Valentía, sentido de pertenencia y lucha contra la impunidad
- Por Yanela Ruiz González
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El muchacho asumió un puesto laboral como chofer del área comercial de la entidad, específicamente se encargaba de transportar la mercancía, insumos y otros artículos para el almacén. Una prima lo recomendó por su disposición y habilidades para el trabajo.
Tal pedido implicaba usar su medio de transporte en negocios turbios y desviar de su cauce mercancías y artículos que movía para el almacén. Varias fueron las amenazas y presiones del susodicho al joven, que tomó la radical decisión de pedir la baja en su trabajo, pues no caería rendido ante las propuestas del agente corruptor.
Lo anterior forma parte de una historia contada en uno de los dramatizados de la radio holguinera, que si bien deja claro el sentido de honestidad y honradez del joven, refleja una de las tantas situaciones en las que no pocos se ven involucrados en el día a día.
Desdichadamente, no todos responden de una manera sacrificada como la del muchacho de la historia, y optan por endulzarse con la miel del poder o la posibilidad que le da el puesto de trabajo. Engordan los bolsillos o se benefician a costilla de los bienes del Estado, que es lo mismo que del Pueblo.
Si bien Cuba tiene trazadas estrategias para prevenir y enfrentar, desde una visión integral y de todos los ámbitos posibles, el uso indebido de los recursos materiales y financieros públicos en detrimento de la economía y la sociedad en general, queda mucho por hacer en este sentido.
Clara está la voluntad política del país, expresada en el imperio de la Ley, la transparencia en el ejercicio de las funciones públicas y la participación ciudadana. Sin embargo, no siempre esta voluntad se materializa en los escenarios proclives al delito, la corrupción y la ilegalidad o donde, a ojos vista, se dan estos hechos.
Muchos aluden al instinto de conservación humana y dejan pasar el momento de la combatividad. Vale recordar la frase martiana “haga cada cual lo que le corresponda y la obra será inmensa”.
La triada corrupción, ilegalidad y delito más que un punto de análisis o tema de tratamiento en los núcleos, consejos de dirección, asambleas de sindicato, comités de base, y en cuanta estructura u organización exista, debe ser enfrentada desde un acto de conciencia, principios y convicciones.
En este sentido se requiere profundizar en la formación de valores, como también en la política de cuadro. No todos los que ocupan puestos claves son idóneos y comprometidos y tampoco se analizan exhaustivamente. Luego ese administrativo es el primero, que permite o propicia la ocurrencia de hechos.
También se requiere de un trabajo más intencionado y sistemático en el control y la organización, no solo de las áreas administrativas, sino de las áreas de protección, donde no siempre está el personal adecuado, pues cuando se contrató tampoco se fue riguroso con las verificaciones, las que muchas veces se realizan superficial o mecánicamente.
Evitar la propagación de estos flagelos tiene que implicar valentía para denunciar lo mal hecho, sentido de pertenencia para proteger los recursos, que servirán a todos de alguna manera, y lucha contra la impunidad.
Por sus condiciones y hoja de vida le fue otorgado el puesto. Se sentía bien y cumplía cabalmente sus tareas. Eficiencia y responsabilidad le hicieron ganar el cariño de su colectivo. No pasó mucho tiempo cuando apareció un “amigo” para pedirle un favor.
Tal pedido implicaba usar su medio de transporte en negocios turbios y desviar de su cauce mercancías y artículos que movía para el almacén. Varias fueron las amenazas y presiones del susodicho al joven, que tomó la radical decisión de pedir la baja en su trabajo, pues no caería rendido ante las propuestas del agente corruptor.
Lo anterior forma parte de una historia contada en uno de los dramatizados de la radio holguinera, que si bien deja claro el sentido de honestidad y honradez del joven, refleja una de las tantas situaciones en las que no pocos se ven involucrados en el día a día.
Desdichadamente, no todos responden de una manera sacrificada como la del muchacho de la historia, y optan por endulzarse con la miel del poder o la posibilidad que le da el puesto de trabajo. Engordan los bolsillos o se benefician a costilla de los bienes del Estado, que es lo mismo que del Pueblo.
Si bien Cuba tiene trazadas estrategias para prevenir y enfrentar, desde una visión integral y de todos los ámbitos posibles, el uso indebido de los recursos materiales y financieros públicos en detrimento de la economía y la sociedad en general, queda mucho por hacer en este sentido.
Clara está la voluntad política del país, expresada en el imperio de la Ley, la transparencia en el ejercicio de las funciones públicas y la participación ciudadana. Sin embargo, no siempre esta voluntad se materializa en los escenarios proclives al delito, la corrupción y la ilegalidad o donde, a ojos vista, se dan estos hechos.
Muchos aluden al instinto de conservación humana y dejan pasar el momento de la combatividad. Vale recordar la frase martiana “haga cada cual lo que le corresponda y la obra será inmensa”.
La triada corrupción, ilegalidad y delito más que un punto de análisis o tema de tratamiento en los núcleos, consejos de dirección, asambleas de sindicato, comités de base, y en cuanta estructura u organización exista, debe ser enfrentada desde un acto de conciencia, principios y convicciones.
En este sentido se requiere profundizar en la formación de valores, como también en la política de cuadro. No todos los que ocupan puestos claves son idóneos y comprometidos y tampoco se analizan exhaustivamente. Luego ese administrativo es el primero, que permite o propicia la ocurrencia de hechos.
También se requiere de un trabajo más intencionado y sistemático en el control y la organización, no solo de las áreas administrativas, sino de las áreas de protección, donde no siempre está el personal adecuado, pues cuando se contrató tampoco se fue riguroso con las verificaciones, las que muchas veces se realizan superficial o mecánicamente.
Evitar la propagación de estos flagelos tiene que implicar valentía para denunciar lo mal hecho, sentido de pertenencia para proteger los recursos, que servirán a todos de alguna manera, y lucha contra la impunidad.
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