Unidos, hemos vencido siempre
- Por Claudia Arias Espinosa
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En la seguridad del hogar, en la hora del descanso de las labores imprescindibles, en soledad o en familia… es un buen momento para recordar historias, porque en las luchas de nuestros padres y abuelos, encontramos fuerza para ganar las nuestras.
Por estos días, los cubanos repasan los detalles de aquella ocasión en que la islita del Caribe enfrentó la agresión de un país poderoso y le hizo probar, por primera vez, a qué sabía la derrota en la América Latina.
Esa historia se escribía desde mucho antes, en la sede de la CIA, enfrascada en organizar la Operación Pluto; en el despacho de Eisenhower, el presidente de Estados Unidos, y en una finca de Guatemala donde entrenaban mercenarios…
Sin embargo, los autores decidieron comenzar el relato el 15 de abril de 1961, con ocho aviones de guerra despegando desde Puerto Cabezas (Nicaragua), rumbo a Cuba.
Camuflados con las insignias de la fuerza aérea cubana, atacaron simultáneamente la base aérea de San Antonio de los Baños, la pista de Ciudad Libertad y el actual Aeropuerto Internacional Antonio Maceo.
Los pilotos pretendían destruir en tierra la escasa y anticuada fuerza aérea, para asegurar el éxito de futuras incursiones enemigas por vía terrestre. Sin embargo, desde hacía meses Fidel había ordenado que dispersaran las naves. No había dos aviones juntos. No podían distinguirse los activos de los que estaban de baja.
Así, como mal augurio, el bombardeo anunció la inminencia de una agresión mayor; dejó 53 heridos, 7 muertos y el nombre de Fidel escrito con la sangre del miliciano Eduardo García Delgado.
Al nudo de la historia llegamos dos días después, cuando en plena madrugada, el miliciano José Ramón González Suco observó, desde Playa Larga, luces en el mar.
La Brigada 2506, integrada por unos mil 500 mercenarios, llegó a bordo de cinco buques de guerra, escoltados por otras unidades navales y aéreas. Venían, como suele decirse, “armados hasta los dientes”.
Desembarcaron por dos puntos de la Bahía de Cochinos, Playa Larga y Playa Girón. Intentaron establecer una cabeza de playa, constituir un gobierno provisional que solicitaría y obtendría de inmediato la intervención de los Estados Unidos.
Era un plan largamente pensado, que no concibió la capacidad del pueblo y su líder para hacerles frente. En menos de 72 horas, llegó el desenlace: era 19 de abril, el sol comenzaba a bajar, y los invasores habían sido derrotados.
Valiosas son las historias de nuestros abuelos. Nos recuerdan la importancia de la previsión, organización y disciplina. Nos hacen sentir capaces de reaccionar con rapidez. Nos enseñan que unidos, hemos vencido siempre. Con este enemigo que nos invade a bordo de un estornudo, un apretón de manos, una frase, un beso… no será diferente.