Merengues y Culés en una rivalidad histórica
- Por Claudia Patricia Domínguez
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Emborronar unas cuántas líneas de fútbol y no dedicarlas a la furia roja sería como pedirle a un sacerdote que diera misa de domingo sin su Biblia. No porque sea la mejor o una de las que goce de mayor popularidad en Europa, ni siquiera porque nuestras raíces coloniales nos lleven “instintivamente” hacia la madre patria, aquello que realmente hace de la liga española atractiva para sus aficionados es la rivalidad entre sus dos mejores clubes: el Real Madrid y el Barcelona.
A simple vista puede parecer una cuestión banal entre seguidores de uno u otro equipo que disfrutan a tope todo lo que este espectáculo deportivo genera; sin embargo, los inicios de esta disputa no se basan, precisamente, en los goles que hacen a Messi (642) máximo goleador de la historia del fútbol en un mismo club o los sorprendentes resultados de los jugadores del Madrid al ganar la liga en este 2020. Sus orígenes vienen mucho más atrás, específicamente en la temporada 1915 – 1916.
La copa del rey, torneo que se celebra en España todos los años entre las mejores selecciones de ese país y dedicada a sus majestades, fue testigo del primer gran suceso con el que se arribó a la que sería la mayor rivalidad histórica, futbolísticamente hablando. En medio del fulgor y la pasión que desata este tipo de competición cuando se llega a la semifinal se enfrentan el Real Madrid y el Barza, la ida correspondió en el estadio Nou Camp donde se impuso el conjunto culé 2-1; mientras que en el Santiago Bernabéu durante el partido de vuelta los merengues ganaron 4-1.
Pero, en aquellos años no contaban doble los goles de los visitantes ni se hacían rondas de penales hasta que uno de los jugadores embestido de cansancio falla frente a la portería, sólo se tenía en cuenta la cantidad de partidos ganados y de esta forma tuvieron que ir a desempate en un espectacular juego que finalizó 6-6, lo que invariablemente provocó un segundo encuentro donde la selección blanca se llevó el pase hacia la final con una diferencia de dos goles por encima de los catalanes.
Cuando parecía que la actuación de estos 22 jugadores había finalizado la prensa de Cataluña y su gran poder persuasivo culparon a los árbitros de la derrota, de este modo al celebrarse la final en Barcelona entre el Madrid y el Athletic de Bílbao se creó un clima hostil tan intenso que llegaron a ser apedreados los jugadores madridistas, es de suponer que en un ambiente así el resultado haya sido 4-0 a favor de los bilbaínos.
Ese día los dos equipos que hoy son los más seguidos del mundo, firmaron una sentencia que marcaría no solo a los jugadores y espectadores del momento, sino a todas las generaciones que desde entonces llevarían bordadas en la camiseta de su uniforme las iniciales FCB (Fútbol Club Barcelona) o RMFC (Real Madrid Fútbol Club) y por consiguiente a todos los aficionados que desde las gradas de un estadio o frente al televisor disfrutan como nadie la victoria de su equipo.
Ese día los dos equipos que hoy son los más seguidos del mundo, firmaron una sentencia que marcaría no solo a los jugadores y espectadores del momento, sino a todas las generaciones que desde entonces llevarían bordadas en la camiseta de su uniforme las iniciales FCB (Fútbol Club Barcelona) o RMFC (Real Madrid Fútbol Club) y por consiguiente a todos los aficionados que desde las gradas de un estadio o frente al televisor disfrutan como nadie la victoria de su equipo.
Sin embargo, estas diferencias que debían haber quedado en el campo de fútbol han trascendido las fronteras del estadio para convertirse en blanco de diana de problemas políticos y hasta económicos. El primero, tiene su raíz en el régimen franquista, ya que el general utilizaba métodos de humillación hacia el equipo de Barcelona, los cuales se extendían a esa región e incluso, en 1953 cuando el equipo catalán pretendía incluir en su plantilla al mejor jugador del mundo-en ese momento- Alfredo di Stefano de Argentina llegó a establecer una ley en la que previno la entrada de jugadores extranjeros en el país, excepto si tuvieran contrato compartido con el Real Madrid.
Conflictos como éstos abrieron un abismo de contradicciones entre las diferentes regiones ibéricas, las cuales no logran ver en el fútbol el placer lúdico que este deporte significa, sino una constante batalla identitaria que ha ido sumando granitos de arena y ha propiciado la solicitud oficial por parte de Cataluña de constituir un país independiente, pero bueno este será motivo de otro comentario. Así que volviendo al tema que nos compete no podemos dejar a un lado una arista tan importante como la vía económica que en este deporte más que en ningún otro, cobra gran notoriedad.
Los anuncios de televisión y la creación de figuras mediáticas a partir de la valía de los grandes jugadores solo exacerban la gran rivalidad que lejos de tener su núcleo central en el disfrute del deporte más apasionante del mundo, lo tiene en los millones de euros que genera toda esta publicidad, ganancia que no irá a parar, mayormente, en aquellos que sudan la camiseta durante los noventa minutos del partido.
Entonces cabe preguntarnos ¿acaso ser “madridista” o “barcelonista” significa asumir una corriente política determinada? Para muchos puede que sí y para otros quizás solo sea cuestión de afinidad geográfica o de gusto personal por el desempeño de algunos de sus jugadores.
Aprendamos a disfrutar de esta rivalidad y no dejemos que empresarios y políticos ensucien nuestra afición con competencias absurdas. Lionel Messi, Sergio Ramos, Antoine Griezmann y Karim Benzema demostrarán su talento en el terreno y allí los apoyaremos; sin importar que seamos “merengues” o “culés”.