Producción porcina: mundo de trabajo y encanto

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Gabriel Deosdado Labrada Pérez, con solo 35 años está en la vanguardia de la producción porcina de Holguín.
 
Un baño con todas las de la ley, ropa adecuada, botas para agua, varios filtros sanitarios, solo así estaría todo listo para entrar a las naves e iniciar “rumbo” a lo desconocido, al mundo del “mamífero nacional”, en su etapa verdaderamente mamífera.
 
Un mural explica los detalles. Ya dentro, pareciera que a cada reproductora le ha llegado un mensaje en una botella, pero no es así, el pomo plástico frente a cada cerda contiene un modelo impreso con toda la información del animal, una historia clínica que relata hasta el día que tuvo “cita” en la nave de al lado con uno de los codiciados “machos”.

La vista se pierde en la línea recta del pasillo, el cual a cada lado tiene cientos de “hembras” que han parido entre 10 y 13 cerditos. Cada una tiene su escoba, bebedero, recipiente para comer ella y las crías la rodea un mundo de trabajo y encanto.

“Desde que era niño vi a mi papá criar algunos puerquitos, por eso seguí esa tradición. En 2006 eché 100 pre cebas con Porcino y de ahí pa´ acá fui incrementando las producciones hasta tener hoy mil 800 cabezas”, cuenta Gabriel Deosdado Labrada Pérez, quien con solo 35 años está en la delantera de la producción porcina de la provincia de Holguín.

 
Perteneciente a la CCS fortalecida “Artemio Mastrapa”, en la Guanábana, municipio de Holguín, este joven obtuvo la condición Hijo Ilustre de la Ciudad (2013); Mejor Productor (2013, 2014, 2017); y Joven Vanguardia (2020).

“La clave a aplicar para el desarrollo creo que está en potenciar más a los productores, porque a pesar de que sabemos los problemas del país, si no se refuerza, no hay forma de producir tantas toneladas. Se debe entregar alimentos, y tierras buenas, con agua, para poder sembrar; porque por la naturaleza no se puede esperar. En estos momentos se pide cultivar el 60 por ciento de la comida, lo que no se logra en un pedacito.

Fotos: Alexis del Toro
 
No me gusta mentir, produzco el 30 por ciento, entre caña, yuca y king grass; pues aunque tengo en usufructo más de 29 hectáreas, solo uso una parte, la otra tiene muy mala categoría y marabú.

En estos 14 años de experiencia, para mí, la mejor comida es la yuca, base fundamental; y la proteína, que puede ser soya, pescado, entre otras…

También creo que se debe visitar a los productores, hablar con ellos, venir al surco para ver qué situación hay; analizar el pago. El año pasado entregué 301 toneladas; este, pienso igualar la producción, pese a los problemas con la comida.

Otra cuestión a destrabar está en los créditos, que hoy se ha complejizado. Desde que empecé he hecho entre 14 y 20 créditos, incluso de dos millones y medio de una sola vez; uno y medio de producción y uno de inversiones, en ninguno he quedado mal, por lo que tengo credibilidad bancaria. Actualmente 20 toneladas de pienso ceba por Porcino valen 50 mil pesos. Antes, en la compra de puercos, 500 pre cebas me costaban 300 mil pesos, cuestión que hoy no me afecta por tener puercas reproductoras”.

Una oficina climatizada, con computadora que monitorea las cámaras de vigilancia, impresora para cada documento necesario, una pared llena de reconocimientos, son otro punto de nuestra visita. La Dirección de la Anap estaba en la finca, se había escogido el lugar para homenajear otros productores, incluso, unos músicos iniciaron el guateque; pero, entre todo eso, se aprecia el conocimiento de Gabriel sobre su actividad.

Habla del mejor piso para que los cerdos crezcan más, de evitar estrés en el animal, de fechas exactas para cada proceso.

“Le pago a mis 12 obreros cien pesos diarios, pues la gente no hace este trabajo por menos dinero, todos están contratados, pagan su seguridad social, su patente.

Mi mujer ha estado conmigo desde el inicio. Hasta hace poco llevaba la contabilidad, pues es Licenciada en esa materia”.

Ella también nos ha acompañado parte del recorrido; como él, domina todo el funcionamiento del negocio.
“Lo que pasa es que según crecíamos en la cantidad de animales, la cosa se fue complicando. Después nos metimos en la reproducción, que es bella, pero lleva mucho papel, cuentas por sacar, tarjetas viajeras. De las puercas, cuál y cuántos parió, cuándo lo hizo, cuándo se le echa verraco, cuándo hay que inseminarla. Ya tenemos económico, comercial, veterinario… los demás hacen de todo”, añade Linné, quien, además de su esposa, es madre de sus dos hijos.

De Técnico Medio en Servicio Gastronómico y trabajar en el Nocturno, Gabriel saltó a este mundo, al que ha entrado con total emprendimiento.

“Tenemos las condiciones creadas: un revolvedor, que con solo abrir una llave ya está la comida. Si se va a sembrar, lo hace un solo hombre en el tractor, el mismo que puede alimentar los animales más tarde.

Uso el biogás en algunas cosas que le cocino a los puercos y mi papá lo empleaba en la casa también. Tengo tres lagunas de oxidación, de la tercera ligo el agua con un 50 por ciento de la del pozo y le echo a las tierras”.

Aunque su padre se encarga de velar la finca, Gabriel, que vive con su familia en la ciudad, va todos los días a La Guanábana. Tal vez porque ´el ojo del dueño, engorda los puercos´.

“Los jóvenes necesitan mucho apoyo y capacitación. Para producir hace falta recursos. Las nuevas generaciones no quieren este trabajo. Hemos insistido a nuestro hijo adolescente por que se incline hacia la veterinaria, y así colabore con el negocio, pero no quiere; la menor, adora los animales, pero tampoco”.

En la finca hay secciones para los lechones más pequeños, para los medianos, los listos para la venta, los verracos. Una nave es de las planificadas para inseminación, otra de las barrigonas, otra de las paridas, más atrás, las que están a punto de dar a luz. Para estas últimas permanece 24 horas de guardia un obrero que debe realizarle el parto a las previstas para ese día o las que pudiesen adelantarse. Increíblemente todo está muy limpio.

El camarógrafo y yo salimos junto a Gabriel, nos cambiamos de ropa y continuamos nuestro día tras la noticia; pero esta vez, con la dulce sensación de aprendizaje que propician estos instantes del periodismo, donde se conoce de ciencia como de porcicultura, y maravilla tanto la descomunal fábrica como la inmensa y bien concebida cochiquera.

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