Holguinera en otra vida

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Foto: Carlos Rafael.

Con cada paso dado sentía la misma sensación. Jamás había visitado a Holguín: era todo un reto. Entrar a la universidad traería consigo cautivadoras experiencias, pero jamás imaginé enamorarme de esta ciudad.

Recorriendo cada esquina sentía como si la conociera de siempre, pero no me era familiar aquello que admiraba con los ojos. Era raro, parecían muy míos los olores y sonidos, creadores ambos de la mejor apreciación de esta provincia.

Luego lo comprendí. Todos esos efectos causados, quizás eran un simple déjà vu. Sin que nadie intente decir lo contrario, estoy casi segura de haber sido holguinera en otra vida.

Aunque son dos vidas totalmente diferentes, mi presente y la que estoy casi segura ya viví, tienen algo maravilloso intacto. Con el devenir de los años la limpieza de las calles armoniza mis pupilas, las mismas calles que en el horario nocturno suelen convertirse en un entorno idílico para cualquiera de sus visitantes.

Pasaban las semanas y la vitalidad en las transformaciones de este lado de Cuba me hacían disfrutar de una imagen renovada en la estética y espiritualidad de un Holguín mejor. De esta ciudad soy admiradora hasta de sus profesionales, pero solo un lugar ha llamado mi atención; esos 458 majestuosos escalones que marcan el lugar donde, en el 2015, el Papa bendice la ciudad, conocido por todos como La Loma de la Cruz.

Subí con mis compañeros, y depositamos flores como reverencia a nuestras esperanzas, porque la fe humana mueve al mundo y todos los que residen aquí transmiten esa fe de generación en generación. Yo no podía ser la excepción.

En la Ciudad de los Parques la buena energía es palpable y la hospitalidad pasea de la mano con cada holguinero. Desde el día de mi llegada hasta hoy he sido partícipe de innumerables eventos tradicionales, pero ninguno lo disfruté tanto como las autóctonas Romerías de Mayo, esas que de la manera más sensacional saben conjugar las tradiciones y modernidad desbordados en arte.

Ahí iba notando que Holguín es parte de mí. Comencé a encariñarme con sus plazas, las calles, a admirar su arquitectura colonial… No cambio mi pueblo por nada, pero -sin duda alguna- llevaré siempre en el corazón la cotidianidad más sencilla que hace única esta urbe.

Sería imposible para mis manos escribir todos los lugares que he visitado en tan solo unos pocos meses que llevo desde que inicié como estudiante de Periodismo. Esos parajes naturales, playas de ensueño y lugares paradisíacos hacen honor a la tan célebre frase de Cristóbal Colón: “Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”.

Los días se me hacen cortos disfrutando de esta provincia. Sus riquezas culturales acaparan el lente de mi celular con cientos de fotos y videos de sus deslumbrantes paisajes por los que transito. Tal vez no exista otra vida y la reencarnación sea solo uno más de los tantos mitos que deambulan en nuestra idiosincrasia. Mas estoy segura de que si me dieran a escoger mi próxima vida, quisiera crecer en Holguín.

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