Garantía de continuidad histórica en nuestras constituciones
- Por Ania Fernández
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La garantía de continuidad histórica en los procesos constitucionales en Cuba puede establecerse justo desde los primeros seis meses tras declararle la guerra al colonialismo español, el 19 de abril de 1869, con la firma de la Constitución de Guáimaro, la Patria tuvo ley y orden el Ejército Libertador.
En el pueblo libre de Guáimaro, una asamblea con representantes de los tres departamentos de la Isla levantados en armas: Oriente, Las Villas y El Centro, como solía llamarse a Camagüey se reunieron para formar un gobierno nacional que rigiera por igual en toda la República.
Para varios investigadores aquella primera Ley de leyes que, acordó y aprobó un grupo de patriotas en representación del pueblo de Cuba, expuso al mundo que la contienda libertaria era una vía impostergable y así debía ser reconocida.
Mostró, además, la radicalidad del proceso al abolir de facto la esclavitud en Cuba, pues la Constitución tenía efecto para todo el país, no solo en los territorios levantados en armas.
Después del bochorno del Zanjón y la magistral defensa de nuestra dignidad en la protesta de Baraguá el 24 de marzo de 1895, los cubanos empuñaron nuevamente las armas en la llamada Guerra Necesaria para alcanzar definitivamente la independencia de Cuba del colonialismo español, un intento frustrado en la anterior contienda.
La base de esta nueva etapa de lucha se sustentaba en la unidad promovida por el Partido Revolucionario Cubano, liderado por José Martí. Sin embargo, con la caída del Apóstol meses después –el 19 de mayo de 1895–, los mambises no estuvieron exentos de diferencias políticas que pusieron en peligro la efectividad de disímiles operaciones militares contra el yugo opresor.
Fue necesario unificar voluntades bajo un estatus jurídico para lograr el buen desempeño de las acciones encaminadas al derrocamiento del régimen colonialista español. El lugar escogido para esta ocasión fue Jimaguayú.
En 1897, a dos años de iniciada la Guerra Necesaria, la lucha continuaba y los mambises no descansarían hasta lograr la independencia de la Isla.
Es por eso que, de acuerdo con lo establecido en Jimaguayú, el 10 de octubre de 1897, en el potrero de La Yaya, a 53 kilómetros de la ciudad de Camagüey, 24 delegados en representación de los seis cuerpos del Ejército insurrecto se reunieron para suscribir una nueva constitución.
Según los historiadores La Yaya constituyó un retroceso respecto a su antecesora pues al determinar que el Secretario de la Guerra del Gobierno mambí fuera el superior jerárquico del Ejército Libertador, hizo renacer las contradicciones entre el mando militar y el civil mambises, que tanto daño hicieron en la Guerra del 68.
Las ideas de esos mambises fueron defendidas años más tarde por los cubanos que redactaron la Carta Magna más avanzada de América en su momento: la Constitución de 1940, firmada en Guáimaro el 10 de octubre de ese mismo año.
A decir del abogado Armando Hart, sus medidas más progresistas nunca se cumplieron porque los gobiernos corruptos y entreguistas lo impedían; sin embargo, la lucha posterior por hacerla cumplir y respetar fue el punto de partida de un proceso que nos conduciría al socialismo.
De ella se nutrió la próxima Constitución, firmada años después del triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959. La Constitución de 1976, proclamada el 24 de febrero de ese año, se debatió en cada escuela y centro de trabajo, unidad militar, cuadra o finca. El pueblo debatió el proyecto y le hizo correcciones y adiciones.