundial París, Francia-1997, ambas superadas por decisión de los jueces (Hantei). Llega el momento cumbre, 6:25 am en Cuba: Legna discutirá el título contra la japonesa Noriko Narazaki, quien había superado reñidamente a la holguinera en la final del Mundial-1999.Verdecia asume la iniciativa y la asiática contraataca, a la que premian con Wazari. Tensión en la sala familiar, preocupación en los rostros.
Migdalia se levanta de su asiento, se vuelve a sentar, toma más de una pastillita, para controlar los nervios. Allá, en el Centro de Exhibiciones de Sydney, Veitía orienta a su pupila, le pide calma y concentración. Pasan los segundos, los minutos. Legna busca a su rival, esta rehuye....el árbitro penaliza a Noriko por pasividad, pero mantiene ventaja. Unos segundos más, entonces ocurre el desenlace, cuando el reloj señalaba en Cuba las 6 y 28 de la mañana, exactamente faltaba un minuto y 45 segundos para el final de las acciones: Legna proyecta e inmoviliza a su difícil oponente: ¡Ippón! Veitía es el primero en proclamarlo.
Indescriptible lo que ocurrió en el hogar de Migdalia: Gritos, saltos, exclamaciones, lágrimas. Escenas similares se repitieron en otros sitios. La casa se convierte en un manicomio. Muchas personas acuden a felicitar a los padres de la nueva Campeona Olímpica. Hay fiesta en la cuadra durante todo el día. El esposo de Legna, Javier Rodríguez, se comunica desde la capital con Migdalia. Dirigentes del Partido, encabezados por Jorge Luis Sierra, entonces Primer Secretario en esta provincia llegan a congratular a la familia.
“Mi hija Legna me ha regalado muchos gratos momentos, pero el de hoy no tiene comparación. Esta es la más grande emoción de mi vida” me dijo Migdalia, y en ese instante recuerdo, cuando hace diez años, ella y su esposo experimentaron la primera gran alegría con el título juvenil de Legnita.
“Hace apenas dos horas pude hablar por teléfono con Legna, ¡qué feliz estaba! Me dijo con voz entrecortada: Yaya, ya logré lo que me faltaba”, le dijo la Campeona a su madre, quien me cuenta que su hija llegó al combate decisivo con un hombro lastimado (esguince externo de la clavícula, que sufrió en el primer pleito) y retoma la palabra: “Ella siempre ha sido muy valiente. Recuerdo que apenas tenía 13 años y accidentalmente se hirió una de sus manos durante los Juegos Nacionales Escolares. Se recomendó que no compitiera, pero la niña insistió en participar... y obtuvo el oro”.
La madre sigue navegando por los recuerdos: “Desde pequeña fue intranquila y le gustaba bailar. A veces llenaba el Polski del padre, con sus amiguitos del barrio y ella misma conducía alrededor de los edificios. Esa fogosidad y alegría por la vida la siguen caracterizando”.
Esta fue la crónica que le dediqué a Legna por su victoria olímpica: “¡Feliz mañana de domingo, que Legna adornó con laurel dorado del Olimpo, para que la historia nunca olvide ese día y a su gran protagonista! Era una deuda que la vida negó pagarte en Atlanta-96, pero era imposible que ese oro siguiera rehuyendo de tu vitrina repleta y reluciente, por eso en Sydney tuteaste a la gloria con tu impecable judo.
“El destino no podía robarte ese honor. Hubiera sido extremadamente injusto con la mejor deportista holguinera de todos los tiempos.
“¡Cuánto deseaba completar la frase de Princesa y Reina del Planeta con la de Monarca Olímpica! Nunca antes escribí unas líneas sobre un deportista con más satisfacción como estas. Por eso, Legna Verdecia Rodríguez, ese no era solo tu sueño, era también el mío y el de otros muchos compatriotas. Espina compartida desde hace ocho años, cuando te fuiste en blanco en Barcelona, y que ahora magistralmente extrajiste...Es un premio que no podía tener mejor destinatario... Me atribuyo la licencia de proclamarte, con anticipación, La deportista del Siglo XX de Holguín.
Estoy convencido de que los coterráneos coincidirán conmigo. Nadie mejor que tú para merecer ese alto galardón.”..
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