Tomo sopa y no veo novela

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entrega
 
Reza un viejo proverbio ¨machista¨, que los hombres de verdad, no toman sopa, ni ven novelas, si no su masculinidad pudiera quedar en dudas, afirmación que aquellos más incrédulos en ocasiones replican y llevan a la práctica con sobrados complejos.
 
Y es que el cubano, cuando no llega, se pasa y para marcar estereotipos somos los primeros, sin importar la procedencia ni la particularidad del modelo o el imitador. Pero hay cosas, como dice mi mamá, que cuando no entran por los ojos, aunque me revienten las ganas, no las asumo.

Confieso que me atrapó la incertidumbre y muy cerca estuvo el arrepentimiento, cuando aprecié el impacto que alcanzó la recién finalizada novela de la Televisión Cubana, Entrega, que según muchos televidentes ha sido la mejor en los últimos años.

Ahora mismo no tengo argumentos suficientes para analizar esta última propuesta televisiva, que tanto impacto causó, porque tengo antecedentes de disgustos con novelas anteriores, que han marcado una barrera comunicativa en mis preferencias novelísticas.

Tal vez a usted le suceda lo mismo que a mí, tal vez no, pero qué difícil me resulta asimilar e identificarme con una novela o episodio cubanos, que sus tramas, de principio a fin, se desarrollan en La Habana, aspecto que entiendo muy bien, porque allí están los recursos, pero se refleja una cultura muy diferente a la de nosotros, los orientales.

Pudiera parecer algo ilógica mi preocupación, porque en las novelas brasileñas también se ven esas inmensas mansiones y esas grandes fortunas, que no identifican al pueblo carioca, ni nada por el estilo, pero mis insatisfacciones no se enfocan en los aspectos materiales solamente.

Los medios de comunicación en Cuba tienen como principales objetivos informar y educar a su pueblo con una programación atractiva, alejada del sensacionalismo, que identifican a las grandes multinacionales, sustentadas en muchas ocasiones por las falsas noticias.

Pero el lenguaje, mi principal insatisfacción, tiene que ser el correcto, ese que sirva de patrón para todos los ciudadanos de un país, como sucede en la locución, tanto en la radio, como en la televisión, porque el mensaje no puede tener ambigüedades y debe ser claro, tanto para la persona del oriente, el centro o el occidente, a pesar de las distintas costumbres.

Un locutor nacido en Santiago de Cuba o en Pinar del Río, para mostrar su profesionalidad, no puede adecuarse a la forma de hablar de cada territorio, sino pronunciar correctamente el español, que se ejercita en Cuba, porque para eso estudió y se preparó. Lo mismo debe ocurrir en la actuación con sus personajes, creo yo.

¿Por qué un actor o una actriz, en una escena normal, tiene que hablar con el acento habanero? Cuando digo habanero, me refiero a omitir la R o la L, por solo citar dos ejemplos, aun sabiendo que esas seudodislalias culturales se deben perfeccionar en la universidad cuando se aprende actuación.

No recuerdo haber visto o escuchado estas dificultades sistemáticamente en figuras de la televisión o la radio como Enrique Almirante, Isabel Santos, Mario Limonta, Rogelio Blaín o Aurora Basnuevo y no creo que me haya quedado varado en el tiempo.

Soy del criterio que los retos de los actores o actrices no se circunscriben solamente en asumir un personaje determinado con disímiles características, desdoblándose muy fácil para otro, sino que deben tener presente un lenguaje fluido, para que el mensaje sea más sencillo y transparente.

Las figuras públicas deben ser perfeccionistas porque sin proponérselo se convierten en paradigmas para muchas personas y los ejemplos y modales que se transmiten deben ser lo más correcto posible.

Espero no me tilden de machista porque no veo novelas cubanas, quizá sea ya algo traumático, que se ha anclado en mi subconsciente, que a partir de ahora intentaré superar, pues “Entrega” me albergó cierta incertidumbre. No obstante, yo sí tomo sopa, aunque por ahora, no vea novela.
Flabio Gutiérrez Delgado
Author: Flabio Gutiérrez Delgado
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Licenciado en Comunicación Social. Soy un ferviente apasionado del mundo deportivo, atrapado por la magia del fútbol, pero no descuido la cultura general y siempre estoy dispuesto a aprender algo todos los días, cuando no lo hago, siento que he perdido el tiempo.

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