Versiones de un escritor

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Él ha olvidado su nombre. Su nombre es irrelevante. Los nombres casi nunca dicen nada y uno termina olvidándolos. No son importantes. En realidad, estará en algún que otro artículo de periódico de provincia. Intenta ser escritor. En estos momentos, no es el narrador, pero en los siguientes párrafos será muchas cosas.

–La realidad me supera por una cuestión de velocidad. Esta es una manera de decir que las cosas sucedieron más rápido de lo que esperaba, sin decir que sucedieron más rápido de lo que esperaba.

Comencé el primer libro estando en la universidad. Escribí los primeros cuentos. Tardé realmente en escribir porque no dominaba la escritura. La lectura es lo que me lleva a escribir. Puede que me haya dejado llevar por Chuck Palahniuk y Cabrera Infante. Los intenté imitar.

Policíaco. El policíaco es mi género favorito dentro de la literatura y mis autores favoritos son Raymond Chandler y Dashiell Hammett. También Hemingway, que es otro de mis autores favoritos, bebió mucho de Dashiell Hammett.

¿Literatura latinoamericana? Sí. Roberto Bolaño. Ricardo Piglia. Juan José Saer. Sábato. Borges. Siempre me ha interesado la literatura latinoamericana. A la que más amor le tengo, porque es la lengua que uno habla. Las traducciones siempre tienen un eco lejano. Un eco que no es tu forma.

Escribí un segundo libro. Ahora parece que funciona en el mismo universo de mi primer libro. El protagonista de la primera parte de Versiones de la traductora es uno de los personajes de Boustrophilia. Santiago Sánchez había madurado.

Boustrophilia le debe mucho a Fight Club. A Chuck Palahniuk. Primero vi la película y dije: Esto es literatura al 100 por ciento.

La realidad es que vivimos en una era cinematográfica, donde el peso de las narrativas que se construyen dentro del cine contemporáneo, es bastante influyente. Al final, todos los directores que uno idolatra terminan influyendo en tu forma de escribir. Sí, yo quiero hacer literatura, pero que tenga ese ritmo que tiene el cine de hoy.

Respiración Artificial, de Ricardo Piglia, para mí, es el gran arquetipo de novela contemporánea. Si quisiera que mis textos se parecieran a alguna novela, sería a esa.

Digo que no importa, los autores simplemente leemos y reescribimos. ¿Por qué? Mira, es decir, tú como escritor del oriente cubano (lo cual es decir: nada), a veces dependes totalmente de tus lecturas: lo que haces es emular. Tomamos moldes. Como un juego. Un rompecabezas. Tomas ciertas piezas y las usas a tu favor.

No entiendo por qué, a veces, te dicen que robar en literatura está mal. Si sabes usar todo eso que estás robando, yo creo que está bien, y si funciona como texto, está todo perfecto. No hay por qué exaltarse.

Los jóvenes escritores cubanos estamos resignados. No estamos llegando a ningún lugar. Como generación de jóvenes autores de oriente que se publican en Cuba (que se publica escasamente), no avanzamos porque no se nos atiende de la manera correcta o quizá no escribimos tan bien como supongo que deberíamos haber escrito a esta altura de la vida.

Hay críticos cubanos que son bastante insistentes con respecto a la narrativa que se hace en estos años. Toman a autores jóvenes consagrados, los cuales no son la representación de lo que se escribe. Pero como generación sí, es verdad que estamos bastante rezagados en cuanto a la narrativa. Bastante estáticos con respecto a lo que está pasando en el mundo. Quizás es una cuestión de que no leemos. Es decir, no leemos a veces, o no leen a veces, a autores contemporáneos, clásicos y nos quedamos en los pequeños microgrupos que hacemos en las provincias. Esto es horrible para uno, como escritor.

Estás en el interior, te restringes a un espacio geográfico ínfimo, y esto es desde el punto de vista del autor, porque desde las editoriales hay una crisis: una crisis editorial, en la que no se está publicando literatura cubana.

Existe la excepción, claro, están las editoriales de la Asociación Hermanos Saíz: Sed de belleza, Áncora, Aldabón, por poner ejemplos, pero no es suficiente. No dan abasto a la totalidad de autores. Si te pones a ver, los títulos de autores jóvenes que publican las editoriales se repiten una y otra vez, y no siempre son buenos títulos.

Una editorial de estas puede hacer una tirada de 500 ejemplares. ¿Qué son 500 ejemplares ahora mismo? Son suficientes si uno se pone a pensar que no hay un público que lea. Entonces, está bien, de alguna manera, pero no llega a ningún lado. Y es triste.

El problema de los premios. Si no te ganas un premio no vas a ser visibilizado en ningún lugar. Conozco autores que son muy buenos, y por el simple hecho de no haber ganado un premio todavía no han despegado; o porque no tienen tantas obras publicadas (teniendo obras listas).

Es triste. Porque de alguna manera, quizás, ellos son la vanguardia y no nosotros, que estamos publicando constantemente en las editoriales o ganando concursos. No sé. Es una relación bastante tóxica, o bastante dialéctica, diría yo, entre los escritores jóvenes y los sistemas creados para los escritores jóvenes. Sistemas de premios. De publicaciones. Básicamente, es eso, vamos a darle por ahí, ese es el problema.

En Holguín, pasó algo muy interesante hace unos años: había una especie de generación literaria holguinera. De momento éramos siete u ocho autores, casi todos en la narrativa, algunos en la poesía, otros en el teatro. Éramos como una especie de grupo que comenzamos a ganar premios, a visibilizarnos. Yo me sentía extremadamente feliz, alegre, porque me decía: hay una nueva generación literaria que está llegando a algún lugar.

Sin embargo, vivimos en un momento histórico que no está dado a la permanencia de las cosas. De alguna manera, esa generación se va diluyendo. Hay algunos autores que se han ido para otras provincias, o del país.

Hay unos cuantos que publican. Pero hay otros miles que no publican o que deciden no publicar, o les viran el rostro. No, no creo que funcionemos como un aparato generacional en Cuba. Y es muy malo, porque siempre saldrán, como tal, generaciones literarias, no escritores. Por otro lado, es bueno, porque te da la oportunidad de destacar, lo cual es a veces imposible por no tener constancia en tus publicaciones. Por ejemplo, yo he escrito dos libros, no más, y de momento, no pienso escribir un tercero. Quizá dentro de unos años. Esa es mi manera de afrontar la vida literaria. Otras personas están escribiendo todo el tiempo. Deben tener una fuerza de voluntad de hierro.

Hay gente que sobresale, Miguel Montero, por ejemplo, quien ahora vive en La Habana, y es un narrador tremendo. De igual forma, Andrés Cabrera y Armando Ochoa, narradores holguineros, y Nelson Beatón, dramaturgo. Estos últimos tres y yo, funcionamos como un microgrupo generacional. Aunque ahora está muy disperso. No tiene fuerza. Más bien: la AHS, ahora mismo, no tiene la fuerza, porque se han ido todos.

Otros escritores han dejado de escribir poesía, porque la vida te obliga a trabajar, a buscar el dinero. Pienso en un par de casos, por ejemplo, José Alberto Pérez, quien iba a ser un gran poeta, y ahora mismo está trabajando en un bar. Este contexto histórico es hostil. El mundo se ha vuelto horrible, hay que hacer dinero.

Se ha perdido la fuerza por esto mismo. La rutina te impulsa a buscar otras vías de ingresos. La literatura no te va a dar dinero para sobrevivir. Es una guerra de resistencia. Y en el camino vamos quedando. De qué te sirve escribir un libro, que se publique y se quede ahí. El dinero te lo dieron. Es una cantidad simbólica. Te quedan los lectores, supuestamente.

Como generación literaria, no funcionamos. Más bien, es generación artística: hay un grupo de amigos, que se reúnen en los eventos, y hablan, pero no creo que funcione de esa manera.

Algunos se preguntan si, de no ser por la censura de años anteriores, la literatura cubana hubiera evolucionado de otra forma. La literatura creo que es, ahora mismo, uno de los campos más libres para la creación artística cubana. De todas formas, a la gente no le gusta leer, y si no leen, no pueden evaluar lo que se escribe y lo que no. En el siglo pasado, se censuraron varias voces, muchos escritores dejaron de escribir o murieron en las más tristes situaciones. Pero son autores que ahora se leen porque los mismos jóvenes los buscan.

Somos fanáticos de Virgilio Piñera.

Nos gusta Lezama.

Nos gusta Carpentier.

Hay una tradición literaria cubana muy interesante. También está la contraparte, que es la literatura cubana de la diáspora, que es la que nos encanta leer. Esa literatura que fue ácida en algún momento. En estos días, no es nada difícil encontrar un libro de Reinaldo Arenas. O ver entrevistas de Cabrera Infante hablando mal de lo que le diera la gana. Ya tienes acceso a eso, lo puedes ver, lo puedes consultar.

Ante todo, hay cuestiones objetivas que necesitan solucionarse, porque uno no vive solamente de lo esotérico. Por ejemplo, se necesitan cambios en el sistema editorial cubano: más tiradas, un ejemplo, ¿por qué no? Más importancia a las editoriales de provincia, que son muchas veces más interesantes que las editoriales nacionales.

En Cuba, no se publica un autor contemporáneo desde hace más de 15 años. Publican y (re)publican títulos que nos sabemos de memoria, los mismos clásicos publicados en los 60, 70, 80… ¿para qué? Tengo todos esos libros, pero no es que tenga las ediciones de 1985, 1982, no, no, no. ¡Tengo la edición del 2015! ¿por qué volver a publicarlo en el 2025? Si el libro está fresco, en la librería todavía, ¿por qué no volcarse hacia autores contemporáneos? Claro, no tienes dinero para pagar derechos de autor. Pero deberían buscar una manera. ¿Y si buscan un balance entre lo clásico y lo contemporáneo?

Sería bueno ver a estos jóvenes publicando dos mil ejemplares. Eso es lo que yo cambiaría. Es triste ver una edición de 500 ejemplares. Sí, se agotaron en la primera presentación, pero ahí quedó el libro. Sin embargo, no soy directivo de nada, ni quiero serlo. Yo soy diseñador, que es lo que me gusta hacer dentro de una editorial.

Dentro del diseño, cambiaría la concepción que se tiene a veces del mismo. En las colecciones nuevas que están saliendo, yo diría: Coño, cabrón, vamos a tener dos dedos de frente, esto se ve mal, esto no funciona, esto no es atrayente como libro.

Y yo voy a estar siempre escribiendo. Para mí, escribir es más gratificante, porque te queda el libro. Tienes entre tus manos el trabajo de meses, incluso años. No se reconoce tanto como el diseño, es verdad, pero el diseño es más efímero. Es decir, a mí me encanta diseñar; sin embargo, lo que me mueve es escribir.

Por ejemplo, un libro me puede encantar y puedo decir: Este es el mejor libro que yo he diseñado. Pero en dos semanas voy a hacer otro y voy a decir: No, este es el que más me ha encantado. Es un trabajo con el cual tengo una relación de noviazgo.

Con la literatura es un matrimonio. La literatura se va construyendo sobre el oficio. Puede comenzar con algo de inspiración, pero siempre hay un oficio detrás.

Como mencioné, tengo dos libros publicados, y sin ideas para un tercero. Así es, por lo menos, en estos momentos. Pensé que iba a trabajar en algo terminando las Versiones de la traductora, pero realmente es una idea que he dejado reposar bastante, y no creo que la escriba. O bueno, sí, a lo mejor, mañana me levanto, me siento en la máquina y comienzo a escribir lo que tenía en mente. Básicamente, la idea es una especie de trama metaliteraria sobre las Versiones de la traductora. Una especie de saga de la traductora. Porque es un personaje muy rico que se quedó en 110 páginas. Pudiera ser más, no sé.

Es una historia que me atrapó como autor y como lector, y creo que no he terminado de contarla. Por una cuestión de vagancia, digamos, cuestión de rutinas.

–¿Cómo prefieres el nombre para la entrevista? ¿Robert o Roberto Ráez?
–No sé, chico. Ponlo como tú quieras.

P.D.: Durante la entrevista fue revelada la identidad del ilustre r. r. ávila. Pero por ciertas cuestiones no se dará a conocer.


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Comentarios  

# Mailen 15-07-2025 14:54
Que bonito,quiero ser escritora ahora enresto
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