La cultura nos une

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Foto: Observatorio Cultural - Cuba
 
En los últimos días he visto a conocidos arremeter contra otros porque piensan de tal o más cual manera. He oído a personas tratando de mensurar el arte, poniendo etiquetas sobre lo que es y lo que no, he visto amigos con miedo, he tenido la necesidad de usar varios filtros para encontrar la verdad en la avalancha informativa que llega por tantos canales informales que intentan nublar el discernimiento eficaz de las certezas.

Entre la baraúnda enfurecida que pide sillas y cabezas he pensado en Cintio Vitier, un martiano profundo, quien dijo: “Del estado podemos disentir; de la nación, en cuanto es un pueblo asentado en un territorio, podemos alejarnos, pero la nacionalidad, que en definitiva es cultura, nos une a todos”.

Sí, la nacionalidad nos une a todos. Por eso ¿cómo entender que un cubano quiera para sus conciudadanos la violencia, la inanición, el odio que fractura, el desorden? No, no es comprensible.

Admiro a los artistas que asistieron al diálogo, los que fueron cuando era menester a dirimir, desde la transparencia, las inquietudes y angustias de un gremio, entre ellos muchachos que actúan con claridad meridiana, dicen lo que piensan aunque disguste a otros, ya se sabe que es imposible agradar a la mayoría con cada uno de nuestros actos, pero estos jóvenes dialogaron de temas que han estado antes en los debates de la Asociación Hermanos Saíz, en Comités de Base de la Juventud, en una mesa de un café cualquiera, en un monólogo de una puesta en escena, en un verso destacando en la página impresa, en la secuencia de aquella película, en la tonada del trovador, en la pincelada precisa.

Ahora me dirán, “yo no me meto en política”, lo siento, pero no hay nada como un arte apolítico. No hay posibilidad de que el arte emerja desasida de sus circunstancias. Sin que en ella se levanten declaraciones puntuales, posicionamientos, asunciones, la subjetividad del creador atravesando el hecho artístico, es “meterse en política”. No pequemos de ingenuos.

Todavía hay tantos artistas comprometidos con su tiempo en este país, con la construcción de un sistema de justicia social. Hay tantos jóvenes y personas de más camino recorrido que, si bien buscan cambiar lo que debe ser cambiado, saben que hay cuestiones no negociables, que pueden distinguir entre impostación y fatuidad para defender un proyecto social con todos y para el bien de todos, que reconocen la capacidad movilizadora del arte y la aprovechan para fundar. Existen aún tantos necios, perfectos necios que prefieren morir como viven, siendo coherentes.

Hay carencias, demasiado riesgo en medio de una epidemia que se ha vuelto impredecible, hay demasiada presión externa, limitaciones económicas, como para desgastarse en dimes y diretes estériles, cuando la obra mayor espera por tus manos.

No acabarán las inconformidades. Un ente sentipensante no puede encontrar armonía en el conformismo, porque es de revolucionarios la incesante búsqueda de la perfección, de la mayor suma de felicidad posible para la nación que habita. Las imperfecciones hay que debatirlas y solucionar aquello que se aleja del paradigma de nación que soñamos. Para ello, de seguro estarán abiertas, como hasta ahora, todas las puertas de la institucionalidad.

En los últimos días he visto actores ensayando infatigables; escritores regalando sus versos, armando un festival virtual del libro y la lectura; he presenciado la enconada batalla porque nazcan por fin libros soñados; he recibido con orgullo la buena nueva de que varios holguineros obtienen premios prestigiosos en el ámbito de la cultura; he multiplicado la noticia del nuevo disco de una agrupación prometedora; soy testigo como muchos, de la creación que no se detiene porque es de esencial vocación constructora, edificante. Y este panorama, aún frente a todo lo atroz que un pequeño grupo se empeña por posicionar, sigue siendo esperanzador.
 
Author: Liset Prego Díaz
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Yo vivo de preguntar… porque saber no puede ser lujo. Esta periodista muestra la cotidiana realidad, como la percibe o la siente, trastocada quizá por un vicio de graficar las vivencias como vistas con unos particulares lentes

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