Premio a la Historia
- Por Claudia Arias Espinosa
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Cuando Ángela Peña Obregón tuvo la palabra, leyó dos cuartillas de colegas, amigos, familiares e instituciones: “Al hacer el recuento de la labor realizada durante la vida, sabemos que los méritos no son del todo propios, pues a mi alrededor, ya fuera trabajando conmigo o recibiendo sus enseñanzas, recuerdo a valiosos compañeros que contribuyeron a mi desarrollo profesional”.
Fue lo primero que agregó tras recibir el Premio Provincial de Historia “José Agustín García Castañeda”, que por primera vez otorgó la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (Unhic) en Holguín, para reconocer la obra de sus afiliados.
Tal vez, Ángela no imaginaba que cultivaría una obra notable en el campo de la investigación histórica. A los 17 años, no sentía vocación por la historia; fueron sus amigas quienes la convencieron de estudiar la carrera.
El curso 1963-1964 ya había empezado cuando entró a las aulas de la Universidad de La Habana para escuchar las conferencias de Alejo Carpentier, Adelaida de Juan, Rosario Novoay otros maestros brillantes.
Sin embargo, el interés por la investigación creció en la medida que realizaba trabajos prácticos en la Biblioteca Nacional y los archivos. Desde entonces, no abandona esa suerte de camino arduo, fascinante, que conduce por facetas de la realidad aún por descubrir.
Tras cumplir el servicio social en Isla de Pinos y Santiago de Cuba, eligió el Departamento de Monumentos y Museos, perteneciente al Consejo Nacional de Cultura, que radicaba en el Castillo de la Fuerza. Su primera misión consistió en inventariar las edificaciones de La Habana Vieja y algunas zonas de Centro Habana.
Entonces recorrió plazas, casonas, conventos… anotando direcciones, época de construcción, valores. Mientras ayudaba a establecer la base para su posterior estudio y conservación, aprehendió toda aquella riqueza patrimonial. Si hubiera que precisar el motivo por el cual Ángela se enamoró de la arquitectura y su mudo hablar sobre el devenir cubano, podría apostarse por ese contacto.
Su formación se completó en el sugestivo campo de la arqueología, gracias al curso auspiciado por la Academia de Ciencias de Cuba. En el transcurso de tres años, guiados por José Manuel Guarch Delmonte, Milton Pinto y otros especialistas, ella y sus compañeros aprendieron lo necesario para desenterrar el pasado.
Tiempo después, ayudó a encontrar evidencias de que El Chorrito (Nuevitas) era el lugar fundacional de Camagüey y a revelar nuevas estructuras de las ruinas del ingenio Triunvirato, en Matanzas. También en Holguín quedaron sus huellas, en la Casa Natal de Calixto García, la Casa del Teniente Gobernador, en Loma de Hierro y en la Catedral.
Ángela no concibe la obra de su vida como otra cosa que el cumplimiento de su trabajo. Pero ella, su generación toda, hicieron más: echaron cimientos, y sobre los cimientos podemos construir, y desde los cimientos podemos profundizar. Para los jóvenes de hoy, sobre todo,es valiosa.
Sirva este premio para traer nuevamente al conocimiento público el nombre de Peña Obregón; para que busquemos sus libros, que rondan la veintena y contagian la pasión por la historia, la arquitectura, las tradiciones de nuestra provincia; para que aprendamos que ciertas construcciones deben ser conservadas, pero no transformadas en detrimento de sus valores patrimoniales; para que seamos conscientes de nuestra herencia.
Ese sería el premio mayor: que su obra penetre en los holguineros y tras una excavación profunda se descubra que allí, donde echó raíces, comienza a crecer el orgullo por lo que somos.
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