¡Cuánta tranquilidad!
- Por Yenny Torres
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Para alguien a quien no la despierta un sacudión, pero sí el sonido del agua derramada por una pluma abierta; que persigue las lámparas encendidas; los ventiladores refrescando la cama vacía; que sufre por todo y todos fuera de “línea”, y no me refiero a la recta sobre estar delgado, sino a lo filosófico de la moral, la ley, la ética, el bien…para alguien así ver cómo la gente se implica en el ahorro le produce una tranquilidad enorme; aunque pudiese parecer contradictorio en tiempos de exacerbación.
De tal palo tal astilla, reza el refrán, por eso es de esperar que en casa del abuelo, la tía, mamá se encienda solo un bombillo en las noches, (pese a que por el servicio de tendedera no usen hornilla eléctrica, refrigerador, ni otro equipo de más consumo siguen restringiéndose) - porque es lo que se puede y debe hacer por el país.
En estos días apenas pasan las guaguas y para muchos ha mejorado el transporte, no es ironía, es que al parar los carros estatales en las paradas, la gente se va más rápido. Aunque no tenga el mismo destino, las personas se montan para adelantar, pues tienen la seguridad que luego otro transporte pudiese completar el recorrido.
Mención aparte del compromiso o sentimiento, un buen indicador para medir por qué el cubano ha resistido y resiste tanto es el carácter. En medio de la situación se conversa de los problemas hasta con desconocidos, que se solidarizan. Se ríe hasta por las estrategias que otros usan para ser los primeros en montar si un auto para. Se compra un candil, una hornilla de carbón, una vela… porque más vale precaver. No se protesta se asume el contexto.
Durante esta semana en el esfuerzo por llegar al trabajo encontré a un policía al que muchos aplaudieron. Con un par de oraciones elocuentes convencía hasta a los particulares para que dieran un aventón. Se sabe que en estos casos no es obligatorio, pero siempre es bueno un ejercicio de conciencia. Pasó un carro de la iglesia vacío sin detenerse, a lo que el oficial exclamó - es aquí donde se muestra el amor al prójimo. Seguro el chofer por la velocidad no lo escuchó, pero todos se regocijaban de apreciar en aquel joven las palabras adecuadas para cada caso, el esfuerzo por realmente ayudar.
Un acto como este es pie forzado para el debate. Enseguida afloraron historias de la religión, los vecinos que van a la iglesia, los mandamientos bíblicos, en fin, una valoración desde todos los ángulos. En las paradas se producen reflexiones colectivas, que se prestan para exquisitos trabajos antropológicos.
Una señora cuenta su historia de unas semanas atrás, de cuando en La Plaquita, cansada de tantos –voy hasta allí, decidió montarse y decir-hasta allí voy yo. El riesgo se convirtió en tiro certero: el hasta allí resultó su misma casa en la localidad de La Ceiba. Ahora la situación ha cambiado, aunque quedan rezagados evasores, debe decirse la ruta a transitar.
Hoy la figura de nuestros líderes se afianza. La estocada de Trump ha servido para incrementar el amor del pueblo hacia sus dirigentes, quienes reinventan estrategias de desahogo a cada paso. Aunque pudiese parecer contradictorio en tiempos de exacerbación, ver cómo la gente se implica en el ahorro y se hermana produce una tranquilidad enorme.
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