Orden, disciplina y exigencia
- Por Maribel Flamand Sánchez
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Sobre temas diversos se debatió en aquel fórum espontáneo protagonizado por quienes esperaban por la apertura del mercado. Los que ejercemos esta profesión compartimos el criterio de que las colas suelen ser sitios perfectos para sopesar temas presentes en el interés y el desasosiego de las personas.
Entre las cuestiones tratadas fueron mayoría aquellas relacionadas con la solidaridad y el humanismo que caracterizan al cubano y que, de acuerdo con el consenso colectivo, pierden terreno ante manifestaciones de egoísmo, ingratitud, especulación y consumismo, tanto por la deformación de la educación familiar como por políticas imperiales estructuradas e intencionadas para sembrar antivalores y que la internacionalización cada vez más acentuada de los procesos políticos-culturales, auxiliada por la internet, facilitan.
Preocupación común resulta, igualmente, el comportamiento irrespetuoso del ciudadano hacia las normas de convivencia pública y la impunidad, ¿aparente o real? que se aprecia ante hechos y conductas reprochables y reiterativas. Que las personas desaprueben esas actitudes, que manifiesten inquietud ante la supuesta falta de castigo a los transgresores no es suficiente, faltan acciones efectivas y mancomunadas.
El “fórum” me recordó una brillante intervención del General de Ejército Raúl Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, a propósito del asunto y que resulta válido recordar por su vigencia: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de Periodo Especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás.
“Así, una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, la ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de recursos forestales, el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas, el asedio al turismo y la infracción de lo establecido en materia de seguridad informática.
“Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad.
“Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez, el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras.
“Se ignoran las más elementales normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos.Lo más sensible es el deterioro real y de imagen de la rectitud y los buenos modales del cubano. No puede aceptarse identificar vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con el progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia.
“La pérdida de valores éticos y el irrespeto a las buenas costumbres puede revertirse mediante la acción concertada de todos los factores sociales, empezando por la familia, la escuela y la promoción de la Cultura, vista en su concepto más abarcador y perdurable, que conduzca a todos a la rectificación consciente de su comportamiento.
“Es hora ya de que todas las cubanas y cubanos dignos, que constituyen indudablemente la mayoría, hagan suyo el deber de cumplir y hacer cumplir lo que está establecido, tanto en las normas cívicas como en leyes, disposiciones y reglamentos.
“Los dirigentes desde las instancias nacionales hasta la base, deben abandonar la pasividad y la inercia en su conducta; deben dejar de mirar al otro lado, cuando el problema está aquí, para no verlo. Basta ya de tener miedo a buscarse problemas en el cumplimiento de nuestros deberes, y asumir como propia una mentalidad de orden, disciplina y exigencia”.
El enfrentamiento a la indisciplina social no puede convertirse en una campaña más, sino en un movimiento permanente cuya evolución dependerá de la capacidad de movilizar a la población y a los diferentes actores de cada comunidad, sin excluir a nadie, con rigor e intencionalidad política.