Solo sé, que no sé nada
- Por Flabio Gutiérrez Delgado
- Hits: 2963

La asignatura de Filosofía no fue de las predilectas en mi etapa de universitario, pero sí algo me enseñó el profe Arnulfo, fue a pensar y valorar mi tiempo en esta vida, sin llegar a algo patológico, pues las horas perdidas nunca más se pueden recuperar.
Mientras el locuaz magistrado buscaba variantes para animar aquellos encuentros filosóficos vespertinos, caló en mi conciencia una frase que llevo conmigo, quizá sea cómplice de mi alopecia, pero la hago mía en las rutinas productivas y hoy trato de aprovechar al máximo las 24 horas del día.
“No saben cuanta tristeza siento al escuchar a una persona decir: estoy aburrido o no tengo nada que hacer”. Así nos dijo aquella tarde soleada y calurosa el profe Arnulfo, afirmación que tanto recordé en esta etapa de cuarentena, donde el descanso era la heroicidad.
Cumplir con las medidas de aislamiento social para evitar la propagación del nuevo coronavirus, como nos orientó la máxima dirección de Salud Pública en el país y quedarse en casa bajo resguardo junto a la familia, no significó sentarse en un balance a contar ovejitas o hacerles el cuento de la buena pipa a los más pequeñines del hogar.
Permanecer en casa, era contribuir en la batalla contra la COVID-19, pero además, era enfrentar la sociedad en un marco más estrecho, con nuevas iniciativas y modos de pensar que permitieran moldear las rutinas ante circunstancias excepcionales.
Mi profesión me permitió presenciar y compartir experiencias positivas en este periodo atípico que nos tocó vivir, pero también me recordó la tristeza que sentía mi profesor con aquellas personas que no fueron capaces de encontrarle una razón a este trayecto de la vida.

Llegar a una esquina y ver a un adolescente sentado solo, mirando todos los movimientos que ocurrían a su alrededor, con una respuesta en común para sus amistades, aquí “fundío”; fue motivo para recordar el marxismo-leninismo de mi profe y claro, mi tiempo, ese que no me alcanza.
Por un momento pensé; si pusiéramos a este joven en “modo” ama de casa, esas que el tiempo no le basta para realizar las tareas del hogar, porque no pueden lavar, planchar y acomodar el mismo día, si tuviera que trabajar en una finca o simplemente, si asumiera alguna responsabilidad en su casa, no creo que el tiempo le dé para sentarse en una esquina a dejar que las horas pasen.
En la casa siempre existen tareas pendientes, ya sea por orientaciones de la patrona (mamá) o personales. Cuando no hay que pintar una pared, es necesario limpiar una persiana, el patio está repleto de hojas, las telas de arañas adornan los rincones o los roedores perforaron alguna superficie, o sea, siempre hay algo por hacer.
No todo es trabajo, también debe existir tiempo para leer la prensa, libros, ver películas, series, conversar y compartir con amistades o familiares, de tal manera que podamos palpar lo aprendido en cada jornada, para confirmar la utilidad del día.
Aprender algo nuevo cada día, contribuir en la formación de otra persona o aportar teórica o prácticamente a la sociedad debe ser el reto de toda persona para evaluar la jornada y sentir la satisfacción de ir evolucionando con el transcurso de los años.
Conclusión, si usted mientras estuvo cumpliendo con el aislamiento no aprovechó su tiempo y sintió el mismo “aburrimiento” que el joven “esquinero”, si no disfrutó de una buena película y culminó la etapa pandémica sin leer por lo menos un buen libro, entonces la cuarentena se apoderó de usted.
Yo me he propuesto dormir las horas necesarias para darle paso a mi constante superación, aprovechar al máximo la oportunidad de estar respirando conscientemente, por lo que mi tiempo trato de emplearlo en actividades útiles, con la ideología del filósofo griego Platón: solo sé que no se nada.