Por una sonrisa
- Por Yenny Torres
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Sus sonrisas lo cambian todo: el cansancio, la ira, preocupaciones y hasta el dolor. De sus manos brota la esperanza: verde, blanca, azul, naranja…se disfrazan de duende y nos roban todos los besos, esconden la desazón y se las arreglan para que no la encuentres.
No entienden de rencor, por eso tras el regaño, abrazan. Estiran arrugas con los labios y logran sin reñir cada designio. Acarician, insisten en ayudar, se disculpan; tal vez, porque como dijera “un grande”, son los que saben querer.
No importa la miel del caramelo en el rostro, la ropa repetida, ni el monedero de “Mapá”, cuando la inocencia reina; ahí es tal la trasparencia en la mirada que al asomarnos logramos ver del corazón hasta los latidos.
La idea del Día Internacional del Niño se gestó tras la primera Guerra Mundial.
La Organización de Naciones Unidas colocó la data el tercer domingo de julio, aunque muchos países celebran otra fecha; pero en todos coincide que es por el respeto a su bienestar y derechos.
Este es el segundo año en que los parques se sentirán solos, mientras ellos los sueñan; los planes de pasear se estiran; y jugar, hasta con el vecino, entra en la lista de necesarias postergaciones.
Mas ellos lo entienden, o por lo menos lo asumen. La mascarilla se ha convertido en el accesorio de los superhéroes en esta “película”. Saben que “el malo” es un virus y que “la batalla” es grande, por eso hay que estar en casa, para que ni el bicharraco, ni las agujas para combatirlo los pinchen.
Ya abrá tiempo de volver al círculo o escuela, de correr libremente y disfrutar, de pintar con su alegría las aceras, las esquinas, el espacio fuera del balcón; de retomar los días de paz, sin el mal coronado y otras diatribas.
Este domingo, aunque sin fiestas en los teatros, se celebrará en familia el día de los niños en Cuba; aquí, donde la tasa de mortalidad infantil es de las más bajas del mundo, donde se vacunan los infantes contra 13 enfermedades, donde se realiza el ensayo clínico pediátrico con Abdala…
Porque estamos concientes que la sonrisa de un niño anima, reverdece, nutre, impulsa, alegra, salva… no pueden faltarnos las razones para hacerlos sonreír.