Fidel y Raúl: entre cañas y Cinco Palmas

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Foto: La DemajaguaFoto: La DemajaguaEl 18 de diciembre de 1956, a la luz de la luna, entre cañas y Cinco Palmas, Fidel y Raúl se fundirían en un abrazo de hermanos de sangre y lucha.
 
Quedaban atrás las angustias de un desembarco tardío o la derrota de Alegría de Pío, cuando el enemigo aprovechó el cansancio del naciente Ejército Rebelde y lo acribilló hasta dispersar a los 82 expedicionarios en 28 fracciones, algunas de ellas individuales.
 
“Raúl llegó con cinco fusiles; yo tenía otros dos hombres con dos fusiles. En total teníamos siete fusiles. Ahí yo dije: “Ahora sí ganamos la guerra”.
 
Esto es lo esencial de aquel reencuentro histórico entre dos hombres que optaron por el camino de las armas, en pos de cambiar la Isla oprimida de los cincuenta.
 
Cinco Palmas 2Foto: La DemajaguaEran pocos combatientes y venían exhaustos de tanto andar en terrenos escabrosos, perseguidos por las fuerzas de la tiranía de Fulgencio Batista, sin agua ni alimentos.
 
Apagada parcialmente la llama en Santiago de Cuba, una red de colaboradores del Movimiento 26 de Julio, compuesta en su mayor parte por campesinos – unas de las principales víctimas del régimen imperante –, se activó en función de agrupar a los rebeldes y recoger las armas dispersas, en medio de una feroz cacería batistiana.
 
Estaban ya en la Sierra Maestra y a decenas de kilómetros de Las Coloradas. El Líder Histórico de la Revolución Cubana tuvo fe en lo que tenía, en la integridad de aquellos pocos sobrevivientes de las masacres posteriores al primer encuentro contra las tropas del usurpador del 10 de Marzo de 1952. Y expresó así su confianza en que, con un puñado de valientes y un pueblo de su lado, la victoria no sería una quimera.
 
Podía sonar a quijotesca frase entonces, pero el “Ahora sí ganamos la guerra” trascendió hasta convertirse en sinónimo de persistencia, de optimismo hasta en las más difíciles circunstancias. Sin espacio para el desánimo o el arrepentimiento, la mente de Fidel iba ideando la Cuba futura.
 
Se había creado el mito de que los soldados de Fulgencio eran invencibles, más aún si su equipamiento venía de EE.UU. y sus asesores también. Pero el Comandante en Jefe rompió aquella creencia con su estrategia de contienda de guerrillas, cuya validez nadie la discute, luego de varias décadas de aplicada.
 
Sus proféticas palabras fueron inspiración para quienes lo siguieron por montañas y llanos, para quienes lo recibieron en La Habana el 8 de Enero, tres años después. Dignificar a los cubanos fue la misión que tenía desde que en otro acto de arrojo lideró antes el Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
 
El país sufrió por la incapacidad y el entreguismo de sus gobernantes, pagando el precio de ser geopolíticamente apetecible, pasado de mano en mano entre potencias extranjeras, viéndose “libre” y a la misma vez, encadenado. Pero en eso llegó Fidel. Razón tenía el cantor Carlos Puebla y su cancionística.
 
A parar se dijo con toda aquella desfachatez y servilismo. No habría que pagar más por dividir en sílabas o ponerse una inyección, no habría que “guataquear” en tierra ajena ni ver morir el tiempo cuando la zafra acababa. Siete fusiles se multiplicaron en 80 mil, que la nación les arrebató a los cuerpos represivos. Sí se ganó la guerra.
Nelson Rodríguez Roque
Author: Nelson Rodríguez Roque
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Licenciado en Estudios Socioculturales Periodista Deportivo y de temas Históricos y Políticos

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