La “Sombra inmortal” de Agramonte

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Ignacio Agramonte en Combate

 

En una Historia repleta de héroes valientes, Ignacio Agramonte logró inmortalizarse por méritos propios. Coraje nunca le faltó, es cierto, pero además, resumía en él a la vez el arrojo temerario y la más humana sensibilidad. “Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella - diría Martí- su luz era así, como la que dan los astros…”


Más allá de metáforas, la presencia de Agramonte realmente irradiaba su propio brillo por donde pasara. Apenas tenía 27 años cuando se sumó a las luchas independentistas. Hombre de leyes y de amplia cultura, participó activamente en la elaboración de la Constitución de Guáimaro, mientras en el campo de batalla alcanzó los grados de Mayor General.


Allí, encontró el patriota la forja de un líder militar. Organizó la caballería camagüeyana, una de las fuerzas más disciplinadas y eficientes del Ejercito Libertador, realiza en la manigua talleres de guerra y es el responsable de muchos de los ataques victoriosos y hazañas brillantes de la Guerra Grande.


A El Mayor se le suele recordar por la proeza en el rescate del general Julio Sanguily, por su lealtad a Carlos Manuel de Céspedes, pese a sus discrepancias, su compromiso con la causa libertaria y el amor infinito a su familia. “Tu deber antes que mi felicidad”, le diría su esposa Amalia, porque incluso ante el dolor de la separación, la verdadera dicha estaba en un futuro libre, para ellos, para sus hijos…y por ese ideal luchó hasta el final de sus días.


Su muerte, como suele ocurrir con los hombres de su estatura, no está exenta de conjeturas y dosis de polémica que, muchas veces, desvirtúan lo acontecido en Jimaguayú aquel 11 de mayo de 1873 y simplifican la caída de uno de los más valerosos patriotas cubanos.


Algunas de las versiones aseguran que fue solo una escaramuza en la que Agramonte, llevado por el ímpetu, abandonó su puesto de general y tomó el de un soldado de filas; en otras, se afirma que fue víctima de una traición. Sin embargo, lo cierto es que el último combate se prolongó por casi una hora, las condiciones del terreno eran adversas para las tropas mambisas, incomunicadas en gran medida, y la desventaja era clara.


La orden de retirada dada por Agramonte se conocería tarde y a última hora, un grupo de tiradores, camuflados entre la hierba alta, le dispararon. El proyectil alcanzó la sien derecha, la muerte fue instantánea y la conmoción entre sus subordinados, impactante. Lamentablemente, el cuerpo del héroe no pudo ser rescatado y quedó a merced del enemigo.


La caída de El Mayor, lejos de verse como la consecuencia de un impulso guerrero, es ejemplo de la fuerza moral de un oficial que no presenciaba la batalla desde la distancia, sino desde la primera línea, porque entendía el espíritu rebelde como parte del deber.


“Sombra inmortal” llamó José Martí a quien, además de la fuerza del cuerpo, mostró la virtud del alma y la grandeza de la mente en el cuerpo de un solo hombre, cuya imagen, como evoca su canción “a la distancia de 100 años, resucita”

 

 

Susana Guerrero Fuentes
Author: Susana Guerrero Fuentes
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Licenciada en periodismo. Siempre es un buen momento para contar historias

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