Compro cualquier pedacito de tiempo

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niños en cuarenetena

En medio de tantas noticias sobre la Covid, medidas, sugerencias… parece que quedarse en casa “encerrara” más apocalipsis que el propio virus. Aunque es cierto que para la siquis “entre menos se puede más se quiere”, lo que equivale a deseo de “coger calle” como nunca antes; no logro entender la esencia del aburrimiento, hastío, en fin, estar sin hacer nada.

De ser posible, yo leyera los libros que guardo de la feria literaria antepasada, tejiera el chal iniciado hace dos años, volcaría las ideas acumuladas a la hoja en blanco, durmiera, pensaría proyectos, cosería la ropa ya rasgada, inventaría recetas de cocina, acomodaría minuciosamente las gavetas, acondicionaría las plantas, vería la novela sin intermitentes… cumpliría lo pospuesto cada mes (bajo la certeza o excusa - por falta de tiempo-).

Pero, por fortuna, pese al agobio, mi situación es otra: busco libros que puedan ser pintados o hechos barcos de papel; proyecto juegos que lleven a pensar; rasgo ropas de cartulina para muñecas; experimento recetas contra la “hambritis” o efecto de la falda alada en la cocina; recojo una y otra vez el contenido de las gavetas; recibo tantas ideas que me quedo en blanco; me cuesta informarme, debido a la interferencia “las noticias no-velas má, pon muñe”; plantar, solo algunas condiciones; apenas duermo, pues desde las tres de la mañana me preguntan si ya se puede saludar al sol; y vuelvo a posponer tareas “por falta de tiempo”.

Entretener a un niño no es cosa fácil, cuando crees que lograste mantenerlo frente a la pantalla te sale con preguntas que llevan a dar pausa e intentar responder correctamente: qué es una madrastra, por qué engordar a Hansel y no a Gretell, ¿es porque las brujas comen niños y no niñas? (tal parece que supiera de marca sexista).

Eso por no contar la tierna manipulación que logra con la edad: si no quiere baso, sino biberón: “yo soy una niña chiquitica”, cuando quiere lavar (jugar con agua) o ponerse los zapatos de mamá –“soy una muchacha”; cuando desea usar el palo de la cortina de bastón- “es que soy una viejita”.

Como la mayoría de la población cubana, para la que la internet se queda en “la nube”, me pierdo todos los conciertos y presentaciones on-line; así que tengo que conformarme con la misma vocecita interpretando canciones de la “Granja del Zoo”, las narraciones de historias de “Adisebaba”, las lecciones de Baby Bus.

Bien sabemos que están prohibidas las festividades, mas he tenido que celebrar el cumpleaños de tres peluches. Invitamos hasta al bebé de trapo y soplamos el fósforo, sembrado, incluso, en un paniqueque.

La enfermedad acecha y cientos de personas padecen de incertidumbre, miedo…. Algunos porque la padecen, otros porque son propensos a padecerla, otros más la combaten…todos ven las horas demasiado largas, pero sueñan con que les quede mucho tiempo, que es decir, vida.

Por estos días, me desempeño como “cosmetóloga hogareña”, un oficio que estoy segura muchos ejercemos en tiempos de pandemia. Me explico, como la Covid “no tiene cara”, para ganarle la ofensiva, la casa debe tener un “tratamiento” de “rostro que no deje rastro”: primeramente aplicamos mascarillas de cloro; una vez visto el efecto, realizamos cepillado de hasta el más mínimo poro del piso; lavamos con jabón, restregamos con agua caliente; y, finalmente, utilizamos la loción de alcohol. Me parece estar haciendo un tutorial de belleza o “ideas en cinco minutos”, “ajustado” al domicilio, y donde la marca más popular del momento es la “Naso”-buco.

Entre desinfectar la ropa, “hacer la papa”, lavar las manos, limpiar, recoger, inclusive jugar, pasan los días. Para todos los que no saben cómo ocupar las horas en momentos de la Covid-19, por esta vía pregono que compro cualquier pedacito al reloj, al final, el tiempo es oro y de este último todos conocemos su valor.
 

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