Amor al surco

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Fotos: Orama y Yanela.

Cuando el amor se impone no hay adversidades que no se superen. Esa es la premisa de Ángel Luis Zayas Martínez y Dania Aguilera Velázquez, dos productores de la localidad Monja 2, del Consejo Popular Guaramanao, en el municipio de Calixto García, quienes además de estar unidos por este sentimiento hace más de 15 años, comparten la pasión por las labores agropecuarias en sus tierras.

Él, un típico campesino cubano, de carácter recto, disciplina y piel curtida por la entrega al campo. De vez en vez se le escapa una jarana, mientras recostado en su taburete, bebe su sorbo de café y espera por su jarro de café con leche, el más preciado alimento que acompaña su desayuno en cada jornada, luego de haber dado atención a los animales.

Ella, la viva estampa de una mujer guerrera, una Mariana que no para un segundo entre las tareas del campo y las domésticas de la casa, sumado a sus responsabilidades como secretaria del núcleo del Partido de la CCS Cándido González Morales, forma productiva a la que pertenecen ambos.
Juntos hacen un binomio perfecto para extraerle al surco lo que necesitan y es seguridad nacional en nuestro país: la producción de alimentos. Para ellos no hay imposibles, ni siquiera la intensa sequía los amilana. Saben que la tierra es su sustento, el de la familia y el de muchos otros, que se benefician de sus producciones.

Por eso, en tiempos de carencias buscan alternativas, aplican los abonos orgánicos, se preocupan por crecerse ante las dificultades y siempre están pendiente de todo lo que pueda tributar a mejorar las producciones.

Ángel desciende de padres campesinos. Del viejo, como él dice, aprendió los secretos de la tierra, a luchar para hacerla parir aun en condiciones netamente de secano.

“Desde pequeño anduve en estas labores. Los tiempos y el clima han cambiado mucho, pero con la debida atención cultural logramos producir. Tengo siete hectáreas de tierra dedicadas a la ganadería. Construimos una presa para poder tener el agua que se necesita para los animales, pues eso es vital, junto a la comida que podamos proveerles de los deshechos de cosechas, más el pastoreo, garantizamos su nutrición”, comenta.

Cuzo, como todos le conocen, es uno de los mejores productores de leche del Consejo Popular y del municipio y no ha tenido hurtos en los últimos tiempos, pues mantiene, junto a otros compañeros, un sistema de vigilancia efectivo, que les roba horas de sueño, pero así ha logrado preservar su masa.

El pasado año logró entregar más de 5 mil litros de leche a la Industria y Comercio, aunque asegura que ha tenido mejores años en cuanto a la producción, pero también porque ha llovido más.

Con un lote de 50 cabezas de ganado, entre estos, nueve vacas en producción, Cuzo se siente dichoso y feliz de poder aportar alimentos al pueblo, pues el pasado año logró también vender siete reses a la industria cárnica y por haber cumplido sus planes, le autorizaron el sacrificio de dos toros para consumo y venta a la población, en la casilla de su comunidad.

Aunque su mayor fuerte es la ganadería, este campesino también cuenta con cuatro hectáreas de cultivos varios, dedicados a la producción de tomate, yuca, plátano burro, ajonjolí, caña y tabaco, de lo que extrae el alimento para sus cerdos, gallinas y ovejos, que forman parte de su autoconsumo familiar.

Su mayor sueño, como el de Dania, es seguir incrementando la producción para que haya más comida para su gente y el pueblo, aportar más a los hospitales y a las escuelas y a la venta a Acopio y avanzar en el cultivo del tabaco, experiencia a la que se sumó su esposa, beneficiada hace algunos años con tres hectáreas de tierra por el Decreto Ley 259.

De cómo Dania se vinculó a las faenas agrícolas cuenta: “Empecé en la UBPC Panchito Gómez Toro, luego pasé de organizadora a la CCS Julio Sanguily, dedicada a los cultivos varios, y una vez que me otorgan la tierra y me convierto en usufructuaria me asocié a la CCS Cándido González”.

Con esta vasta experiencia, la mujer de 58 años de edad, no le teme al sol ni a las horas frías de la madrugada, en las que ya empieza a atizar su fogón de leña para iniciar las labores de la jornada, dar de comer a los hombres de casa, incluido un hijo de Cuzo, que es como suyo también.

Lo mismo guataquea el campo, que prepara el terreno con una yunta de buey atada a una grada de arar, pues como dice ella, “en esta casa todos conocemos, sabemos y planificamos las tareas de modo que exista un apoyo y nada quede sin hacerse”.

La ayuda también viene de hermanos y sobrinos de Cuzo, una gran familia que ama la agricultura y no dejan perder las tradiciones. Que el reloj suene a las 3 de la madrugada en tiempos de ordeño es como una gran fiesta, como lo es cuando llega el momento de recoger las cosechas, esas que tienen el empeño y la dedicación de una pareja que ha sabido ganarse el cariño y la admiración de quienes le conocen, por esa humildad, apego y amor al surco.

Author: Yanela Ruiz González
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Lic. en Estudios Socioculturales, periodista de la Casa editora ¡Ahora! Especializada en temas de Educación y Educación Superior Fan de las redes sociales

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