Síndrome del sapo
- Por Hilda Pupo Salazar
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Cuando concluya esta peligrosa pandemia del COVID-19, que hoy tiene excitado al planeta, dos tipos de personas quedarán: las buenas y las malas, como consecuencias de las crisis económicas, sociales, epidemiológicas y hasta políticas.
En el primer grupo estarán: las solidarias, altruistas, bondadosas y, en el segundo, las egoístas, aprovechadas, oportunistas, especuladoras más ladronas.
En este tiempo vale mucho ser fraterno. Decía el poeta Pablo Neruda “que quedaba prohibido no luchar ante los problemas, no esforzarse por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo y no hacer realidad tus sueños”.
Lo peor que nos podía pasar es sobresalir con el síndrome del sapo: soberbia, arrogancia, prepotencia y obstinación.
La soberbia es sentirse superior a los demás y ponerse máscara por lo que no es, la arrogancia es contar con una autoestima inflada, creer tener derechos superiores y exigir privilegios, la prepotencia es la actitud de quien abusa de su poder o autoridad y la obstinación es una persona terca, escudada solo en sus propias opiniones.
Podemos reflexionar: Respondiendo a una solicitud de empleo aparecida en la prensa local, un joven llegó al enorme edificio y le preguntó a la recepcionista, cómo eran las personas que trabajaban allí:
- ¿Cómo eran las personas en su trabajo anterior? – preguntó la recepcionista.
- Pues el ambiente era realmente pésimo. Los jefes eran mal encarados y abusaban de nosotros y ni nos daban las gracias. Era difícil tener amigos en ese lugar. No me gustaba, por eso me fui.
- ¿Y dónde trabajaba usted?, En Electrónica C.A, respondió.
- Pues aquí las personas son exactamente iguales a las que usted me acaba de describir.
El joven sin pensarlo mucho, dio media vuelta y salió del edificio. Poco después entró otra persona que también le preguntó lo mismo a la recepcionista.
Para él en su anterior trabajo las personas eran maravillosas. El trato era siempre muy cordial. No quería dejar el trabajo, la empresa se está mudando de estado y yo no puedo irme, por lo que estoy buscando un nuevo empleo.
- ¿Y dónde trabajaba Usted? En Electrónica C.A, dijo.
- Pues aquí las personas son exactamente iguales a las que usted me acaba de describir. Como moraleja: Si sonríes, te devolverán sonrisas. Si gruñes, recibirás gruñidos.