El dominicano más cubano
- Por Claudia Arias Espinosa
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En Baní, un poblado de la provincia de Peravia, a 84 kilómetros de la capital de República Dominicana, nace este chiquillo de rasgos achinados. El 18 de noviembre de 1836. El padre, Andrés, y la madre, Clemencia, deciden llamarle Máximo.
Máximo, como antiguos emperadores romanos. Como los inolvidables caballeros, políticos, militares, usurpadores, de aquel gran imperio. O quizá como el gran erudito que se considera padre de la Iglesia. Quién sabe la razón, pero lo cierto es que, como su nombre, el chiquillo de ojos achinados está destinado a la grandeza.
Tiene 16 años y ya despunta su vocación. Se une al ejército dominicano, para combatir las huestes de Faustine Soulouque, el antiguo esclavo que es ahora el Emperador de Haití, y ha intentado invadir este lado de la isla un par de veces.
Faustine es derrotado. Máximo obtiene el grado de alférez.
Ante la crisis económica y la posibilidad de un nuevo ataque de los vecinos del oeste, el dictador Pedro Santana solicita a España que retome el control de su antigua posesión.Los dominicanos, sin embargo, se niegan a entregar su independencia.
Entre 1863 y 1865, Santo Domingo es escenario de la Guerra de Restauración. Vencen los partidarios de la independencia. Por decreto de las Cortes, España cesa la anexión, a un costo de 20 millones de pesos y 20 mil bajas.
Las últimas fuerzas españolas y gran cantidad de oficiales de la Reserva son evacuados de La Española. Entre ellos, Máximo.
Nadie es profeta en su propia tierra.
Desde el vapor Pizarro observa por primera vez la mayor de las Antillas. No sabe que esta tierra será más suya de lo que fue alguna vez Baní.
Desde el vapor Pizarro observa por primera vez la mayor de las Antillas. No sabe que esta tierra será más suya de lo que fue alguna vez Baní.
Una vez que logra darse baja del ejército dominicano, se establece junto a sus familiares en el ingenio Guanarrubí, en la jurisdicción de Bayamo, donde se dedica a las tareas agrícolas y la venta de madera.
Su amigo, José Vázquez, lo involucra en la conspiración por la independencia de Cuba. Allí, en El Dátil, el extranjero que alguna vez luchara en el bando de los anexionistas, se convierte en Máximo, el conspirador.
Carlos Manuel de Céspedes da inicio a la guerra por la independencia de Cuba, el 10 de octubre de 1868. Seis días después, se alzan en El Dátil.
Máximo recibe el grado de sargento. Luego, es ascendido a mayor general por el propio Céspedes.
En su diario de campaña, el joven dominicano, que por entonces tiene unos 32 años y ha sido nombrado Coronel, escribe:
“Quirós ocupa Baire en la noche de ese día y permanecimos hostilizándole en aquel caserío, hasta el 4 de noviembre que ocupamos la Tienda del Pino, donde se dio la acción en el mismo día, en la que logré avanzar en un momento dado, como con treinta o cuarenta hombres que me acompañaban y di una carga al machete”.
Modesto, no apunta detalles. No describe el ardor del combate, ni el empuje de la carga que obligó al coronel Quirós a ordenar la retirada. No cuenta el gran número de bajas españolas, que quedaron sobre la hierba con heridas de 15 a 20 centímetros…
Quizá no lo sabía, pero había efectuado una acción sin precedentes en la historia de Cuba: la primera carga al machete de las guerras independentistas. Así iniciaba, Máximo Gómez, su camino a la grandeza.