Siéntese usted

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 En la actualidad, tal pareciera que la caballerosidad salió de gira.

“¡Señor, no vaya parado, pida el asiento de impedido!”, exclamaciones como esta se escuchan a diario en el transporte público. Están, por supuesto, los que fingen enfermedades y son “número 1” al premio de actuación; los que están dormidos; los que miran por la ventanilla, como si adentro fuera burbuja aparte de su realidad y, claro, los que sus audífonos no los dejan escuchar y, al parecer, tampoco ver. Todo, antes de levantarse y ceder el asiento a la mujer, el niño o el anciano que se encuentra de pie.

Las guaguas propician a diario este tipo de comportamientos, es entonces cuando la incomodidad te consume y el gritar por los necesitados te da el sobrenombre de “joven malcriada”.

Es frecuente encontrar, de 24 asientos, la mayoría ocupados por hombres sanos, jóvenes y fuertes; y, al mismo tiempo, personas con discapacidad, que aun teniendo su asiento, no lo reclaman y se quedan parados, enfrentándose a los: "un pasito más"; "apriétense un poquito "; "señora, me está exprimiendo el bolso". Es muy probable ser espectador de estos escenarios y a pesar de que la incomodidad se haga sentir en muchos, no se logra crear conciencia en la población.

Estamos perdiendo nuestros valores, si es una persona mayor o la señora de los mil bolsos, da igual; todos tienen ceguez avanzada hasta que llegan a su parada.

Encontramos, por supuesto, la chica joven acabada de subir y que automáticamente consigue asiento, porque el "caballero" de al lado le donó el suyo, pero nunca vio a la anciana que venía desde hace 10 paradas atrás. Triste además es ver a niños o embarazadas tratando de sobrevivir en los pesares del autobús, cuando a ellos les corresponden asientos y el del premio de actuación debería pararse.

¿Dónde está la solidaridad y la esencia de los cubanos? ¿Realmente importa más entrar y sentarse primero? Nuestra sociedad ha evolucionado, ya no es tan usual infravalorar a una mujer o darle el título de indefensa, pero la empatía, la cortesía y nuestros principios no deberían perderse tan fácilmente.

Nosotros, las generaciones actuales, deberíamos trazarnos metas en aras de que las futuras vengan con una nueva perspectiva, para que un día no seamos nosotros el anciano que va parado, la embarazada que casi aplastan o la señora aferrada a las barandas de la esquina. No podemos sembrar educación formal hoy y ver los frutos mañana, requiere de la práctica cotidiana y la educación desde pequeños.

En la actualidad, tal pareciera que la caballerosidad salió de gira; por esa razón, tomemos medidas, eduquemos a los que vienen y concienticemos a los que están, retomemos nuestros valores, devolvamos esas características y las buenas acciones por la que, tradicionalmente, resaltan los cubanos.


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