De(s)precios por el otro
- Por Liset Prego Díaz
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Salarios que suben y precios que deben ser atraídos por la fuerza de gravedad hacia el centro de esta tierra, eso es trending topic entre los cubanos. Los síntomas de cualquier malestar social se reflejan en las redes sociales y en los diálogos que sostienen muchas veces nuestros conciudadanos con desconocidos en paradas de guaguas y transporte público, colas y salas de espera y casi siempre despojados de filtros.
Entre esos atisbos de realidad con que construyo a diario el diagnóstico del paciente País, recuerdo ahora la frase de un bicitaxista: “yo me doy a respetar con esto” (aludía a su vehículo). Y aquí es visible esa lesión abrasadora que es la alteración de precios que no mejora solo con analgésicos, según este individuo la carne de cerdo también se la vendían a 35 pesos la libra lo cual justificaba que él cobrara lo que le viniera en ganas. La carne vale lo mismo para todos, pensé. Pero no veo a nadie de los servicios básicos con una caja registradora para cobrar por su trabajo a los beneficiarios.
Asoma aquí la licantropía, ciertos bisos de ese mal anunciado hace más de un siglo: el hombre convertido en lobo del hombre…y de la mujer. Espero que no sea contagiosa la patología que advierto, cada vez más frecuentemente para mi disgusto.
Vivimos tiempos complejos y la razón parece volverse tan relativa como la verdad. Quienes padecimos el infame periodo especial sin carne propia, asistimos alarmados a la que se anuncia como spin off de esa serie dramática en vivo y a todo dolor. Pero no nos puede vencer el pesimismo. Sacudir la cabeza no eliminará estos pensamientos, apagar la televisión no hará desaparecer esos augurios, lamentar lo que puede parecer a algunos un karma fatídico para una isla asechada y agredida de todos los modos maquiavélicos imaginables, no cambiará el actual estado de cosas.
Enfrentar la agudización de esta dolencia no depende solo de la voluntad gubernamental, que se esfuerza en un complejo ejercicio de equilibrio para mantener las garantías a las que estamos tan acostumbrados que perdemos de vista su valor. Todos somos Fuenteovejuna.
A este pueblo no lo sostendrá ni empujará hacia el confort y la prosperidad, consignas, la improvisación ni la desidia. Ya se ha dicho. Pensar que es deber de los otros favorecer el progreso, mientras criticamos con más saña que voluntad constructora, no ha sido ni será la solución.
No será destrozando a mordidas a los otros a fin de saciar nuestras necesidades; sangrando bolsillos ajenos con precios escandalosos, ni compadeciéndonos de la emergente autofagia, que superaremos las carencias provocadas por amenazas externas e ineficiencias internas. Compete al Estado regular con mano firme la política de precios y buscar un equilibrio razonable para que esos altísimos valores sobre los costos de las mercancías que se expenden en las tiendas en divisa, no sean lesivos a la economía doméstica. Hay que buscar la justa medida de la supervivencia, de lo contrario si esperamos el milagro de la sanación, dentro de un breve tiempo nos habremos dañado tanto los unos a los otros y a la nación, que no quedará nada bueno que salvar.
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