Martí y los educadores

  • Hits: 6214
educacionFoto: ACNEl actual curso escolar, iniciado el 2 de septiembre, transita por su cuarto mes. En Holguín más de 161 mil estudiantes entraron a las aulas y, entre las prioridades se contemplaron la calidad del aprendizaje, preparación de los maestros, formación integral de los estudiantes y la insustituible participación de la familia.
 
Al mencionar los méritos del actual año académico sobresalen: la cobertura docente y el avance de las nuevas tecnologías en las escuelas.

Destacamos la parte académica, pero José Martí subrayó, también, la educación, porque de nada vale todo esfuerzo por garantizar las condiciones materiales de uno de los acontecimientos más notables de la Revolución Cubana, si nos dedicamos a reforzar el pensamiento y dejamos al libre albedrío los sentimientos.

Esta máxima martiana de “hombres haga quien quiera pueblos” no tendría ningún significado entre nosotros y sería un imperdonable error a esta altura de tantos sacrificios de los mejores hijos de la Patria.

La esencia de las transformaciones resume el ideal martiano de incrementar la labor utilitaria de la educación de los ciudadanos, hasta hacer de ellos una fuerza activa e incondicional defensora de la nación.

Cuestionaba el Maestro...” ¿qué escuelas son estas donde sólo se educa la inteligencia? Siéntese el maestro mano a mano con el discípulo...” reclamaba.

Para el Apóstol, instrucción era una cosa, educación: “el modo de pertrechar a los hombres para vivir útiles en su suelo. Se ve que con saber leer, escribir y contar a los 15 años, la inteligencia no queda disciplinada, ni el carácter dispuesto, para entrar con poder y conocimiento en la faena de la vida”.

“El verdadero objeto de la enseñanza es preparar a las personas para que puedan vivir por sí decorosamente, sin perder la gracia y generosidad del espíritu, y sin poner en peligro, con su egoísmo o servidumbre, la dignidad de la Patria”, aseveraba.

El Maestro defendió los planes de estudios eficaces, donde cada conocimiento respondiera a una necesidad; la esterilidad de las asignaturas empobrecía y tenía que desterrarse. “Las escuelas de abecedarios deben ser sustituidas por las escuelas de acto”, defendió.

Para el Héroe Nacional valía la creación de centros estudiantiles revolucionadores, fundidos con la realidad de la vida, en los cuales se aprendiera a pensar, no transmisores de retórica, ni nominalistas, disecadores de espíritus.

Fue un severo crítico de la enseñanza anquilosada de su época. La escuela era para Martí un pórtico de la vida de donde se tenía que salir franco, fuerte, con conocimientos y el modo de vivir con decoro; lo contrario, decía “... se formarán suicidas, pero no hombres.”

Siempre consideró que “educar es poner coraza contra los males de la vida” y en amplio concepto, la formación recibida en la escuela es para preparar al hombre para vivir bueno y útil en la sociedad.

Sería una óptica bastante limitada de utilidad, si la consideramos solo la preparación profesional de alguien, su competencia para desempeñarse en un determinado puesto, ajena a sus valores, sin tener en cuenta sus virtudes, en otras palabras, magnífico ingeniero, genial licenciado, colosal doctor y una gran basura como persona.

No solo pondero el papel formador de la escuela cubana, sino la necesaria postura de los hogares con los hijos, porque “así, desde los juguetes del niño, se elaboran los pueblos”.

La actitud de los hombres, a la hora de medir competencia, no deberá obviar esta parte. Instrucción y educación son diferentes.

A los profesores, decisivos en esta tarea, dedico este mensaje, por su día.
 Hilda Pupo Salazar
Author: Hilda Pupo Salazar
MÁS ARTÍCULOS DE ESTE AUTOR
Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

Escribir un comentario