Cuestión de inteligencia, cultura y sentimientos
- Por Jaquelín Ortega Aponte
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La historia es una ciencia que nos permite conocer el pasado para entender el presente que vivimos y construir el futuro. Una de las principales razones por las que es importante estudiar historia en la actualidad es para entender los cambios de la sociedad y cómo surge la sociedad en la que vivimos.
El llamado que se nos hace a profundizar en el estudio de la Historia de Cuba va más allá de leernos un libro. Esta convocatoria debemos asimilarla como una lectura o estudio que nos permite asimilar y profundizar en conocimientos sobre los principales procesos, hechos,fechas,documentos y figuras que han transcendido en la historia y la cultura, porque eso es también la Historia: Cultura.
Muchos le atribuyen el término política. La Historia es forja y continuidad de tradiciones de hechos y procesos concatenados, que han posibilitado el desarrollo de las sociedades a lo largo de la existencia misma de la humanidad.
Por tanto, la invitación que se nos hace a su estudio priorizado es de las más sabias: ¿Por qué? Es una invitación al pensar, a establecer relaciones, a realizar acciones que te permitan organizar y procesar lo que lees con sentido lógico y puedas luego exponer los conocimientos adquiridos con sentido de tus propios razonamientos, que es lo más importante.
No se trata de memorizar lo estudiado, sino de ejercitarlo, para luego defender tus puntos de vista en el marco del debate franco, responsable y ameno. No se trata solo de profundizar en contenido, sino también en tus sentimientos y convicciones de amar a tu propia Historia. He aquí uno de los métodos fundamentales para lograr una correcta comprensión de lo estudiado.
Ahora la invitación que te hago es a entrar a una clase, pongámonos cómodos:
El profesor da las buenas tardes al grupo de estudiantes y se percata de que no todos le responden el saludo; en la mayoría existen semblantes de inconformidad. La cuestión está en que para ellos recibir la asignatura en el horario del quinto turno les resulta tedioso, expresan que “no le entra la Historia”; reto grande para el profe. Este es solo un ejemplo de lo que sucede en nuestras aulas.
En este caso estamos en presencia de lo importante que es lograr la unidad dialéctica que se establece entre los métodos de la enseñanza de la Historia, en los que desempeña un papel importante el maestro, como guía fundamental.
Horacio Díaz Pendás, considerado uno de los más importantes pedagogos cubanos, dedicado a este estudio, decía: “La verdadera sabiduría de un maestro es encontrar el camino hacia el corazón de sus alumnos”. Agregaba también que “la tarea no es nada fácil, pues existen tantos caminos como corazones”. Habitamos en un mundo en que algunos viven la desesperanza,pero los maestros, por fortuna, son optimistas incurables, nos empeñamos en las posibilidades de perfeccionar almas, aunque las nuestras estén rotas.
Por tanto, cuando se dan los primeros pasos como profesor, lo primero está en ganarse la autoridad y el respeto de los estudiantes y eso solo se logra con la calidad de las clases. Hay una realidad, cuando un docente ama su profesión, sus alumnos lo advierten, esta observación se hace importante y puede convertirse hasta en un método para la comprensión de la materia porque el primer convencido de la necesidad de eliminar el tedio es el `profesor.
Entonces logrará en sus discípulos el interés por el estudio, a partir, igualmente, del desarrollo de todas las alternativas metodológicas que considere necesarias, para trasmitir y educar. La clase de Historia debe ser interactiva, un acto único que no admite esquemas rígidos.
Acudamos a las anécdotas históricas como reflejo vivo de lo acontecido, no solo que salga de la boca del maestro, sino que sean los estudiantes los que simbolicen y narren esos momentos. Utilicemos la influencia emocional de la palabra, tan rica en matices, empleemos también la expresión corporal y facial. ¿Acaso no es el maestro un artista de la docencia?
No se trata de sacar lágrimas, pero sí de mover interés y pasiones en nuestros alumnos. De lograrse los estudiantes anhelarán que llegue ese quinto turno para disfrutar de la clase de Historia.
Dejemos los dictados que causan dolor en las manos y estimulemos el auténtico trabajo independiente e investigativo, siempre acompañado por una rigurosa voluntad de estudio. Superemos nuestras deficiencias y elevemos la labor educativa en pro de la enseñanza de la Historia de Cuba, hasta convertirla en lo que es: una labor de inteligencia, cultura y también de sentimientos.
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