Prosa, prisas, PRECIOS
- Por Yani Martínez Peña
- Hits: 2078

“Eso es una prosa señora. La concreta es lo que está en la tablilla”, fue la respuesta que en tono despectivo recibió cierta anciana, al intentar usar el listado de precios topados publicados por ¡ahora! como argumento a la hora de comprar en una carretilla.
La “prosa” en cuestión, era la tabla con los precios aprobados por el Consejo de la Administración Provincial publicados en la página 2 del ¡ahora! y la tablilla era un fragmento de pizarra con unos garabatos hechos a tiza, clara expresión del surrealismo, en contenido y forma -con todo el respeto que ese movimiento artístico merece.
Obviamente a esa hora no andaba ningún inspector cerca del lugar, es iluso pensar que podamos tener un inspector por carretilla, o por cuadra, o por la libreta, aunque a veces, para hacer cumplir la ley, hagan falta medidas extremas.
Pero no habría sido necesario, si ante el reclamo de la anciana, el resto de los compradores, haciendo uso de sus derechos, hubieses secundado la protesta. Solo que, en lugar de ello, atacaron a la demandante instándola a comprar de una vez o dejar avanzar la cola. Los más irónicos dijeron que si se había quedado dormida como Ruperto, en una época en la que la gente le hacía caso a la prensa; los más “solidarios” se ofrecieron a completarle el dinero para que pudiera pagar lo que necesitaba al precio del vendedor y no al del periódico, que es decir al establecido, sépase que el periódico no pone precios.
La anciana, orgullosa de su pensión incrementada, incluso a sabiendas de que a ese ritmo no hay incremento que resulte, dijo que no era necesario, y ante el apremio de la cola y la inexistencia de otro lugar cercano donde obtener lo necesario por un valor más razonable, pagó por su prisa y la de los demás casi el doble, y se alejó confusa.
Dos de la tarde. Piquera de las máquinas a Gibara y Velazco. Más de 30 personas esperan bajo el radiante sol del otoño cubano que alguno de los choferes se decida a cargar, mientras más de cinco máquinas esperan que los pasajeros se desesperen lo suficiente como para ofrecer más de lo establecido, lo cual no sería cobrar a sobreprecio porque “ellos no obligan a nadie, la gente es la propone”.
Finalmente alguien se anima, arma un grupo dispuesto a pagar y hace el trato con el chofer, que sale de la piquera vacía y espera más adelante a los convocados. De camino a Velazco se suscita el debate en el interior del vehículo, pero increíblemente “los malos” en la conversación no son los choferes, sino los que se quedaron en la piquera “por tacaños”, “allá ellos si quieren que le coja la noche ahí”, “quién va a creer que tirándose contra el Cupet, se puede cobrar a treinta pesos.” El chofer no habla, todo lo anterior va en boca de los propios pasajeros.
Apenas dos historias, completamente reales, sirven para ilustrar, las incontables ocasiones en que usuarios de un servicio o compradores de un producto, se convierten en cómplices de las violaciones cometidas en los precios, en detrimento de la ley y el bienestar de la mayoría. Cuántas veces hemos escuchado la popular frase de que tal cosa no baja de precio porque mientras haya quien la compre…
Nadie niega las irregularidades que aún existen en el control a los precios topados para determinados productos y servicios, incluso este mismo semanario se ha pronunciado en ese sentido en más de una ocasión. Pero también es cierto que el control popular y el respaldo por parte de la población a las medidas adoptadas, constituyen un elemento definitivo para alcanzar el éxito en las estrategias implementadas.
Es cierto que la prisa, la necesidad y la vorágine del día a día terminan por dejarnos contra la pared en más de una ocasión.Ante esa situación lo correcto sería reclamar nuestros derechos, pero si es usted de esas personas dispuestas a pagar por su prisa sin reclamos, al menos respete el derecho de quienes lo hacen y, en el mejor de lo casos, sea solidario con su actitud. No servirá de mucho llenar los periódicos de tablas y la ciudad de inspectores, si por otro lado un grupo nada despreciable de personas entonan a coro el conocido estribillo de Buena Fe “atrápame por el cuello, me lo puedes apretar”.