¡Llegaron los libros!
- Por Liset Prego Díaz
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La escuela conserva el silencio de las mañanas, es un edificio de la primera mitad del siglo XX, por eso tiene la magia de lo añejo, pero adentro todo es orden y un cartel anuncia nuestro arribo.
¡Llegaron los libros! Exclaman desde el interior. Y nosotros a bajar las cajas y a ordenar y explicar a los curiosos que se acercan que estos son de colorear y los otros para niños más grandes, o más despiertos. Aquel es simpatiquísimo y ese tiene figuras para recortar.
En la escuela primaria Manuel Ascunce Domenech tienen especial gusto por la literatura, pero eso se fomenta, no es resultado de la generación espontánea. Allí, hace ya varios años, bajo la sombra de un árbol enorme, Rubén Rodríguez presentó El Garrancho de Garabulla, y vuelve con su reedición para que los niños de hoy conozcan su obra.
Rubén les habla de este y los libros de la saga de la que escribe ya el quinto volumen y ellos, fascinados acceden al juego que proponemos: una conferencia de prensa donde son periodistas y entrevistan al autor. Quieren saberlo todo: de dónde salen las ideas, qué tiempo toma, cómo se hacen los libros y allá, al fondo del aula inquieren: cómo se arregla una vida complicada.
En estos aprietos nos ponen los niños, pero Rubén se viste de sabio y le da un buen consejo. Es tiempo de hablar de otros títulos, pero el murmullo nos pone a prueba, están inquietos porque los libros en venta esperan por ellos, y no los detenemos más, los dejamos ir a su encuentro.
Es otro día y otro escenario: el salón Abrirse las constelaciones, en Ediciones La Luz. Por supuesto, aquí también se habla de libros. El público infantil siempre impone retos, y los de este día, niños de ciudad, preadolescentes, nativos digitales, nos desconciertan con su particular habilidad para encontrar significados más rápido en el móvil que en el diccionario.
La moraleja de este mañana: más vale el saber descubierto que el camino del descubrimiento. Cualquier sendero es válido si de buscar el conocimiento se trata.
Jugamos, cantamos, hacemos bromas, leemos poemas, empeñados en la seducción, tratando de sembrar una semilla fértil, creemos que es posible y no importa si es un tablet o entre los libros que aquí nacen, porque lo verdaderamente importante es mostrar las infinitas puertas a universos posibles que la lectura ofrece.
Otro día, otra escuela, otros niños, pero de alguna manera los mismos. Siempre son los mismos, curiosos, aventureros, ocurrentes. Llevamos una antología poética Dice el musgo que brota. Veo en sus caras el alivio. Según me cuentan de no haber llegado, estarían copiando lecturas parte de la tarde.
Son apenas un puñado, mientras me presento uno arrastra una silla haciendo mucho ruido, no entiendo qué pretende y sigo en mi explicación de dónde soy, a qué vengo, como si aquel que parece jugar tetris con el mueble, no estuviese allí. Unos segundos más tarde ha acomodado el asiento frente al aula y me dice:
- Siéntese, profe.
(Primer flechazo) Les hablo de lo que se hace en una editorial, de quienes escribieron este libro, de sus ilustradores, del significado de la palabra antología. Leo varios textos, hago voces y les pregunto sobre su contenido.
Uno, tan rubio como debió haber sido el Principito de Exupery, me dice que ha leído otros libros, como El Garrancho de Garabulla, yo pienso que siempre ando con Rubén Rodríguez a todas partes, sea o no visible.
Entonces la conversación se mueve hacia aquel libro y sus personajes y empiezo a hacerles spoilers de las otras partes. El caballerito que me cedió la silla quiere saber de Los niños más insoportables del mundo. Una niña quiere que le cuente el final de La retataranieta del vikingo. Todos insisten en que venga Rubén la próxima vez. (Segundo flechazo)
Estoy oficialmente encantada por estos muchachos que quieren saber los finales de las historias con avidez. Vuelvo a Dice el musgo… Quieren ver las imágenes y les presto el libro. Lo miran de cerquita, las páginas pegadas a los rostros de pequeños de 10 años de la escuela para niños ciegos y débiles visuales La Edad de Oro, de Holguín.
No es tan difícil, me digo, hacer que los niños vayan a los libros. Este es el camino, llevar los libros a ellos. Antes de decir que no leen, que no tiene el hábito, debemos mostrarles lo que encontrarán, darles pistas, ser verdaderos promotores, que no es cumplir un plan de actividades, poner un libro en una vidriera, hacer una feria enorme, esos son pasos, la verdadera conquista empieza leyendo, contagiando desde el auténtico placer por la literatura.