Al principio, cuando en Holguín se apostó por el desarrollo local en aras de reordenar espacios urbanos en función de la cultura, prestar mejores servicios gastronómicos y fomentar la gestión estatal, siempre hubo quien mencionó a la locura y los tildó de utópicos. Asociarse a una actividad donde parte de los ingresos tributaría a la conservación de la ciudad, el rescate de edificaciones, entre otros fines, parecía, en efecto, demasiado pretencioso.