Pensarnos en tiempos de cuarentena. Reflexiones desde la Psicología
- Por Alexander Cordovés y Deysi García/ Sociedad Cubana de Psicología. Holguín
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Las últimas semanas han sido especialmente diferentes. Las realidades individuales, colectivas, de la sociedad, de los países en general se han enfocado en el nuevo coronavirus que afecta a la gran mayoría de los territorios nacionales. A la orden del día se encuentra el confinamiento o aislamiento, una de las medidas preventivas que ha demostrado más eficacia para frenar el avance de la pandemia.
La consecuencia más palpable es la imposibilidad de movernos con libertad. De continuar realizando, la mayoría de nosotros, las actividades cotidianas que marcaban nuestras rutinas de vida. La casa se ha convertido en el reducido espacio disponible para vivir. La limitación del espacio, de los movimientos y las relaciones físicas van pesando cada vez más con el pasar de los días.
Junto al confinamiento, las noticias que nos llegan de todos lados con datos sorprendentes, aterradores, que desaniman a los más entrenados. ¿Cómo podemos, entonces, vivir este período que sabemos cuándo inició, pero no tiene un fin marcado?
Nuestras vidas están cargadas de situaciones estresantes: exámenes escolares, enfermedades, muertes de seres queridos. Tenemos muchas experiencias de momentos a partir de los cuales nuestras vidas ya no fueron las mismas: el inicio de la escuela, la adolescencia, el cambio de nivel de enseñanza, el inicio de la vida laborar, el nacimiento de un hijo. En nuestro país, particularmente, hemos vivido momentos difíciles que hemos compartido colectivamente. ¿Qué hemos hecho en cada uno de esos momentos? ¿Cómo hemos enfrentado crisis anteriores?
Si reflexionamos un momento, encontraremos respuestas en cada uno de nosotros. Nos daremos cuenta que lo que nos ha hecho salir adelante, con mayor o menor éxito, en cualquiera de las situaciones, son nuestros recursos personales. Si miramos atrás, seguramente podemos hacer un balance más o menos claro, de nuestra capacidad de (re)inventarnos ante los más diversos eventos, adversos o no, pero siempre críticos. Eventos de los que, al final, ciertamente somos otros. ¿Qué podemos hacer hoy? ¿Cómo enfrentar los nuevos eventos? ¿Cuáles recursos nos fueron útiles en eventos anteriores? ¿Qué necesitamos (re)(des)ordenar? Como las respuestas están en nosotros, los invitamos a pensar: ¿cómo yo pretendo relacionarme con las nuevas condiciones? ¿cuáles son mis responsabilidades?
Estas y otras preguntas son necesarias en condiciones de crisis como la que estamos viviendo. Aunque las autoridades sanitarias indiquen lo que debemos hacer en cada momento, somos cada uno de nosotros los que asumimos de maneras diversas estas indicaciones y, muchas veces, logramos comprender la necesidad de acatarlas cuando el tiempo nos juega una mala pasada. He aquí una de las primeras respuestas, la comprensión de lo que nos sucede no puede emerger cuando todo pase, cuando tengamos que lamentar la ausencia de un ser querido, cuando nos desgastemos en acumular informaciones de fuentes diversas que nos hacen dudar, cuando sigamos pensando que alguien no nos ayuda, o no nos dice la verdad, o no nos protege.
La comprensión de la necesidad de escuchar al otro, de acatar lo que nos indican, tiene que acontecer aquí, ahora, hoy, tiene que ir a la par del momento, y tiene que traducirse en una relación responsable, de cada uno de nosotros con las condiciones que nos tensan, porque, en estas condiciones no estamos solos, y lo que hagamos o no, repercute en nuestra salud, pero también en la vida de las personas que más cerca tenemos. Y ahí, la responsabilidad de quedarse en casa, de mantener una distancia segura.
Por tanto, aun cuando, de inmediato, acatemos las indicaciones de las autoridades sanitarias, necesitaremos comprender la necesidad de cumplir con esas indicaciones. Sin esa comprensión llegará el momento en que cuestionemos si lo que nos dicen los expertos es lo que debemos hacer. Consecuentemente, iremos construyendo un conflicto en el que pugnan, por un lado, las recomendaciones sanitarias, y por el otro, nuestras lógicas frente a una situación nueva, llena de incertidumbres, que nos hace replantearnos nuestro presente, y los planes que hemos construido a corto y mediano plazo. La comprensión de porqué permanecer en casa, manteniendo una distancia física saludable, y asumir otras conductas que nos pueden salvar la vida, resulta fundamental para tomar decisiones acertadas. Decisiones que nos benefician a nosotros y a los que amamos.
Y tomar esas decisiones exige seleccionar las fuentes de las informaciones. En situaciones de crisis como las actuales, aunque es válido siempre, el origen de la información es crucial. Todos los países establecen canales oficiales de información en situaciones como estas. Es un buen momento para, si no lo hace, preguntar ¿quién lo dice? El asegurarnos de la fuente nos dará confianza en la información, por muy dolorosa que sea. Pero la rutina no debe ser, únicamente, la búsqueda desesperada de noticias. Como parte de la nueva cotidianidad, es aconsejable marcar horarios para informarnos. De esta manera, evitaremos saturarnos de datos que nos son tan útiles.
Por otro lado, las actividades que vamos haciendo en esta nueva realidad pueden agotarse. Así, resulta importante establecer nuevas rutinas, un nuevo orden. Cuando alguien en nuestras familias se enferma, por ejemplo, la familia se reorganiza. Asumimos nuevas tareas. Nuestros horarios tienen que ajustarse. De igual manera, en tiempos de cuarentena, es necesario que lo hagamos.
Es aconsejable, por tanto, crear nuevos horarios, nuevas rutinas, cuyo cumplimiento nos ayude a percibir el tiempo de una manera diferente, nos permita percibir que estamos haciendo cosas útiles, provechosas. ¿Cuántas veces nos quejamos que no tenemos tiempo para arreglar algo en casa? ¿Alguna vez pensamos que no le dedicábamos mucho tiempo a conversar con nuestros hijos? ¿Percibiste que no sabías mucho de lo que hace algún miembro de la familia en su trabajo?
Puede ser útil crear una lista de pendientes que podamos ir solucionando. Una lista de libros por leer. Descubrir programas de televisión que nuestro trabajo nos impide apreciar. Descubrir cuáles son aquellas necesidades de los otros miembros de la familia que no conocemos. Pero cuidado. No olvidemos que cada miembro de la familia requiere su espacio y su tiempo. Que todos estamos en la misma situación de crisis. Que cada uno perdió su rutina.
Aquellos que continúan trabajando desde casa, deben marcar y cumplir un horario para sus responsabilidades. Los que deben estudiar, igualmente deberán seguir tiempos que les ayuden a ver sus teleclases, leer sus libros, hacer sus tareas. Aquí es importante la colaboración de toda la familia para que cada uno pueda satisfacer sus necesidades. El ocio y las responsabilidades pueden ir de la mano, alternarse.
Finalmente, ensayar el pensamiento positivo resultará beneficioso. Esto no significa obviar lo catastrófico de la situación en la que estamos.
Pero, a pesar de ello, podemos confiar en que ya existen caminos para salir de la crisis, aunque no exista una cura disponible. El costo es alto, desde el primer día. No obstante, no será la primera pandemia que el mundo vencerá. Y no se trata, únicamente, de ello. Ser positivo es también asumir que estar en situación de cuarentena, en casa, es la contribución de cada uno para que ese fin llegue.
Parte de esa actitud positiva, es también reconocer los esfuerzos que otros hacen para que podamos quedarnos en casa. Los que mantienen aquellas actividades que garantizan nuestra subsistencia. Muy en especial, al personal de la salud que cuida de nuestros enfermos, en cualquier rincón del mundo. Ser positivos es, en esta circunstancia, ser responsables.
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