Vivir para ambos
- Por Iriannys Torres Miranda
- Hits: 2653

Terminaba una prueba de Educación Física cuando lo vi por primera vez. ¡Lentes sensuales! Aclaro que antes de él todos los lentes del mundo me atraían porque pensaba que siempre descansaban en rostros de chicos inteligentes. Experiencias posteriores desmintieron mi teoría. Luego vino él a reafirmarla y me confundió. Sí. Siempre culparé a esos oportunos espejuelos.
No nos emocionó sobremanera su llegada, éramos demasiados en el grupo y lo que menos necesitábamos era otro en la “competencia”. Eso le escuché decir a muchos mientras yo me deleitaba con sus controversias filosóficas en aquellos turnos que algún lejano día me aburrieron. Hoy los disfruto. Y se trata de él. Todo se trata de él. No exagero. Tampoco peco de “cursi”.
Lo imaginaba callado, tímido quizá. Me equivocaba. Perdí la cuenta de cuántas veces bromeó conmigo antes de que tuviéramos la más mínima dosis de confianza. Dicen que así me conquistó. Yo declaro que nunca me han gustado sus bromas. Ni me gustarán. O al menos no todas. Es necesario confesar que de vez en vez se gasta una elevada cuota de ingenio en sus chistes. Aún así. No me gustan.

Al desconocido y orgulloso chico de la capital ya no parecía desagradarle tanto la idea de estudiar acá, a cientos de kilómetros de su hogar.
Una amiga se percató de lo nuestro incluso antes que nosotros. Bromeó varias veces con el tema. Yo me sonrojaba mientras lo veía nervioso. Le pedí que detuviera el juego, pero yo quería seguir. Cada vez que lo hacía él se delataba un poco más.
Ya lo dije: muchacho orgulloso. Nunca me hubiera dicho por lo claro qué le sucedía conmigo. Lo descubrí cuando al vernos tan cercanos alguien le preguntó: “¿Es tu novia?”. “Todavía.” Una palabra bastó para imaginarme el resto de nuestra historia. Ahora declararé a mi favor: mis ilusiones no distaron mucho de la realidad.
Un hombre sabio dijo que no existe nada más relativo que la realidad. Yo creo que no hay nada más subjetivo que la nuestra. “No existe nada más poético”, diría él. Me parece escucharlo.
Nuestra historia ha sido para ambos una vuelta de tuerca. De las insólitas, de esas con final impredecible. Tal vez, de las que no tienen final. Pocas personas deciden con apenas diecisiete años unirse para siempre a alguien y sobreviven para contarlo. Pero heme aquí. Soy feliz. Disfruto una alegría sin precedentes y me complace saberme poseedora de tanta dicha. Los problemas están ahí, pero los deseos de preservar lo valioso también. Lo tengo y me tiene. Soy suya y mío es.
Nada nos complace más que las predicciones de intrusos. Muchos nos pronosticaron un mes a lo sumo y el calendario les ha tapado la boca.
No gustamos de San Valentín, mucho menos de un bebé en pañales con arco y flechas, ni del suculento marketing de cuanta empresa existe. Nos inventamos un aniversario distinto cada día. Vivimos así: arrancando lo efímero… No pretendemos versionar a los amantes que Shakespeare creó: no se trata de matar o morir uno por el otro, sino de vivir para ambos.
Comentarios