Mujer de campo y de flores
- Por Yenny Torres
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Atiza el fogón y pone a hervir el agua. Alista el colador. Mientras está todo en su punto va al baño, cambia por ropa la bata de casa y se recoge el pelo. Cuela el café, tuesta el pan, hierve la leche, prepara el revoltillo e inicia la jornada.
Las madrugadas no suelen ser frías más allá del sudor. Se le adelanta a las gallinas para cuando bajen del palo dispersar enseguida el maíz en el patio. Agarra el cubo y la escoba. Ayuda a alimentar los puercos, incluso con el salcocho que dejó cocinado anoche, luego empieza a limpiar los corrales.
Es una tarea que repite en las tardes y que requiere de medio jabón para después quitar el impregnante olor que deja. Un cuarto de perfume encima y “el aroma” parece seguir en la nariz.
Alista los muchachos para la escuela y le pone presión a los frijoles del almuerzo. Como vienen hoy los obreros, deberá cocinar un poco más de arroz e incrementar con las viandas. También “inventa” una merienda. Limpia la casa. Barre los extensos patios, poda el jardín y busca el telón para cuando vengan a desgranar el maíz.
Friega y vuelve a fregar, sacude, lava, tiende, acomoda. Recoge el café, lo extirpa y lo pone a secar. En una semana podrá tostarlo y hasta molerlo si hace falta.
Ha visto que al ovejo se le infestó una pata y se preocupa porque se cure inmediatamente, que se desparasiten los chivos y se le eche vitamina al agua que toman los pollos.
Apenas queda tiempo para pintarse las uñas y el pelo, pero se las ingenia para hacerlo, lucir bien y conquistar cada día al guajiro de sus sueños.
El 16 por ciento de las asociadas a la Anap en la provincia de Holguín son mujeres, pero la cifra bien que puede ser superior, porque la mujer, aunque no vaya al campo (que a veces sí va), es el apoyo del hombre, la compañera de esfuerzo y tesón, la sensibilidad vestida de resistencia.
La realidad de los campos cubanos se ha modificado, la electricidad ha humanizado la labor. El desarrollo cultural, la moda inundan los rincones, pero el sacrificio es invariable. El trabajo bajo el sol, el azadón, la responsabilidad de criar animales son siempre una tarea difícil. La mujer rural marcha con los tiempos, duplica los esfuerzos, pero sobre todo, pone en alto las esencias de mezclar ahínco con amor.