Holguín llora
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Mi ciudad sigue recogida; es un recogimiento espontáneo. No ha sido necesario decir al vecino “no pongas música” o “baja la radio”. Así es desde el viernes 18 del presente mes de mayo, tras regarse como pólvora la noticia del avión siniestrado a pocos minutos de su despegue del aeropuerto internacional José Martí con destino a Holguín.
Y desde ese momento hasta el cielo gris se ha unido a la congoja general, mientras que el tema principal de conversación y en cualquier lugar es el accidente aéreo, con los consabidos el qué y cómo pasó, quiénes eran y los miles de porqué.
Así, los que se saludan, después de días sin verse, casi lo hacen con temor y hasta dudan de preguntar cómo está la familia, porque la tragedia ha tocado a muchos de alguna manera y temen aumentar el dolor. Unos tenían a un pariente cercano o lejano en la aeronave, otros conocían a alguien de vista, a un vecino o al amigo del amigo...
Cómo ser de otra manera si fueron 67 hijos de esta provincia las víctimas de los 111 pasajeros del vuelo del Boeing 737-200. La lista de sus nombres y fotos se repiten y comparten entre unos y otros y es cómo viene a saberse de las muchas personas que de alguna manera las conocías, o a sus padres u otro familiar.
De esta forma supe que un compañero de mis años de estudiante en la “Fornet, hoy un reconocido cardiólogo del hospital Lenin, era el abuelo de la bebé más pequeña que viajaba en la aeronave junto a su joven madre, también médico de profesión; además de la pérdida de la administradora de la bodega La Estrellita, la China, a quien sus consumidores y otros muchos le agradecían que anduviera buscando siempre productos liberados para hacerles la vida menos complicada o de la hija de Amparo y nieta de mi amiga Emilia, Grettel, una de las tres sobrevivientes, que luchara contra la muerte durante tres días como gran guerrera.
Vi también por las redes sociales el rostro de María y recordé aquella constructora incansable cuyas manos contribuyeron a dejar cientos de obras bellas en la provincia; la del joven doctor que venía de vacaciones de Brasil, donde cumplía misión internacionalista, la de médico llorando por su hijo adolescente muerto en la flor de la vida y así una y otra imagen desgarradora que nublaron mi vista y apretaron el corazón.
Mi ciudad continúa recogida y llora por la muerte absurda, mientras espera a los hijos que faltan por llegar para darles el último adiós.
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También para eso estan los periodistas.