Trámites: buscar alternativas

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Me escribe un lector, para quien, varias veces, la solución de un problema confluye en una verdadera odisea.
El que debe atenderlo no aparece en su oficina, cuando lo buscan, todos les dicen que es el único con responsabilidad para esa asunto, por su jerarquía, pero no saben cuándo llega y mucho menos dónde está.

Lo mandan a presentar un papel, después un cuño, más tarde una firma autorizada, y otros avales inservibles, al final más de un mes complicado en tal tira y hala, sin solucionar, tal parece, afirma: “Somos enemigos de nosotros mismos”.

Resolver algo no debe ser una agonía, mas ahora que vivimos momentos muy difíciles con una pandemia que azota al mundo, aparecen poco los alimentos y, en el caso de Cuba, un cruel bloqueo yanqui, con unos de 60 años, daña la entrada al país, de insumos necesarios.

Debe causar placer ser servidor público, atender con total amabilidad al compatriota y si no aparece lo ideal, hallar alternativas con la voluntad de ayudar, porque en medio de las dificultades, quien busca un determinado trámite, se siente contento si es excelentemente tratado.

Pero hay quienes parecen gozar si hace pasar trabajo a los restantes y no se molestan en esforzarse para contribuir a enmendar el problema, prefieren mejor decir: No, eso no está en mis manos y “no me expongo a que me boten”.

Uno se pregunta hasta dónde llega la negatividad, porque hay aspectos muy difíciles de entender, con soluciones que hasta son lógicas.

Podemos reflexionar juntos: En un gallinero vivían dos gallos, que nunca tuvieron un conflicto, compartían el lugar en paz y en armonía. Un cierto día el granjero, trajo al corral una gallina hermosa y altanera, de la cual se enamoraron los dos a primera vista.

Así que pasaron de ser amigos, a ser rivales, a competir por el amor de la bella gallinita.

Decidieron enfrentarse en combate, y el vencedor se haría acreedor del amor de la “dama”. Pelearon largo rato, hasta que el más fuerte, se fue del brazo del ave y el otro se retiró al fondo del corral para llorar su pena.

El vencedor se subió al tejado para hacer alarde de su triunfo y comenzó a gritar para que los vecinos se enteraran de ello. Con tan mala suerte que un buitre lo escucho y, sin dudarlo, se abalanzó sobre él, terminando con su vida y su soberbia.

Moraleja: Es preciso ser modesto cuando se gana una acción.

 Hilda Pupo Salazar
Author: Hilda Pupo Salazar
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Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

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