Huellas
- Por Jorge Suñol Robles
- Hits: 2244
Cuentan que un joven holguinero llegó un día a Santiago de Cuba y sin reponerse de los baches del camino, lo primero que hizo fue subir los escalones de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo. No resistió la belleza de aquel monumento, un titán que invita a “calentarte” en la tierra más calurosa de la Isla.
El muchacho, sorprendido de tanta viveza en la ciudad, pasó, luego, por el cementerio Santa Ifigenia. Ya alguien le adelantaba la majestuosidad del sitio. Llegó hasta el mausoleo donde descansan los restos de Martí. Comprendió por qué aquella bandera y el ramo de flores, así lo pidió el Apóstol en uno de sus versos: Yo quiero cuando me muera, sin patria pero sin amo, tener en mi losa un ramo, de flores y una bandera.
Esperó un poco para ver el cambio de la guardia de honor, un momento que te “eriza” de pies a cabeza. La perfecta marcha de revista se adueñó del lugar tal punto, que Martí, con 166 años y siempre de cara al sol, llegó a sentirla.
Para terminar quiso hacerlo en grande, se trasladó hasta el cuartel Moncada y recordó a su viejo libro de texto de sexto grado, que le brindó los primeros indicios de este acontecimiento.
Viajó 66 años atrás, hacia un domingo de carnaval, donde la música se convirtió en un ruidoso tiroteo. Aquel día en el que un pueblo luchó por su libertad para cambiar el color gris que lucía Cuba.
Intactos, sobreviven los recuerdos a esta fecha. Uniformes ensangrentados, armas, fotografías, objetos de los asaltantes, “merodean” en el tiempo y “burlan” a todo aquel que padece de amnesia.
El 26 deJjulio de 1953 se convirtió en una fecha de Rebeldía Nacional, en un símbolo de la Revolución cubana, porque estremeció los cimientos de la dictadura batistiana; inició un periodo de lucha armada y permitió que surgiera un movimiento que le dio vida a las fuerzas revolucionarias. Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático a nuestro país.
El viajero salió satisfecho, pero antes, se percató en las “heridas” de las paredes del “Moncada” y se convenció de que lo único imborrable en un pueblo, es su historia.
Ese joven, era un loco y apasionado de la historia, por eso, no lo pensó dos veces, todavía con la mochila al hombro y sin pasaje de regreso, se dirigió hasta el grandioso teatro Heredia. Aprovechó la oportunidad para fotografiarse junto al retrato de Juan Almeida, exhibido en una pared de este complejo arquitectónico y acompañado de su famosa frase: ¡Aquí no se rinde nadie!
El muchacho, sorprendido de tanta viveza en la ciudad, pasó, luego, por el cementerio Santa Ifigenia. Ya alguien le adelantaba la majestuosidad del sitio. Llegó hasta el mausoleo donde descansan los restos de Martí. Comprendió por qué aquella bandera y el ramo de flores, así lo pidió el Apóstol en uno de sus versos: Yo quiero cuando me muera, sin patria pero sin amo, tener en mi losa un ramo, de flores y una bandera.
Esperó un poco para ver el cambio de la guardia de honor, un momento que te “eriza” de pies a cabeza. La perfecta marcha de revista se adueñó del lugar tal punto, que Martí, con 166 años y siempre de cara al sol, llegó a sentirla.
Para terminar quiso hacerlo en grande, se trasladó hasta el cuartel Moncada y recordó a su viejo libro de texto de sexto grado, que le brindó los primeros indicios de este acontecimiento.
Viajó 66 años atrás, hacia un domingo de carnaval, donde la música se convirtió en un ruidoso tiroteo. Aquel día en el que un pueblo luchó por su libertad para cambiar el color gris que lucía Cuba.
Intactos, sobreviven los recuerdos a esta fecha. Uniformes ensangrentados, armas, fotografías, objetos de los asaltantes, “merodean” en el tiempo y “burlan” a todo aquel que padece de amnesia.
El 26 deJjulio de 1953 se convirtió en una fecha de Rebeldía Nacional, en un símbolo de la Revolución cubana, porque estremeció los cimientos de la dictadura batistiana; inició un periodo de lucha armada y permitió que surgiera un movimiento que le dio vida a las fuerzas revolucionarias. Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático a nuestro país.
El viajero salió satisfecho, pero antes, se percató en las “heridas” de las paredes del “Moncada” y se convenció de que lo único imborrable en un pueblo, es su historia.
Comentarios