Dositeo y el Himno Invasor

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La noche caía sobre los campos de Camagüey como un telón de humo. La columna invasora, con sus botas polvorientas y machetes aún calientes, se detenía en la finca La Matilde. Allí, donde el amor de Ignacio Agramonte se había tejido entre las paredes, un joven comandante camagüeyano, Enrique Loynaz del Castillo, descubría en una ventana los versos ofensivos de un militar español. No los borró. Respondió con poesía.

Y en ese instante, como si la historia se hubiese detenido para escuchar, nació el Himno Invasor. Pero la música no se escribe sola. Maceo, con su mano mutilada por la gloria, ordenó que aquellos versos se convirtieran en melodía.

“Véame a Dositeo”, dijo. Y así entró en escena el capitán Manuel Dositeo Aguilera, jefe de la pequeña banda del Ejército Invasor, y por tanto un hombre de oído fino.

Dositeo no tenía un salón ni un piano. Tenía taburetes, piedras, y la urgencia de la patria. Loynaz tarareaba la melodía como quien sopla brasas, y Dositeo, con paciencia, la iba atrapando en notas. En media hora, el himno estaba listo.

Pero no era suficiente. “No se me contraríe si le hago una pequeña corrección…”, dijo Dositeo, bajando el primer compás para que la voz del pueblo pudiera alcanzarlo. Porque un himno no es para virtuosos: es para soldados, para madres, para niños que lo cantarán sin saber que fue escrito en medio de la guerra.

Al día siguiente, la banda tocaba el Himno Invasor. Y cuando la carga se lanzó en Mal Tiempo, las notas de Dositeo volaban sobre los cañaverales incendiados, empujando y dándole fuerzas a los mambises. El himno no solo acompañó la invasión hasta Mantua. Llegó a La Habana, tres años después, entre el estruendo de los cañones que saludaban al Ejército Libertador.

Manuel Dositeo Aguilera no aparece en los libros como héroe de machete. Pero fue él quien dio forma sonora al grito de libertad. Su música hizo que otros lucharan con más fervor.

En el himno hay una parte de su alma y el eco de una Cuba que se negaba a morir. Celebrar este 15 de noviembre el aniversario 130 del Himno Invasor es un acto que nos convoca a entonarlo con orgullo y gratitud porque mientras exista, Cuba seguirá marchando y "cada marcha será una victoria: la victoria del Bien sobre el Mal."


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