Prevenir por nuestros bosques
- Por Jorge Fernández Pérez
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El descubrimiento del fuego marcó un hito en el desarrollo evolutivo del hombre. Ese poderoso elemento lo dotó de poder e independencia para enfrentar la vida primitiva, sin embargo, poco a poco fue descubriendo lo perjudicial que puede ser, si se escapa de su control.
Cuba inició el 2023 marcada por el impacto de incendios forestales en diferentes regiones. Provincias como Pinar del Río, Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín han sido escenario de esos fenómenos, que se ensañan con lo mejor de la flora y fauna.
Algunas condiciones naturales, como la dirección de los vientos y la altura, pueden dificultar las labores de extinción. Eso no significa que no se busquen alternativas para acabar con cualquier vestigio de las llamas, pero incrementan su demora por lo angosto de muchos caminos.
La naturaleza necesita del agua para su desarrollo óptimo, por lo que la sequía es un factor de riesgo importante para la dispersión del fuego en zonas forestales. La poca disponibilidad de ese líquido es una triste realidad por estos días en nuestro país, y datos auguran que esta puede experimentar una tendencia al aumento.
El Instituto de Meteorología informa que el segundo mes del año finalizó con un 94 % de déficit de acumulados de las lluvias en toda la Isla. Esa cifra ascendió de forma gradual en el actual período poco lluvioso.
La relación entre los problemas medioambientales y climatológicos con el auge de los incendios forestales es indiscutible, pero la acción humana es hoy decisiva, en ese sentido. Según recoge Cubadebate, el coronel Manuel Lamas Gómez, jefe del Cuerpo de Guardabosques de Cuba, expresó a inicios de año que la mano del hombre determina el 90 % de las causas de ese tipo de siniestros.
Entre las principales desencadenantes figuran: las quemas sin control, para diferentes fines; el tránsito de vehículos dentro de áreas boscosas, sin matachispas; el uso que hacen del fuego cazadores indolentes, que lucran con el daño a la fauna; y gestos tan “inocentes” como arrojar una colilla de cigarro prendida.
Ante la realidad que vivimos, es imperante incrementar la percepción de riesgo en la población, con respecto a los efectos fatales para la biodiversidad y los que residen cercanos a zonas incendiadas. Hoy la principal tarea debe ser trabajar en su prevención.
Capacitar en las entidades relacionadas con la actividad agropecuaria y el sector forestal es necesario, pues propicia que sus trabajadores se mantengan actualizados sobre el riesgo y los protocolos a seguir.
Medidas sencillas como evitar fumar cerca de la vegetación; no arrojar materiales de vidrio, y otros desechos, que puedan crear el llamado efecto lupa con los rayos del Sol; o disfrutar de excursiones al campo, prescindiendo de las fogatas, pueden marcar la diferencia.
Es fundamental lograr un entendimiento, sobre las consecuencias negativas de un incendio forestal. Cuidar la naturaleza es tarea de todos, pues constituye una firme expresión de lo más autóctono del patrimonio cubano.