El coronavirus y la postverdad
- Por Liset Prego Díaz
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Cuando veo los memes sobre el coronavirius en las redes, no sé si reírme, si denunciarlos o si compartirlos (algunos son realmente hilarantes). Me maravilla la capacidad humana, más allá de la idiosincrática “tiradera a relajo” de los cubanos, para reír sobre asuntos tan graves. ¿Mecanismo de defensa, ingenuidad, cinismo, excelente sentido del humor?
Pero no son únicamente los memes; hay infinidad de contenidos en las redes que alteran la realidad más que un hongo alucinógeno. Y temo porque quienes carezcan de discernimiento para decantar lo cierto de lo falso, lo infundado de lo probable, lo especulativo de lo contrastado, caerán en la enrevesada madeja, que la superabundancia de información teje frente a los usuarios.
¿Cómo no temer? Los números, fuera de contexto o recontextualizados son de terror. Las cifras revelan que hasta el 6 de marzo se contaban más de 97 mil contagiados en el mundo, sobre las 80 mil en China; alrededor de 86 países con casos diagnosticados y cerca de 3 mil 200 fallecidos en el planeta a causa del COVID-19. Todo ello contabilizando a partir del brote en Wuhan a inicios de 2020.
Eventos deportivos; ferias del libro en importantes capitales europeas; el curso escolar; las dinámicas de las relaciones humanas; el consumo de productos asociados a la protección frente al contagio; la vida social, todo se ha trastocado. Como en un efecto dominó el virus impacta economías nacionales y familias con igual fuerza. Ambos pierden.
Resulta extraordinariamente irónico que la venta de la cerveza Corona descendiera a causa de la enfermedad y provocara 285 millones de dólares por concepto de pérdida solo por el nombre y la respectiva asociación con el COVID-19. ¡Señores y señoras! El consumo de alcohol mata anualmente cerca de 3 millones de personas en el mundo. La cajetilla de cigarro tiene un mensaje sobre lo nocivo del hábito de fumar y la siguen comprando. Para escribir este texto visité un sitio con actualizaciones en tiempo real de estadísticas a escala planetaria. Ante mis ojos el número de decesos por cáncer subía con segundos de diferencia: mientras escribía este párrafo la cifra de un millón 471 mil 435 creció en nueve.
Los números que explican la letalidad del coronavirus pueden parecer ínfimos comparados con otras enfermedades más mortíferas y menos vistas en los titulares. Al respecto, la OMS declara que depende de cómo se enfrente en cada país, pues se habla de una fluctuación de entre el 0,7 y el 3,4 por ciento. Muchas variables intervienen en la conformación de esta cifra. Mas la muerte de cualquier ser humano es un riesgo, que ningún país debe estar dispuesto a aceptar y deben asumir las medidas con responsabilidad absoluta.
Frente a esto no se puede perder la perspectiva: En 2019 la OMS reportó 762 mil afectados por el cólera solo en Yemen. Las muertes causadas por malaria en 2020 ascienden en el mundo a 175 mil 697. La OPS revela que en América se notificaron 3 millones 139 mil 335 casos de dengue. Incluso el Presidente de la OMS apuntó, que esta variante del coronavirus es menos letal, que sus parientes registrados con anterioridad: SARS y MERS.
¿Significa que debemos ignorarlo? NO. Esto implica que las informaciones publicadas deben ser analizadas a profundidad antes de tomar decisiones o compartir contenidos, que pueden confundir a quienes los reciban y exponerlos a riesgos innecesarios.
Destruyamos algunos mitos sobre el enemigo público #1. No es cierto que se transmita por picaduras de mosquito o el contacto con monedas, billetes, tarjetas de crédito ni paquetes enviados desde China; que la orina infantil o la cocaína funcionen como protección; que el frío y la nieve, las lámparas ultravioletas, rociar el cuerpo con alcohol o cloro, las vacunas contra la neumonía ni que los secadores de manos con aire caliente aniquilen al germen. Es una falsedad que se pueda prevenir enjuagando la nariz con solución salina o comiendo ajo. Tampoco hay certeza en que solo ataque a los adultos mayores. Puede enfermar a cualquier persona, pero son más propensos a padecerla los ancianos e individuos con padecimientos previos. El nuevo coronavirus no puede viajar más de un metro en las gotículas expulsadas en la tos o estornudo del contagiado. No se propaga a grandes distancias a través del aire.
La postverdad no os hará libres. Pero los medios tradicionales y digitales nos han hecho prisioneros, tras construir en el imaginario social, un verdadero detonante de la histeria colectiva. El coronavirus roba titulares, páginas, megas, minutos de transmisión. También vidas. No contribuyamos con la desinformación a que sean más.
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