Crónicas de una periodista
- Por Milo García
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Era el año 2001 y en la República de Malí, ubicada en África Occidental, caía la tasa de mortalidad y algunos periodistas ajustaban cuentas con funcionarios y ciudadanos de la élite por denunciar casos de corrupción. En el mes de septiembre, Magalys Pupo Leyva se encontraba en Bamako, su capital, justamente en el Palacio Presidencial, para entrevistar a Alpha Oumar Konaré, entonces presidente del país.
El 9 de septiembre tuvo lugar la entrevista, estando cercana la vuelta a Cuba. El equipo de reporteros —Magalys, el camarógrafo que la acompañaba y una estudiante de periodismo— hizo escala ese mismo día en París, Francia, y al otro día voló un total de diez horas hasta llegar a su tierra.
El 11 de septiembre, el periódico Granma informaba: "Presidieron Fidel y Alpha Oumar Konaré conversaciones entre Cuba y Malí", pero el mundo era sacudido por una nefasta noticia: un ataque terrorista había provocado el derrumbe de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. Entonces, ese día, la televisión cubana estableció una programación especial donde fue transmitida la entrevista realizada por Magalys Pupo.
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El 15 de marzo de 2025, casi veinticuatro años después, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) le confirió a Magalys Pupo Leyva el Premio Provincial Abraham Portuondo por la Obra de la Vida. Fue la primera vez que la vi, ella vestía de rojo y sujetaba, orgullosa, su flamante diploma. Cinco meses después, organicé un encuentro con ella.
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Siempre leía, a cada hora, a cada minuto. Era obvio su deseo de escribir, de contar historias. Cuando pequeña, soñaba con escribir romances, con crear personajes como Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy; sin embargo, viviría el romance en vez de escribirlo.
Un día, apareció una convocatoria nacional para formar a escritores de radio y televisión, se presentó y terminó trabajando por siete años en la emisora provincial Radio Angulo, al frente de la programación infantil.
—Aún no pensaba en periodismo, mi sueño era escribir y escribir.
En la década de 1970, surgió la televisión en Holguín, vinculada a la creación de la Escuela de Capacitación del Instituto Cubano de Radiodifusión. En una antigua terminal de ómnibus, en la calle Aricochea, entre Libertad y Maceo, se creó el Grupo Norte Informativo y los trabajos redactados en la provincia comenzaron a trasmitirse desde el estudio 2, que era una dependencia del canal Tele Rebelde para las provincias orientales.
—Comencé a escribir programas infantiles para lo que era en ese entonces Tele Rebelde, que se encontraba en Santiago de Cuba.
Mientras, le llegó una convocatoria para estudiar periodismo en la Universidad de Oriente y descubrió una nueva arista en la escritura.
—Le empecé a coger amor a la profesión y me dieron una plaza de periodista. Escribía para el noticiero de Tele Rebelde, donde, al inicio, usábamos fotografía fílmica, que se hacía en un cuarto de revelados.
En 1986 nacen los conocidos telecentros, Tele Rebelde se convierte en Tele Turquino; surge en Holguín lo que hoy conocemos como Telecristal y Magalys se desempeña como corresponsal de la Televisión Cubana por más de 15 años. Era difícil no enamorarse de la televisión, en ese entonces sobraban las capacitaciones y no paraba de aprender sobre el guion, la actuación y un montón de saberes.
—Cuando surge Telecristal, viajo para La Habana, pues los que atenderíamos la corresponsalía nacional de la televisión necesitábamos prepararnos.
Disfrutó al máximo el periodismo histórico, incluso dirigió por mucho tiempo este tipo de programación en el telecentro. También escribió muchas crónicas, para ella son una forma de expresar aquello que ve y siente. Y sobre todo, le dedicó tiempo al trabajo en la montaña: Mayarí, Sagua de Tánamo, Antilla, Frank País y Moa.
—Con el equipo completo, nos íbamos tres o cuatro días para Moa y veníamos cargados de trabajos para trasmitir en el canal y en el noticiero nacional. Me apasionaba la fuerza de aquella fábrica, los cientos de beneficios y la historia de esa ciudad convertida en capital del níquel cubano.
Hasta Antilla llegó, esta vez, por la centuria de su ferrocarril.
—Fui a la oficina del ferrocarril y me enteré de que cumplía 100 años.
Mientras ella recogía los datos necesarios para redactar el trabajo, el camarógrafo Eddy de la Pera y el chófer que los había llevado se encargarían de buscar las imágenes. Magalys sabía que Eddy se tomaba en serio su trabajo, que era capaz de ponerse en riesgo, pero no se imaginaba que, mientras escribía la información, aquel camarógrafo se encontraba en una lanchita por la bahía de Nipe.
—El tren pasa por un puente largo de madera. Ellos se montaron en una lanchita y pasaron debajo del tren para grabarlo. Cuando yo vi aquellas imágenes me quise morir, Eddy de la Pera es un camarógrafo especial, que se apasiona por lo que hace; él encuentra las imágenes perfectas aunque deba arriesgar su vida.
De esa experiencia salió una crónica reconocida por la Unión de Periodistas de Cuba con el Premio 26 de Julio, todo gracias al talento de dos profesionales, que unieron su lente y su pluma en un trabajo de calidad.
—¿Quieres hacer una pausa? —me pregunta Magalys, interrumpiendo la entrevista. Le respondo que hacemos lo que ella quiera, entonces saca dos pomos de su bolso.
—A esto yo le llamo “multiví”—se refería a un líquido rojo claro—. Lo preparo con zapote, mango, guayaba, agua potable y azúcar -explica mientras agita los pomos y me da uno. He cogido un vicio de hacerlo, espero el tren que viene de Guantánamo y compro las frutas, excepto las guayabas; esas son de una mata en casa de mi hija.
Bebemos un poco de su creación, hablamos de los problemas estomacales y de su vecina que cuida a ancianos.
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—Tuve la misión de ir a la República de Malí por tres meses en el 2001, junto al camarógrafo granmense Rey Villa y una estudiante de periodismo de La Habana. Trabajamos intensamente y recorrimos un país once veces más grande que Cuba.
La República de Malí limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Faso. Sus fronteras del norte se encuentran en medio del desierto del Sahara. Es uno de los países más pobres del mundo.
—Fue una experiencia maravillosa. Algunas veces, uno ve esas imágenes de miseria en la televisión como algo lejano, pero allí lo vives.
También fueron testigos de un resultado de la miseria: la delincuencia.
—Íbamos en un tren y cuando nos dispusimos a bajar el segundo jefe de la misión nos dice: "No vayan a bajar hasta que todos salgan". El camarógrafo fue el único que salió para que le alcanzáramos por la ventanilla los maletines con toda la tecnología. Nosotros nos quedamos para el final, recuerdo ver a 2 o 3 nativos arriba.
Magalys traía una cartera de esas que se cruzan por el cuerpo, donde guardaba el dinero y los pasaportes de todos ellos. Sintió un roce, revisó y todo estaba. Cuando estuvieron abajo, volvió a rectificar y ya no tenía el dinero, aunque conservaba los pasaportes. Los médicos cubanos que se encontraban allí por una misión humanitaria les prestaron el dinero para poder volver a la capital.
El equipo periodístico había viajado hacia allá con el objetivo de mostrar la situación de la misión médica cubana, sus condiciones de trabajo y la relación con la población. Pero no solo esto, también se dedicaron a realizar las video-cartas para las familias en Cuba.
—Pude entrevistar al embajador cubano en Malí, en ese entonces de Santiago de Cuba, él me ayudó mucho a concretar una entrevista mayor, exactamente a Alpha Oumar Konaré.
Dos días antes de retornar para Cuba, tuvo lugar la entrevista. Se encontraban en una sala del Palacio Presidencial de Malí la periodista, el camarógrafo, una traductora, el presidente y su seguridad. La estudiante de periodismo había preparado un cuestionario, pero no le permitieron aplicarlo; tenían miedo de una joven que había demostrado ser atrevida.
—La entrevista giró en torno a la misión médica, sobre la gran ayuda que suponía en su país.
Apenas Magalys estuvo en Cuba, editó la entrevista lo más rápido que pudo. El trabajo fue emitido por primera vez en la mañana del 11 de septiembre del 2001, cuando el presidente de Malí pisaba Cuba para tener conversaciones en el Ministerio de Educación, y realizar visitas a la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas y la Escuela Internacional de Deportes y Educación Física.
La programación especial de aquel día, debido al derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York, Estados Unidos, llevó a que la entrevista se trasmitiera unas cuatro veces en televisión nacional.
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—Existe la mala concepción de que la prensa es solo la televisión. Una vez, llegamos tarde a una cobertura porque no teníamos donde llevar la cámara y demás tecnología, y cuando logramos llegar alguien anunció: "Llegó la prensa", cuando ya estaban ahí los periodistas del periódico y la radio, incluso los corresponsales nacionales.
Magalys observa, actualmente, diversos desafíos en la prensa, si le preguntan qué es lo más importante para un periodista, ella responde que la información, pero no así de simple, la información real; esa verdad que la población merece tener.
Como todo periodista, se enfrentó a una agenda de trabajo impredecible, algo complicado si tienes dos hijos que cuidar. Por suerte, su madre la ayudó en todo ese tiempo.
Su trabajo de tantos años fue reconocido el pasado 15 de marzo, en medio de las celebraciones por la Jornada de la Prensa. La UPEC le otorgó el Premio por la Obra de la Vida justo en la sede holguinera de la organización. El evento tuvo lugar en medio de una caída del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Ella pensó que cambiarían la fecha, pero nada evitó que la reconocieran el día planeado.
—La primera vez que me tuvieron en cuenta para el premio escribí muy poco sobre mi trabajo. No me gusta escribir sobre mi vida; me pesa hablar de mí. Incluso me regañaron por mandar algo tan escueto.
"Esta segunda vez sí me lo concedieron. El homenaje fue emocionante, lloré mucho, vinieron mis hijos y nietos, todos estaban allí".
Magalys Pupo se encuentra jubilada, pero no se ha desligado de Telecristal; actualmente, escribe el programa Conmemoraciones durante siete meses al año, una forma de conservar su pasión por el contenido histórico.
La puedes encontrar en el informativo del telecentro o en su casa, en un 128 al fondo, donde puede estar escuchando su radio-grabadora en la cocina o viendo alguna novela turca, su nueva obsesión.
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—No me dejes nada del “multiví” —me dijo cuando ya no quedaba rastro del líquido en su pomo.
La entrevista no terminaría hasta que me tomara la última gota de la bebida.