Al calor de un cine vacío
- Por Rolando Casals, estudiante de periodismo
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Este artículo contiene spoilers del filme Retrato de una mujer en llamas (2019)
El título de este texto tiene dos mentiras (bueno, “recursos literarios”, pero se entiende la idea). Primero, en el cine no hacía calor, pues cuenta con aire acondicionado (la entrada dejaba escapar buena parte de la brisa, pero la temperatura era más bien templada). Segundo, el cine no estaba vacío; si mal no recuerdo, rondábamos la veintena de espectadores.
Digo “cine vacío” porque múltiples hileras de butacas reclinables se ven un poco solitarias sin nadie encima, y digo “calor” para referirme a la conmoción que produjo (al menos a mí) el filme presentado aquella tarde.
Hablo de Retrato de una mujer en llamas (2019) o Portrait de la jeune fille en feu, en su idioma original. Celine Sciamma, su directora, nos trae una premisa que daría para un peculiar drama histórico: la pintora Marianne (Noemie Merlant) es contratada por una familia de aristócratas para retratar a Heloise (Adele Haenel), la joven heredera.
Aquí entra el componente de intriga: Heloise, al negarse a posar para sus retratistas, trata de postergar al máximo el matrimonio arreglado por su familia, siendo el cuadro una suerte de dote. Entonces, Marianne deberá completar el cuadro sin que ella se dé cuenta, haciéndose pasar por dama de compañía.
¿Conseguirá nuestra protagonista su objetivo? Sí, de hecho termina el cuadro bastante rápido, lanzando al garete esta premisa con tantas posibilidades para la tensión. Por suerte para todos, lo que prosigue supera con creces el gancho de los primeros compases.
Resulta que la obra confeccionada en secreto no impresiona a Heloise; siendo una pieza mediocre que Marianne destruye de pura frustración. Con un nuevo plazo para terminar el retrato y una modelo dispuesta a colaborar, el resto de la película va encaminado a desarrollar la relación entre ambas, que no tarda mucho en adquirir tintes románticos.
El filme avanza a un ritmo pausado, donde cada pincelada de diálogo, cada suceso por banal que parezca, sirve para perfeccionar ese retrato que es la trama misma del filme; retrato de las dinámicas personales y grupales entre mujeres de una época determinada, de la sororidad y el amor sáfico, a su vez trágico y enternecedor.
Reinterpretando el mito de Orfeo y Eurídice¹, se aleja de ofrecer otra versión rimbombante del amor imposible; peleas y grietas no faltan, pero el argumento posee la suficiente madurez para evitar que el desenlace se sienta típico. El filme emplea la mirada, como herramienta natural del pintor, para reflexionar sobre el deseo, el arte, el placer, reforzando el tono íntimo imperante.
Destaca también el excelente uso de la banda sonora en una película donde la mayoría de escenas son acompañadas por sonidos ambientales. La escena del coro de mujeres que culmina en la "mujer en llamas” posee una atmósfera onírica excepcional.
El concierto final cierra con broche de oro la película: el plano sostenido del rostro de Heloise pareciera dilatar el tiempo a medida que los violines de Vivaldi van quebrando, segundo a segundo, a nuestra coprotagonista.
Una interpretación sublime, suficiente para inflamar corazones solitarios en un cine del Caribe, suficiente para que el pudor desaparezca, para que el acto de aplaudir tenga todo el sentido del mundo.
1-Orfeo y Eurídice: Orfeo, héroe de la mitología griega con un don divino para la música. Tras la muerte de su amada Eurídice baja al inframundo para rescatarla. A Orfeo se le brinda la oportunidad de regresar a la superficie con la condición de no voltearse para ver a Eurídice durante todo el trayecto. En el último momento Orfeo no resiste la tentación, después de una última mirada, Eurídice es arrastrada de regreso al inframundo, esta vez, para siempre.