Admiración desde las raíces
- Por Yanela Ruiz González
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Quince décadas de lucha en Cuba refleja un maqueta que naciera de la inspiración de Tomás Hernández de la Torriente, un señor de 74 años de edad, residente en el Reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad de Holguín.
Quiso Tomás llevar a un formato de poco menos de un metro la trascendencia de los principales hechos de la historia cubana, a partir de su imaginación y de sus conocimientos, de la lectura de muchos libros y de su fiel admiración al Comandante en Jefe Fidel Castro, de quien atesora varios recuerdos por participar en actividades de aseguramiento a sus visitas a varios sitios de la provincia, en los tiempos en que se desempeñaba en las filas del Ministerio del Interior (Minint), donde alcanzó el grado de Capitán.
“Con la dignidad de nuestra historia que hable por mí el Apóstol”, es el título que ha dado a esta obra, en alusión a las palabras del joven abogado expresadas en su alegato de defensa La Historia me Absolverá. Cuenta Tomás que todo comenzó en la época en que ya se hablaba del Caguairán como símbolo de la fortaleza de las ideas del Comandante.
“Quería reflejar la grandeza de Fidel y acontecimientos de la historia cubana relacionados con las Guerras de Independencia, la lucha contra la dictadura, y Martí como cumbre de las ideas que ayudaron a forjar la soberanía de la que gozamos. Nació de una raíz de un frondoso árbol Caguairán y poco a poco le fui incorporando elementos hasta conformar la pequeña maqueta. Fueron días de inspiración porque hasta un poema me surgió por ese entonces acerca del Comandante”.
Cada figura, obra de la imaginación de Tomás y el uso de recortes de papel, cartón, hojas de árboles, y elementos de metal, encierra un significado en las diferentes etapas de las luchas reflejadas.
Así por ejemplo utilizó una campana para simbolizar la libertad de los esclavos del ingenio La Demajagua de Carlos Manuel de Céspedes; la raíz de Caguairán como expresión de la fortaleza, palomas en representación de la paz y los cinco continentes, entre otros elementos para significar las ideas de Martí, el asalto al Moncada, la creación de los diferentes frentes guerrilleros, las ansias de apropiación del imperialismo sobre la Isla, la llama eterna en el mausoleo de la zona oriental, la batalla por el regreso de Elián y los Cinco Héroes, el monte de las banderas, la piedra en la que reposan las cenizas del Comandante y el cerco que la protege.

Las acciones de la batalla de idea, y el trabajo del Ministerio del Interior en apoyo a todas las tareas del Gobierno cubano, las barbaries que cometían los esbirros para torturar a los simpatizantes de los rebeldes, y las crueldades que tenían lugar en la loma del Fraile de la ciudad de Holguín en esa época fueron representados también en la obra, que permanece en la sala de su casa, donde le confirió un sagrado espacio.
Sobre quién es Tomás y qué fin persigue con esta maqueta abundó un poco más después de narrar el significado de cada detalle expuesto, la historia, los hechos y las circunstancias vividas en carne propia que lo conllevaron a realizar su obra.
“Lo hice para mi satisfacción personal. León Hernández Cáceres, de origen español, era mi abuelo, y de ahí proviene el don de la creación. He tenido que consultar muchos libros para resumir tres etapas de lucha y momentos trascendentales de la Revolución, así como la figura de Calixto García, nuestro patriota insigne en la provincia”, acota.
Los años vividos antes del Triunfo, las crueles anécdotas que involucraron a su familia, que padeció el látigo de la dictadura, y los recuerdos de las buenas influencias de holguineros simpatizantes del Movimiento 26 de Julio, contribuyeron a sazonar la idea.
Oriundo de Chaparra, provincia de Las Tunas, y posteriormente residente en el Central Delicia, procedente de una familia humilde, dedicada en lo fundamental a las labores azucareras, desde muy joven simpatizó con los revolucionarios.
“Estando en Delicia a la edad de 8 años conocí a Alejandra, una señora que decía que a Cuba no le podía pasar lo mismo que a Hiroshima, pues de las montañas bajaría un hombre barbudo que les cortaría las garras a los norteamericanos. Esas palabras quedaron grabadas en mi memoria. Cuál no sería la sorpresa años después. El gigante barbudo logró poner coto a las garras que aquella señora había mencionado.
“Llegué a Holguín por la persecución que sufrimos al ser tildados de comunistas. Una vez aquí trabajando en un taller de mecánica, chapistería y soldadura, ubicado en la calle Libertad, entre Arias y Aguilera, donde parqueaban los carros los manferreristas, Carralero, Marino Delgado, toda esa calaña, conocí a Arturo Cisnero, miembro del Movimiento 26 de Julio. Gracias a él y a Jesús Maranges Puig, Francisco Rodríguez, compañeros que estaban muy ligados a la Revolución y a los Suñoles, de quienes era vecino y mi hermana muy amiga de una de las muchachas de la familia, di mis primeros pasos en apoyo a las ideas revolucionarias.
Vino el triunfo con Fidel al frente. Fueron tiempos en que se requerían mayores esfuerzos para echar a andar la Cuba libre. Y Tomás ya con 15 años se aprestó a dar clases a los rebeldes y participó en la Campaña de Alfabetización en la Sierra Maestra, en San Lorenzo, Chivirico, Minas de frío y luego en el municipio de Báguano.
“Luego de esta tarea comienzo a prestar mis servicios en el Batallón de Combate 108, en la lucha contra bandidos, y luego me incorporé definitivamente a la policía. Continué mis estudios a la vez que prestaba mis servicios a esta Institución, en la que me desempeñé en el departamento de funciones compartimentadas. Fueron alrededor de 38 años en las filas del Minint”, rememora.
La formación en estas filas, consagración y disciplina ganados a través de los años le permitieron alcanzar varios reconocimientos y distinciones, los cuales guarda como preciados tesoros porque cada uno encierra sacrificio y amor puestos en función del cumplimiento de complejas tareas, como las de asegurar las visitas del Comandante en Holguín.
Por eso busca y hurga en la historia. Sentado en la sala de su casa en el Reparto Pedro Díaz Coello, Tomás bebe su café y contempla la maqueta. “Todavía queda mucho por abordar-dice- la historia es un eslabón fuerte para la formación ideológica de la juventud. A las nuevas generaciones hay que mostrarle de forma didáctica lo que nos antecedió, que puedan comprender por qué esta Cuba de hoy”.
Mientras tanto recibe a niños curiosos y les explica detenidamente, con la maestría y elocuencia que lo caracteriza, las 15 décadas de lucha en Cuba.