La leyenda en su regazo
- Por Calixto González Betancourt
- Hits: 3298

Si el mes de marzo marca el nacimiento y desenlace en la vida de uno de los más ilustres de los peloteros holguineros de la era revolucionaria: Fermín Laffita Pelipiche, entonces abril anida su destino definitivo y la materialización de un anhelo de su pueblo.
Este 29 se cumplen 14 años en que acompañamos sus restos hasta Holguín, desde Santiago de Cuba, cuando a mi memoria regresó aquella tarde de 1967 en el estadio Latinoamericano, donde Orientales puso fin a una dinastía de cuatro títulos seguidos de Industriales, con una soberbia demostración de Manuel Alarcón, que los blanqueó, 3-0, en el colofón de la VI Serie Nacional de Béisbol. Ese día conocí a Fermín un joven, cuyo desempeño en el jardín central, ya despertaba admiración...
Había nacido el 9 de marzo de 1946 en la olvidada Baracoa y a los 7 años de edad se trasladó para Holguín, a reunirse con su madre, que trabaja en esta ciudad. Aquí creció y se hizo pelotero, rebelándose ante los ataques de epilepsia que intentaban atenazarlo. Sus facultades para el béisbol brotaron muy temprano y siempre los amiguitos se lo disputaban para su equipo.
Se inició como pelotero juvenil con el equipo Las Panteras de Holguín, ya desde entonces se distinguía como jardinero del centro, pítcher y bateador. Luego integró el conjunto Los Bisontes. Laffita sentó cátedra en los eventos regional y provincial juveniles y con el equipo Mineros en el Campeonato Nacional Juvenil de 1962, cuando integró la preselección nacional, pero el Mundial de esa categoría no se efectuó.
Así comenzó su estelar andar el “Satélite Oriental”. Lo recuerdo como el jardinero central de más elegante fildeo del béisbol revolucionario, ¡cómo hacía fácil endemoniados batazos!...de extraordinario desplazamiento, de contundentes y certeros tiros a las bases.
Respetable y oportuno bateador. 20 series nacionales, cinco selectivas, cinco mundiales, dos Juegos Panamericanos y dos Centroamericanos y del Caribe, entre otros muchos torneos, lo vieron jugar. Primerísima figura de los equipos orientales y por diez de la selección Cuba (en 21 certámenes internacionales)”.
En su magnífico debut internacional, los V Juegos Panamericanos Winnipeg-1967, le hicieron la primera oferta para pasar al profesionalismo, de inicio le ofrecieron 85 mil dólares y la oferta que fue creciendo... la propuesta se repetiría muchas veces más: en México, Colombia, República Dominicana, Panamá... y siempre Fermín dio la misma respuesta: “Yo juego frente a quien sea, pero con la Bandera de mi Patria, nunca abandonaré a Cuba ni a mi Revolución”.
La última división político-administrativa lo sorprendió en la antigua capital de Oriente, donde residía desde hacía algunos años con su esposa e hijos, por eso jugó con Santiago de Cuba sus últimas series nacionales y donde luego laboró como entrenador.
Era un hombre de estatura mediana (cinco pies y dos pulgadas), de piel blanca y grueso luego que sobrepasó los 38 años de edad. Siempre fue un amistoso guajiro y bonachón. Nunca olvidó a su Holguín, el que visitaba con frecuencia para encontrarse con este pueblo y visitar a su madre Esther Pelipiche y demás familiares.
Fermín fue invitado a presenciar el juego entre el equipo profesional norteamericano Orioles de Baltimore y la selección Cuba, en el Latinoamericano, el 28 de marzo de 1999. Al regresar a Santiago lo sorprendió la muerte el 30 de marzo, debido a un infarto masivo del corazón, para dejar de ser ídolo y convertirse en una leyenda. Sus seguidores holguineros nunca se conformaron no tenerlo en su tierra y, luego de mucha insistencia, lograron que el Rey de la Pradera Central regresara a su Palacio el 29 de abril de 2006.
En ese recinto del Museo del Deporte el féretro estuvo escoltado por guardias de honor y rodeado por 26 ofrendas florales. “Laffita, junto a su brillante trayectoria como jardinero central, fue ejemplo de fidelidad a su Patria y de deportista integral” dijo Ventura Carballido, organizador nacional de las Peñas Deportivas.
“Es algo muy lindo y grande lo que ustedes han hecho” nos confesó Andy Laffita, uno de sus hijos. “Estaremos eternamente agradecidos a los holguineros. Dejamos a nuestro padre en muy buenas manos”, exclamó Robert Laffita. Luego los holguineros acompañaron a Fermín a su definitiva morada: al Panteón de los Deportistas en el Cementerio de Mayabe.