Historia de un jardinero

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Nunca pensó ser jardinero pero el destino lo puso ante este oficio que también es el de su padre. Tal vez su nombre -Omar Piña Piña- no engrose jamás la lista de jardineros afamados como el griego Teofrasto -350 d.c.- porque para él lo importante del arte y práctica de cultivar y cuidar los jardines es el embellecimiento del entorno y con ello propiciar placer a las personas.

Quizás tampoco llegue a ser el autor de vergeles célebres como los Jardines Colgantes de Babilonia, Alhambra o Versalles, pero desde su condición de Operario de Áreas Verdes en la Empresa de Comunales de este municipio, ganó notoriedad como Personalidad Destacada de la Provincia durante el 2014, condición ratificada en el 2017.

Dice, sin asomos de autosuficiencias, que no hay quien lo aventaje en su esmero en la siembra y cuidado de las plantas, sobre todo las ornamentales, en podarlas y velar por su desarrollo, pero tampoco en el manejo de la motosierra utilizada en el segado de árboles por buenas causas y fines. Le creo, pues en su dedicación están los avales también para convertirse en Hijo Ilustre de la Ciudad de Holguín el pasado año.

Piñita, como alguien me adelantó que lo apodan, y a él no le molesta, valora la utilidad de su trabajo “porque sin nosotros no existirían las jardineras que hoy embellecen la ciudad. Comencé a trabajar aquí con 17 años, ahora tengo 41 y este ha sido mi único empleo. En verdad me siento bien entre las plantas, las tijeras que son como mis niñas mimadas, la moto sierra que es parte de mi”.

Toda labor, por sencilla que parezca, tiene sus pericias. Omar fue empírico hasta que hace cuatro años atrás realizó un curso en Ciego de Ávila donde aprendió sobre las podas, sus variedades y técnicas, entre otras materias de provecho para su labor. “Pero mi papá es también jardinero –dice, parece ser una vocación familiar porque llegué aquí a través de un tío que fue, además, mi primer jefe. Él me propuso trabajo cuando dejé la escuela en onceno grados y aquí estoy. Comencé a trabajar con 17 años y hasta ahora, que tengo 41, este ha sido mi único empleo.

“De ser por mi tuviera un jardín botánico en casa, pero vivo en una segunda planta en el reparto Sanfield. Allí tengo alrededor de 40 maticas sembradas en tiestos. Los bonsái son mis preferidos”.

Delgado pero fuerte como los árboles que asierra, sensible ante la delicadeza de las plantas de jardín que protege y nutre durante jornadas que comienzan a las siete de la mañana y deben concluir a las cuatro de la tarde, “pero que no pocas veces extiendo hasta más allá de la ocho de la noche por requerimientos de alguna actividad, como el apoyo a la restauración que actualmente se realiza a los parques de la ciudad”.

 
Asegura tener manos prodigiosas para las podas, pero también mañas: “No es algo que se hace por la libre, deben tenerse en cuenta cuestiones como las fases de la luna, por eso siempre estoy pendiente del pronóstico del tiempo en los noticiero de la televisión donde las anuncian. Cuando un jefe indica hacer algún corte le explico que debe esperarse el momento adecuado y soy escuchado”.

Su apego a las plantas lo convierten también en defensor de la naturaleza, por eso quiso compartir estas bellas palabras que “realzan mi quehacer de cada día”, que encontró y convirtió en su máxima: “Amor con amor se paga. La naturaleza nos entrega sus mejores vienes, los alimentos y el agua que nos sustentan, la luz… y el manto verde protector de sus rayos más intensos. Cuidemos de ella”.

En devolver con su trabajo un poco de amor al entorno para conquistar la felicidad de sembrar y recoger está el secreto del sobresaliente jardinero que da las gracias “por pensar en mí y darle valor a mi trabajo”. Pero cuánto hay de él en cada parque de la ciudad: “Los árboles del Parque José Martí fueron podados por mí, asegura.

“Mientras recortaba sus ramas recibí muchas críticas, necesitaban de una poda profunda para poder regularle el crecimiento que era el objetivo, pero eso las personas no lo sabían y lo interpretaron como una acción indiscriminada. Ahora se ven los resultados y me lo agradecen. La jardinería de los parques Calixto García y San José (Carlos Manuel de Céspedes) también tienen un poquito de mí, por eso me la paso regañando a quienes maltratan las plantas, a nadie la gusta que irrespeten su trabajo”.

Mientras dialogábamos en un área próxima a su “cuartel general” alguien lo llamó Carcoma y quise saber la causa: “A alguien se le ocurrió compararme con ese bichito durante una jornada de trabajo porque muchos troncos y ramas he tenido que cortar luego de los pasos de los últimos ciclones por la provincia. La carcoma come madera y yo hago pedacitos los troncos con la sierra.

“Cuando Sandy estuve en Santiago de Cuba, fueron 16 días junto a 20 compañeros nuestros cortando árboles y ramas para dejar limpias avenidas, parques, calles y techos de viviendas. Matthew fue una experiencia más fuerte, estuve 45 días en Baracoa. Allí se trabajó intensamente, bajo la lluvia y en condiciones a veces riesgosas.

“Nos levantábamos a las seis de la mañana y las seis de la tarde todavía estábamos cortando tronco porque Matthew se ensaño con los bosques. La motosierra es un equipo peligroso y en esas condiciones pasaron sus cositas, susticos, pero nada más.

“Irma también dejó un rastro de árboles derribados por dondequiera. Por orientación del primer secretario del Partido en la provincia (Luis Antonio Torres Iríbar) me mandaron para Gibara para colaborar en la limpieza de todo aquello. También estuve en Guardalavaca, Banes, Antillas, San Germán y Cacocum, trabajando duro día y noche porque las calles y vías de acceso a los pueblos debían quedar accesibles en el menor tiempo posible, pero me sentía feliz porque estaba siendo útil. Me siento dichoso porque siempre se cuenta conmigo para tareas importantes”.

¿Con tantos e importantes estímulos habrá entonces jardinero para rato?

“Jardinero y ‘motosierrero’. Mientras las condiciones de trabajo lo requieran podrán contar con Piñita en Holguín y en Cuba”.
-¿Piñita o Carcoma?
“Da igual, las personas lo dicen de cariño”.

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