Honestidad y amor
- Por Hilda Pupo Salazar
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La honestidad y el amor son valores que, una vez bien asimilados, constituyen valores primordiales para nuestras vidas, desde la confianza en uno mismo hasta el desempeño en la sociedad, como tanto estimula el Presidente de la República.
De ahí la importancia de educarlos desde las familias, escuelas y en el ambiente general de convivencia, lo cual permitirá a los niños tener mejores desempeños, a partir de la verdad y la justicia, que al consolidar saberes y adquirir responsabilidades los harán mejores personas.
La honestidad debe distinguir todas las relaciones interpersonales, para consolidar confianza y credibilidad en los demás, así como la estabilidad emocional. Cuando comienzas a decir mentiras piadosas o blandas para salir del paso o agradar a otros, abres una relación peligrosa para tu futuro.
Si cultivas la ética se generan relaciones de confianza, transparencia y tranquilidad, tanto en ti, como entre tus familiares, vecinos, compañeros de trabajo. Mejora incluso tus propias competencias laborales, desde un sentido absoluto de respeto, al ser una valía básica, siempre, en tu conducta.
De ahí la importancia de generalizar valores en nuestra sociedad, para el bienestar en todos los órdenes, con el fin de consolidar una convivencia sana y armoniosa, superior a la ley como una herramienta válida para asegurar el orden, como tantas veces predicaron Martí y Fidel.
Si desde los primeros mil días, el infante aprende a diferenciar lo que es correcto o no, y luego en su desarrollo, se consolida, va por el mejor camino para regir su conducta, en cualquier circunstancia de la existencia. Por compleja que sea, podrá tener una vida congruente, desde lo que piense, sienta y haga, al saber escoger entre el bien o el mal.
Es preciso enseñarles a ser amables y cariñosos con los demás, sin faltas de respeto ni insultos, sin tratar a otros de manera déspota o despectiva. Saber disculparnos, inculcarles el pedir, de favor, las cosas y ser agradecidos.
Siempre el interés debe estar dirigido a esforzarse para hacer algo útil en beneficio de los demás, sin esperar nada a cambio y, en todos los momentos, ser respetuosos con los intereses, decisiones y pertenencias ajenas, desde la honestidad, aunque el resultado no le favorezca, por el respeto y la lealtad con uno mismo.
Tener siempre en cuenta, en cualquier acto, que el amor es la fuerza que nos impulsa para hacer las cosas bien, ya que hace muy clara la diferencia entre el bien y el mal. En esa medida, se relaciona con la ética y la moral, pues nos induce a actuar adecuadamente en nuestra vida.
Gracias al amor somos mejores personas, capaces de compartir lo poco o mucho que tenemos, sin necesidad de esperar algo a cambio, porque es capaz de hacernos vivir llenos de felicidad, sin hundirnos en arrepentimientos o sufrimientos.
Todo este comportamiento nos dará una mejor salud mental y, a la vez, la posibilidad de dedicar más tiempo a nosotros mismos y asegurarnos de cuidarnos tanto como a los demás.
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