El Comandante con corazón de artista
- Por Susana Guerrero Fuentes
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A través de los años estudiamos la figura del combatiente valeroso y el dirigente revolucionario. Aquel hombre sencillo que hizo converger en sí mismo la firmeza del Comandante y la sensibilidad del artista.
Trabajador desde muy joven, desempeñaba cualquier oficio por duro que fuera con tal de ayudar a su numerosa familia. Fue precisamente en sus labores como albañil en el balneario de la Universidad de La Habana cuando conoce a Fidel Castro, y así, comienza el sendero que definiría su destino.
Juan Almeida reconoció en el estudiante las cualidades de un líder. A él lo unía la amistad y las mismas inquietudes revolucionarias que lo harían leal a su guía. Así lo demostró cuando estuvo entre los jóvenes que atacaron el Cuartel Moncada en 1953 y soportó los días prisión en Isla de Pinos. Con la misma convicción de victoria viajó al exilio mexicano, se enroló en la expedición del Yate Granma y escaló la Sierra Maestra con el Ejército Rebelde.
En nuestros libros de texto quedó plasmada la anécdota de su carácter indoblegable en Alegría de Pío, donde quedaría tatuada en la Historia su ya célebre frase “¡Aquí no se rinde nadie!” seguida de una palabrota. Los tiempos de la Sierra consolidaron al combatiente y forjaron al Comandante. Como líder del III Frente Mario Muñoz fue siempre ejemplo ante los guerrilleros, pues según sus propias palabras nunca llegó segundo a un combate y jamás fue el primero en marcharse.
En la mayoría de sus anécdotas se revela como un luchador incansable, un revolucionario justo y compañero del pueblo en cualquier circunstancia. Quienes lo conocieron destacan sus sólidos ideales y su disposición para enfrentar las dificultades.
En la memoria del pueblo cubano quedó también su especial sensibilidad humana y artística. Aunque entre sus canciones más conocidas se encuentra la hermosa evocación de amor que refleja en La Lupe, su obra incluye más de 300 canciones, que van desde la balada a los ritmos bailables.
En él se articulaba un gran sentido de la memoria histórica del cual hizo gala en una docena de libros, algunos sobre su propia experiencia como revolucionario y otros acerca de los hechos y testimonios, que forman parte de la Historia y el crecimiento humano.
Sus últimos años de vida los consagró a asumir la presidencia de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y dedicó todas sus energías a garantizar que la organización se erigiera como paradigma en la defensa de la Patria.
Se despidió una noche de septiembre, hace ya 11 años. La noticia sorprendió a muchos y no le fue indiferente a nadie. El nombre del Comandante Juan Almeida recibió homenaje en cada rincón del país y quedó marcado en las páginas de la Historia de Cuba.
Hoy, los cubanos lo evocan y revive su recuerdo como el hombre que se elevó desde la humildad de un constructor hasta ser el héroe de un pueblo. Su memoria no ha naufragado en el olvido, sino que ha sabido anclar con fuerza en la inmortalidad cada día que sus compatriotas lo recordamos como estandarte de revolucionario y líder.