La resurrección de Hilda
- Por Milo García
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El olor a descomposición atrae pequeños cuerpos a su boca. Como un milagro vuelve a la vida y los escupe. Está encerrada en una caja de madera. No entiende nada ¿acaso murió? Golpea sin entender y entra polvo por una delgada línea. Decide ponerse boca abajo. Empuja con la espalda. Abre algo. Se asoma una mano en la tierra. Hilda Bustamante regresó de la muerte, del más allá, como quieran llamarlo.
Dicen que no se debe juzgar un libro por su portada, pero lo hice. Los colores llamativos y el título fueron una clara invitación. La segunda venida de Hilda Bustamante, de la autora Salomé Esper, parte de un deseo universal que todos, alguna vez, hemos o vamos a experimentar: volver a ver a esa persona que ya no está en el plano de la realidad.
Pensaba encontrar una historia onírica con toques de realismo mágico, donde se jugaría más con la resurrección, pero no fue así. Aquí la vuelta a la vida se trata como lo que es: un milagro, una locura, y aún así por momentos se olvida la imposibilidad de la trama por el alto contenido emocional.
Con el duelo como tema central, la autora indaga en las relaciones humanas, desde el amor entre madre e hija, el amor de pareja, la amistad y los sesgos por motivos religiosos; todo ambientado en un pequeño pueblo de Argentina, donde los cristales explotan y se escapan de sus marcos para hacerse añicos.
Dos devotos de la iglesia se arrodillan ante la resucitada, como si de un enviado de Dios se tratase. Dos pueblerinos en medio de un pecado gritan ante la presencia. El viudo observa aquellos ojos que cerró con sus propias manos. La hija adoptiva se paraliza. La nieta adoptiva se trepa en un cuerpo enterrado hace un año. El pueblo teme. La resucitada vuelve con una invasión de langostas por los aires.
Mientras leía recordaba a Pedro Almodóvar y su cine, donde la muerte, la maternidad y la amistad son temas recurrentes. Especialmente en su película Volver de 2006, donde se ahonda en la figura del “renacido”, una persona que vuelve del más allá porque tiene cuestiones que resolver en el mundo de los vivos. Ambas obras por separado logran desarrollar un elemento importante: el costumbrismo.
La segunda venida de Hilda Bustamante es un libro corto que sorprende, añade giros inesperados capaces de romper por dentro. Juega con el tiempo; los personajes viajan del presente al pasado, y viceversa, para contextualizar. El texto es triste –desgarrador podemos decir– pero a su vez es tierno, una ráfaga de aire fresco. El estilo, aunque sencillo, envuelve en un aire de nostalgia.
…Y ahí estaba Hilda, en vivo, sentada en el campanario de la iglesia, pasando el dorso de su mano muerta sobre su frente muerta secando un sudor repentinamente vivo. La cámara del canal local, que parecía ir hacia ella corriendo, detuvo su acercamiento desenfocando súbitamente cuando ella se dio vuelta y la vio, los vio, los vio. Sonrió en un plano americano borroso…
Aunque la primera incógnita como lector es: “¿cómo logró salir de su tumba?”, no se le da respuesta de forma literaria. Aquí lo principal no es el porqué de las cosas, sino cómo un grupo de personas reaccionan ante un hecho imposible –si se jalan el pelo, gritan o rezan–. Nos queda como lectores crear teorías o encontrar pequeñas pistas en el texto, quien sabe.