Fidel nos lo cumplió
- Por Jorge Fernández Pérez
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Cuentan que el 26 de febrero de 1959 el Sol incidía de forma violenta en el centro del pueblo de Holguín, pero sus rayos no inmutaban a la enorme concentración de personas que se aglomeró frente a La Periquera. Fidel Castro Ruz, un hombre del que se escuchaba mucho por aquel entonces, hablaría por primera vez, desde el balcón de la construcción colonial, símbolo del territorio.
Solo 56 días antes había triunfado la Revolución cubana, liderada por aquel barbudo de leyenda nacido en Birán, y los aires de libertad se respiraban en toda la Isla. Muchos sueños, hasta ese momento tronchados por la crueldad y corrupción de los gobiernos de turno resurgían con la esperanza de verse materializados.
En las inmediaciones del parque Calixto García podían observarse carteles en apoyo al naciente proceso, portados por personas henchidas de un entusiasmo imposible de ocultar. Por fin salió él y, aunque muchos no alcanzaban a verlo, el hecho de saberlo presente provocaba una sensación de seguridad en que aquella región de la entonces provincia de Oriente, también sería parte de los cambios que estaban por comenzar en el país.
Fidel acababa de abandonar Santiago de Cuba, luego de clausurar un congreso campesino. Muchas responsabilidades lo reclamaban en la capital, estaba afectado de la voz y agotado por tantas emociones, pero dejar de encontrase con los holguineros no era una opción válida.
“(…) no me marché de Oriente, no pude marcharme de Oriente, con el deseo de visitar a esta noble y heroica ciudad de Holguín”, expresó.
En ese escenario, el Comandante buscaba detectar las principales problemáticas que afectaban a esta zona del país, las cuales, a pesar de parecerse mucho a las del resto de la nación, presentaban determinadas particularidades. El objetivo era organizar futuras acciones con proyección popular, de las cuales todos serían parte activa.
Una situación nada favorable vivía la población del otrora hato de San Isidoro: era primordial la construcción de hospitales, escuelas, la revisión de los acueductos, así como el surgimiento de otras instituciones encargadas de brindar servicios básicos para su desarrollo óptimo. Sabían que el camino no sería fácil, las dificultades no desaparecerían de inmediato, pero su solución dejaría de ser una quimera.
Se apeló a la confianza de los holguineros, quienes tenían la certeza de que Fidel no los defraudaría. Y no lo hizo. Los sueños que parecían imposibles se hicieron realidad: en 1965 se inauguró el Hospital General, Vladimir Ilich Lenin, institución de vanguardia de la medicina cubana. Sería una de las tantas obras de la Revolución en nuestro territorio.
Luego verían la luz otras entidades de salud pública, de enseñanza a diferentes niveles, de cultura y deporte, además de construcciones industriales imprescindibles para la economía cubana; todo un conjunto de promesas cumplidas en Holguín tras el triunfo de la Revolución.
Hoy los sueños se han multiplicado, acorde a los nuevos tiempos y circunstancias propias de la modernidad. Queremos que nuestra provincia crezca y para lograrlo debemos hacerlo entre todos. No son pocos los obstáculos, pero, tal como nos enseñó Fidel, la confianza en que sí podemos es el primer paso lograr un futuro mejor.
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