Celebrar el Día del Idioma
- Por Liset Prego Díaz
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Dicen los sabelotodo de internet que el 23 de abril es el día internacional del libro, también del derecho de autor y del idioma. La casualidad o su prima la causalidad quisieron que Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega, muriesen en tal fecha, de ahí que se escogiera para un homenaje colectivo, para ellos y tantos otros que nacieron o murieron ese día.
La celebración se hizo oficial desde 1995 y es costumbre en algunos sitios regalar un libro o una rosa, así que ya sabes…
Si eres de esos que ha sufrido por no encontrar la conjugación adecuada; los gerundios y su engañosa temporalidad te han dejado hirviendo; palabras no sujetas a reglas te han jugado malísimas pasadas, o padeces con cada actualización de la RAE que te obliga a olvidar normas pegadas con la infalible cola-loca en tu conciencia ortográfica, celebra.
Si conoces a un autor personalmente, si tienes que ver con el mundo de los hacedores de libros, los del lápiz rojo para cazar erratas y los de las industrias poligráficas, los de pincel o cámara, los programadores y diseñadores, los bibliotecarios y libreros, si odias las polillas, celebra.
Si eres de los que se levanta con un libro, desayuna dejando en él migas de pan y marcas de la taza de café; de los que lee en la guagua para aprovechar el trayecto, de los que sigue la lectura en el restaurante, mientras espera a una amiga; de los que regala un libro solo porque allí, en alguna página está la palabra exacta para estremecer al otro, celebra.
Si te da más placer encontrar ese ejemplar desaparecido que hacerte las uñas acrílicas cada 15 días, si te gustan igualmente estas dos cosas; si soñaste ir a Comala; si crees haber estado ya en Macondo; si sabes algún verso de Sor Juana de memoria; si te parecen siempre mejores los originales impresos que sus versiones cinematográficas; si un beso nunca dado se te ha vuelto estrella dentro; si has muerto en la carretera y no te han puesto flores y si prefieres cargar en tu equipaje o un tu móvil las páginas que a alguien le costaron años, desvelos, desgarramientos, actos de sinceridad con látigos para autoflagelarse, antes que todos los zapatos del mundo o aplicaciones con tutoriales para maquillaje o depilación perpetua, celebra.
Celebra por la capacidad de hablar una lengua romance que han usado los grandes para dejar señas de vida inteligente, porque hay tanta belleza en nuestra lengua, esa que como la filigrana construye complejas imágenes, como cada nota en una sucesión específica conforma melodías que la memoria afectiva preserva para siempre, como la división celular y su facultad única de transformar una, dos, tres, un millón de células en una vida. Así el idioma dibuja, otorga sonoridad plena de sentidos y es como un organismo de cuya vitalidad, cada uno, en su mejor empleo, es responsable y beneficiario.