El camino de la libertad

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Los últimos meses de 1956 en Cuba no dieron espacio al descanso. Con el arribo de los expedicionarios del Granma una nueva luz de esperanza se alzaba en la Sierra Maestra, mientras, en el llano, la represión batistiana se ensañaba con los jóvenes revolucionarios.

Los inicios de 1957 no parecían ser muy diferentes. La guerrilla se hacía sentir cada vez más en las montañas cubanas, la supuesta muerte de Fidel que tantas veces aseguró la dictadura fue desmentida ante el mundo entero y, a pesar de la censura, el pueblo ya empezaba a conocer, a admirar, a divulgar, a sumarse.

En la vanguardia de la lucha popular estaba la juventud y en primera fila, los universitarios. A la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) ya la precedía una amplia tradición de coraje e iniciativa ante quienes intentaban opacar la soberanía de la patria y por aquellos años era liderada por José Antonio Echeverría Bianchi.

José Antonio era estudiante de arquitectura en la Universidad de La Habana. En cuanto cruzó las puertas universitarias comenzó a forjarse como líder estudiantil, aviva su posición revolucionaria y su compromiso con la lucha, pero sabe que la estrategia está en “golpear arriba” y la verdadera pelea solo se gana a punta de disparo. Llega a la presidencia nacional de la FEU y funda el Directorio Revolucionario como el brazo armado de la organización estudiantil.

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En 1957, el Directorio asume los reparativos de una acción de gran envergadura. Sus objetivos: ajusticiar al dictador en su propia oficina, ocupar la emisora Radio Reloj para convocar a un levantamiento en la capital y establecer un cuartel general en la Universidad de La Habana.

Es 13 de marzo y el reloj marca las tres de la tarde. En pocos minutos, la aparente tranquilidad citadina sería interrumpida por un grupo de jóvenes que, en sincero compromiso con su Patria, decidieron enfrentar al tirano que pisoteó la Constitución y fulminó tantas vidas.

José Antonio monta en un automóvil junto a otros combatientes  se dirige hasta Radio Reloj. Pistola en mano, entra a la cabina y entrega a los locutores varios textos que informaban sobre el ataque al Palacio Presidencial. Minutos después el propio Presidente de la FEU inicia una apasionada proclama que a la voz de “pueblo de Cuba” anuncia la caída del tirano.

Mientras, el otro comando llegaba al Palacio Presidencial. Los revolucionarios lograron neutralizar rápidamente la posta, pero al entrar al Salón de los Espejos, Batista ya había huido. Las fuerzas de la tiranía pronto se reorganizaron y lograron contrarrestar el ataque.

La situación se tornaba cada vez más compleja para los jóvenes del Directorio, en tanto carecían de parque y el grupo de apoyo programado nunca llegó. Comprendieron entonces que el asalto había fracasado y se ordenó la retirada.

Tras salir de la emisora, José Antonio y sus compañeros iban camino a la Universidad a reunirse con el grupo que lo esperaba allí, para luego apoyar a los asaltantes en el Palacio. Sin embargo, en su trayecto se cruzó un patrullero y tras un intercambio de disparos, el joven cayó, derribado por una ráfaga.

Horas antes, en un sótano del Vedado, José Antonio redactó un manifiesto, a sabiendas de que aquellas podían ser sus últimas líneas y esas palabras podían convertirse en su testamento. En él incita a los cubanos a luchar contra la dictadura y marca el sacrificio como promesa del porvenir: “Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad.”

Veintiún meses después la tiranía batistiana fue expulsada del poder y las acciones del 13 de marzo, junto a tantas otras, quedaron grabados a fuego en la memoria de un país, cuya juventud, como exhortara José Antonio en uno de sus discursos, escribe páginas dignas de sus antecesores en el libro de la Historia.

José Antonio matriculó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana en 1950. Pasó una infancia feliz al lado de sus padres y hermanos menores en Cárdenas, donde complementaba los deberes escolares con la práctica del deporte y el interés en diversas manifestaciones artísticas como la pintura y la música.

En cuanto cruzó las puertas universitarias comenzó a forjarse como líder estudiantil y a partir del 10 de marzo de 1952, con el golpe de estado efectuado por Fulgencio Batista, se aviva su posición revolucionaria y su compromiso con la lucha.

Sus acciones son visibles, su voz se hace notar y llega a la presidencia nacional de la FEU, posición que le permite reforzar la lucha estudiantil contra la dictadura y desde donde promueve la solidaridad con los países latinoamericanos.

Aunque José Antonio nunca se queda callado, apela a la conciencia popular, moviliza a los estudiantes y pronuncia discursos, sabe que la estrategia está en “golpear arriba” y la verdadera pelea solo se gana a punta de disparo. Por eso, funda el Directorio Revolucionario como el brazo armado de la FEU.

En agosto de 1956, cuando Fidel preparaba la expedición del Granma, el líder estudiantil se reúne con él en México y juntos suscriben el documento conocido como Carta de México, donde el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario hermanan sus intereses y ratifican el compromiso de unir sus esfuerzos para derrocar la tiranía.

Susana Guerrero Fuentes
Author: Susana Guerrero Fuentes
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Licenciada en periodismo. Siempre es un buen momento para contar historias

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