Quitad al virus la corona, el reino de los niños ha ganado
- Por Yenny Torres
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Mamá, el Coronavirus es malo y es bueno. Yo, tratando de entender, pregunto, y por qué es malo,- porque enferma a los niños, los papás, a todos. -¿Y bueno? -Porque mamá, papá y la niña están juntos en la casita.
Hasta mi pequeña de dos años ha reflexionado sobre la pandemia ha visto el ocre del contexto, el lienzo oscuro de estos meses, las salpicaduras blancas como pigmentos en los días. Ha descubierto que pese a la distancia y el peligro hubo algo bueno en todo esto: estar en familia.
Como ella, miles de niños asumieron con mucha responsabilidad la situación. Regañaron por el incumplimiento de una medida higiénica, exigieron el lavado de manos antes de tocarlos, recordaron el nasobuco si se iba a salir.
Como ella, muchos lloraron por no poder jugar con otros niños, por querer ir al parque; porque los muñes aburrían; porque la casa se hacía pequeña, cargada de espacios comunes, muebles estáticos, opciones repetidas. Y de pronto los irrumpía un suspiro fuerte que decía más que las palabras.
Pero, como ella, otro tanto comprendía, al punto de retrotraerse de la reja, porque - “en la calle hay mucho coronavirus”; o de dar un racimo de motivos para quedarse en casa, incluso, porque “Cubavisión va por todos”. Y a una no le queda más que echarse a reír, por ver en vivo y en directo los mismos anuncios de la tv y otros excelentemente sazonados con la inocencia y sabiduría infantil.
Claro, los bribonzuelos también saben de picardía, razón por la que se defienden ante lo que no les gusta. La mía – En el círculo hay muchos niños y juguetes, pero no quiero ir, hay mucho coronavirus fuera.-Mientras haya coronavirus no irás.- Pero es peligroso, engaña, se pega en los zapatos…En fin, quién les gana.
Durante este tiempo los parques han dejado de ser el panal de diminutas abejas, cuya “polinización” no es a las flores, sino a columpios, toboganes, balancines… Las playas se volvieron “solitarias” y las piscinas “secas”. Los museos “individualistas”, el teatro austero, las bibliotecas demasiado silenciosas…
Para este 19, Día de los Niños, ellos no son los mismos, ni los padres tampoco. Juntos hemos crecido en resistencia, aunque solo ellos lo hayan hecho en tamaño. Nosotros intentaremos brindarle la mejor jornada, ellos disfrutarla.
Mas, porque no podemos estar confiados del todo ante la pandemia, la aglomeración no es permitida; “la normalidad” no ha regresado completamente y el tradicional festejo adquiere otros matices.
Ansia acumulada; añoranza de espacio; libertad para correr, gritar… los ha irrumpido. La energía, a veces difícil de transformar, ha sido su sello, sin embargo, se han adaptado. La psicología dice que “se convocan fácilmente a actividades que conlleven acción y ganancia en información, arrastran a lo que desean hacer”; razón por la que, además de interiorizar el mensaje, lo han difundido por las redes, y otros medios de comunicación. La tv recibió oleadas de videos caseros de niños aconsejando; cantando; bailando; estudiando; haciendo mascarillas, ejercicios.
En medio del sofoco que da lo prohibido y la idea de que mejor permanecer encerrado antes que enterrado, en el fondo, los padres sabíamos que extrañaríamos los días de aislamiento. Compartir con quienes amamos los momentos añorados durante meses, dormir la mañana, jugar, inventar los cuentos más largos, tener el tiempo que sedemos al círculo o la cuidadora.
Nuestros niños han ganado la batalla, desde el resguardo, este domingo merecen celebrar. Volveremos al baúl de las ideas, iniciativas sorprendentes, naves espaciales de cajas de cartón, los dulces “tomados” de la casa hecha de azúcar, el juguete “poderoso”… La fantasía se impone, la protección también; pues ellos no solo son la esperanza, son la razón de este presente en el que el amor es prioridad: para sobrevivir, investigar, buscar opciones… para ganarle la cruzada a un virus.
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