“Yo nací para ser maestra”

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Xiomara Garzón Montes de Oca. Foto: Del autor

“Nací en un pueblito, mi padre era zapatero, pertenecía a una familia numerosa y a lo que menos podía aspirar era a estudiar una carrera universitaria y, mucho menos, una de letras”, rememora Xiomara Garzón Montes de Oca, al referirse al sueño que la acompañó desde su temprana niñez y que, en ese entonces, parecía inalcanzable.

 La hoy licenciada en Letras, máster en Ciencias de la Educación Superior, profesora de la Universidad de Holguín e integrante del departamento editorial cuenta que su aspiración juvenil era aprender latín, por lo que tenía que optar por una opción académica que contemplara la enseñanza de esa lengua en su plan de estudios. En Santiago de Cuba, su tierra natal, dio sus primeros pasos.

“Terminé lo que es hoy la secundaria básica en el 1959. Gracias a la ayuda de una maestra, comencé en septiembre de ese año en la escuela para maestros primarios de Santiago de Cuba. Luego de graduarme, empecé mi vida laboral en Minas del Frío como profesora de español.

“La gente que se formó en ese ambiente, se formó. Aprendí mucho y tuve muy buenos compañeros que aportaron a mi formación personal e ideológica. Hoy, me complace encontrarme con alumnos de aquella etapa, que todavía me reconocen”.

Complicaciones de salud le imposibilitaron caminar durante varios meses e hicieron que su andar por Minas también se detuviera. Consciente de la importancia de mantenerse firme ante las adversidades, no claudicó en su empeño y, aunque todavía cojeaba, comenzó a estudiar en la tan anhelada Universidad de Oriente (UO).

“Fui fundadora de la brigada de maestros de vanguardia Frank País y en el año 1966 nos dan la posibilidad de entrar al precurso de humanidades en la UO. El tiempo que estuve en cama por cuestiones médicas me sirvió para autoprepararme y lo pasé sin problemas.

“Una vez concluido, trabajé en una secundaria básica del municipio de Songo la Maya y colaboré muy de cerca con el Partido Comunista de Cuba (PCC).

“En esos años, me vinculé a una unidad militar como profesora de español y, por solicitud del PCC, luego de un periodo, me quedé a tiempo completo laborando allí.

“En la misma semana que me trasladaron para el Estado Mayor, se convocaron a los exámenes de ingreso a la universidad para Letras, la oportunidad que yo estaba esperando. En aquel momento, eran cursos vespertinos: trabajaba por las mañanas y estudiaba por las tardes”.

Luego de licenciarse con todos los honores, fue ubicada en la Editorial Oriente, donde se desempeñó en diferentes funciones tales como correctora y redactora. En medio de aquella vorágine, recibió la noticia del traslado de su esposo a Holguín y no dudó en adoptar a este nororiental territorio como su nueva casa.

Fue una época de cambios y retos, que trajo consigo un proceso de adaptación. Para su suerte, contaba con numerosos amigos en la provincia y al momento de llegar encontró a una familia en el periódico ¡ahora!, su nuevo centro de trabajo. Formar parte de un medio de prensa no estaba en sus planes, pero asumió el desafío.

“Tenía relación con varios trabajadores del periódico y cuando supieron que venía para Holguín me propusieron que comenzara a trabajar con ellos, a lo que accedí gustosa. Era muy afín a lo que hacía en Santiago y con ellos estuve desde 1977 hasta 1981.

“Aquello fue un reto, porque no tenía formación periodística. Contaba con las habilidades adquiridas en la editorial y pude asumir la revisión de las páginas dos, tres y cuatro. Me fue grato, pero difícil, porque en esa época el periódico era diario, las ediciones especiales eran bastante a menudo y prácticamente vivíamos en la redacción. De esos cuatro años, estuve tres como jefa de información y uno al frente del equipo económico”.

Tras su paso por aquel ambiente dinámico, que evolucionaba a la par de las noticias, la educadora sintió la necesidad de retornar a su profesión soñada. La enseñanza era parte indispensable de su ser y volver a ella un deseo impostergable.

Así llegó a la casa de altos estudios holguinera, hoy Universidad de Holguín, en cuyas instalaciones creció como docente y desarrolló la auténtica pasión de su vida.

“El trabajo con los estudiantes me ha aportado mucho. Estuve trabajando hasta el 2015 en extensión universitaria, donde fundé la cátedra martiana. Impartía la asignatura Pensamiento martiano y eso me daba la posibilidad de interactuar constantemente con los muchachos.

“Parece que a ellos les era muy grato ir a recibir esa asignatura y, puedo decir con confianza, que a mí nunca me faltaba un alumno al aula. Interactuar con el estudiantado e inculcarles el amor por el conocimiento te va renovando de forma sistemática”.

Con orgullo de madre, afirma que todavía se encuentra con estudiantes de esa etapa. Muchos no recuerdan su nombre, pues los años nublan algunas memorias, pero, que se dirijan a ella como “la profesora de Martí”, hace que sienta su huella en varias generaciones.

“Cuando se fundó la Casa de Iberoamérica, la universidad creó la cátedra iberoamericana, que dirigí por 25 años. Eso fue decisivo en cuanto al contacto y la formación de los estudiantes, pues nuestro propósito era dar a conocer la historia y la cultura de los pueblos iberoamericanos.

“En consonancia con la fiesta ibero, los estudiantes se acercaban a los rasgos identitarios del país que era el centro del evento. Fueron años de socialización de ponencias y experiencias académicas. En el 2019, compilé el libro “De Canarias a Cuba”, donde 34 estudiantes presentaron las historias de sus familias. Todo gracias a la cátedra”.

Una trayectoria dedicada a la enseñanza le ha merecido múltiples méritos, a lo largo de su vida. Ella esquiva el momento de hablar de sus logros, pues afirma que no trabaja en busca de parabienes. Su secreto está en ponerle amor a todo lo que hace y su mejor premio es la dicha de inculcar saberes a otras personas.

“No trabajo esperando premios o reconocimientos, siempre digo que el día que vaya a hacer algo que no me guste, no lo hago”, asegura al interlocutor con el dinamismo de quien aún se considera útil para los demás. Sabe del valor de la experiencia para amparar a quienes dan sus primeros pasos.

Ya sobrepasa la edad de la jubilación, pero dejar de estar activa no está en sus planes. Siente la misma devoción de aquella joven que soñaba con convertirse en profesional, a pesar de las vicisitudes, y promete estar en pie mientras las fuerzas la acompañen.

“Trabajaré hasta el último de mis días, no me concibo sin trabajar. Mi maternidad la asumí en exámenes finales de cuarto año y no cogí licencia. Nunca he sido ama de casa, respeto a quienes asumen ese rol, pero yo no nací para eso.

“Yo nací para esta vida de dar clases, investigar, escribir, participar en eventos, relacionarme con los demás. Yo nací para ser maestra y así quiero estar mientras viva”.


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